Tica del milagro cargó la reliquia de Juan Pablo II

Floribeth Mora dice ser un ‘instrumento de Dios’, que seguirá dando su testimonio

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Ciudad del Vaticano. La mezcla de culturas que recibió ayer domingo la plaza de San Pedro, en el Vaticano, puso a todos los peregrinos a hablar un mismo idioma: la devoción por la santidad de Juan Pablo II y Juan XXIII.

En la canonización, presidida por el papa Francisco, Floribeth Mora, “la costarricense del milagro”, desfiló con la reliquia de Juan Pablo II (un tubo de ensayo con sangre del santo) mientras los aplausos de miles de peregrinos dejaban un potente eco.

“Solo soy un instrumento de Dios que va a dar el testimonio de vida las veces que sea necesario. Me siento honrada de que Dios ame tanto a Costa Rica”, expresó Floribeth Mora, vecina de La Unión de Cartago, acompañada de su esposo, Edwin Solano.

La fe por ambos papas santos hizo que los ticos acamparan en la plaza de San Pedro, con la desventaja de que tuvieron que desalojar el sitio a las 6 p. m. del sábado y quedaron dispersos para la ceremonia, sin hacerse notar como grupo frente al altar papal.

El papa Francisco comenzó la misa comentando el episodio bíblico sobre Santo Tomás, quien tocó las llagas de Jesús resucitado. Subrayó que Karol Wojtyla (Juan Pablo II) y Angelo Roncalli (Juan XXIII) con su fe tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado.

Desde ayer Juan XXIII también es santo y Costa Rica lo recuerda como el papa bueno que acercó a los feligreses a la Iglesia católica.

“Vengo al Vaticano por los dos santos. Juan XXIII le dio un aire de humildad a la Iglesia, pues termina con las misas en latín. Juan Pablo II siempre fue un santo.

”Ese hombre me hizo llorar cuando llegó a Costa Rica”, dijo Susana Sánchez, de Curridabat.

Flores amarillas, naranjas y rojas decoraban los alrededores para celebrar a los dos papas.

Emoción. A las 5 a. m. y con una temperatura de 14 grados Celsius, los feligreses esperaban envueltos en cobijas y bolsas para dormir.

A esa hora se empezaban a ver las primeras pancartas con frases como “¡Santos ya!”, “Estamos contigo” y “Papas santos”, mientras el protocolo del Vaticano desconocía dónde iba a acomodar a los periodistas de prensa escrita.

Desde la altura de la columnata de Carlo Magno, en la plaza de San Pedro, La Nación captó solo una bandera de Costa Rica. Estaba al lado de una pancarta que decía en latín: “Polonia siempre fiel”.

La misa se inició a las 10 a. m. en medio de un ambiente de júbilo, con el sonido de las campanas y cantos en latín que anunciaba el comienzo de una fiesta de santidad en la capital del catolicismo.

En la celebración participó el papa emérito Benedicto XVI y 92 diplomáticos de todo el mundo, quienes al finalizar la celebración saludaron, uno a uno, al Pontífice.

Cuando Francisco recorrió la plaza de San Pedro en el papamóvil, los peregrinos aplaudieron, sacaron fotografías, marionetas con la cara del Papa, tiraron globos y agitaron banderas de sus países.

Existen muy pocas posibilidades de que el papa Francisco atienda en una audiencia a la tica del milagro (según el Vaticano, la intercesión de Juan Pablo II le ayudó a ser sanada de un aneurisma) y a sus familiares, como inicialmente ella lo había considerado.

“Aún no sabemos con claridad si existirá la oportunidad de que ella tenga una audiencia con el papa. No nos han confirmado nada”, dijo el embajador de Costa Rica ante la Santa Sede, Fernando Sánchez.

Ayer el Vaticano escribió una página más en la historia de la fe de la Iglesia católica con un concierto de banderas de todo el mundo que llegaron a la capital de la fe con peticiones y agradecimientos a sus dos nuevos santos: san Juan Pablo II y san Juan XXIII.

Este lunes, Floribeth Mora partirá al santuario del padre Pío, en San Giovanni Rotondo, a 381 kilómetros al sureste de Roma.