Tres clanes de ganaderos llevan 270 toros a Zapote

Tradición familiar de las ganaderías reúne anécdotas en el ruedo desde 1971

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Cuando el gallo canta, ellos están con las botas en la finca. Son tres clanes de ganaderos que trabajan sin horario y bajo el sol por su bien más preciado: los toros.

Las familias León, Abarca y Chinchilla llevarán, a partir de este 25 de diciembre, unos 270 toros a los festejos de Zapote.

Junto a los toreros improvisados, ellos son los encargados de armar un espectáculo taurino que preparan durante todo el año y por el que les pagan ¢30 millones, a cada uno, por todas las corridas.

“Ese monto es algo representativo y no paga toda la preparación del año. Sin embargo, para nosotros estar en Zapote ya es un privilegio”, dijo el ganadero Juan León.

Las anécdotas las escriben en el redondel de Zapote desde 1971, cuando inició Beto León. Diez años más tarde, llegó la ganadería 3 X, de Heriberto Abarca, y desde hace cinco años arribaron los Chinchilla.

“Somos familias amigas que disfrutamos lo que hacemos. Esto ya es una tradición que pasa de generación en generación y sabemos que, sin toreros improvisados, no hay Zapote”, dijo Jorge Chinchilla.

Cada toro traído desde México puede costar hasta ¢4 millones; tardan hasta 15 días en llegar al país.

“El nombre de estas ganaderías pesa. Son gente con experiencia y que no se dedica solo a arriar los toros”, dijo Álvaro Zamora, comentarista y recopilador taurino.

Sin embargo, para Pablo Abarca, nieto de Heriberto Abarca, en Costa Rica se confunde el significado de ser ganadero.

“Para ser ganadero, se trabaja todos los días, con el esfuerzo y costo que eso implica. No cualquiera que tenga un toro de monta puede llamarse ganadero”, dijo Abarca.

Estas tres familias son propietarias de fincas en Limonal de Abangares, Turrialba, Siquirres, Guácimo de Limón y Parrita.

Como ganaderos de pura cepa, la jornada empieza desdes las 4 a. m y con descansos limitados, apenas para almorzar.

“Yo no veo a los peones como empleados, sino como parte de mi familia. Con ellos salgo a comprar los toros y les damos todo el cuidado que merecen durante el año”, afirmó Chinchilla.

Cada clan de ganaderos tiene su fecha asignada para participar en las corridas de Zapote. El 25 de diciembre abrirán los Chinchilla y el 5 de enero cerrará la ganadería 3 X, de Heriberto Abarca.

Pese a que cada uno tiene su toro emblema de la bravura, todos coinciden en que una sola bestia es insuficiente para resumir el esfuerzo de todo un año.

“El toro es un activo muy preciado para nosotros. En las corridas, no maltratamos a los toros. Ningún toro de casta derrama ni una gota de sangre”, dijo José León, de la ganadería Beto León.

Para ellos, nacer en una finca pesa para que la tradición permanezca entre hijos y nietos.

“Es como nacer en casa de abogados, médicos o periodistas. La tradición pasa porque nos criamos en esto y también nos gusta. Mi papá nos regaló a cada uno un caballo y con los años vamos aprendiendo cómo cuidar al ganado”, afirmó Elki Chinchilla, hija de Jorge.

Este diciembre, mientras el público grite y aplauda, ellos apreciarán el resultado de un año de trabajo con sus toros en el ruedo.