Vicenta ‘la rebelde’ será reconocida en Suiza por su vida de servicio a migrantes en Costa Rica

Vecina de Upala, de 74 años, recibe premio internacional de Acnur junto a excanciller alemana, Angela Merkel

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Vicenta González tiene 74 años, vive en San José de Upala (Alajuela) y es la primera persona a quien buscan las migrantes y solicitantes de refugio cuando llegan al norte de Costa Rica. Ella ha dedicado su vida a ayudar a cientos de mujeres a establecerse en el país y conseguir empleo, al punto de que se ha convertido ahí en la mano derecha del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) para identificar casos vulnerables y atender sus necesidades.

Cuando era joven emigró de Nicaragua y a puro esfuerzo logró radicarse en suelo tico, lo que le permitió ganar la experiencia necesaria para dar una mano a otras compatriotas que intentan salir adelante. Su labor la hizo merecedora del premio Nansen para las Américas, un prestigioso reconocimiento que otorga el Acnur a individuos y grupos por su servicio a las personas refugiadas, y que por primera vez queda en territorio nacional.

El homenaje se realizará el 10 de octubre en Ginebra, Suiza, donde será galardonada junto a la excanciller federal de Alemania, Angela Merkel, quien obtuvo el premio global del Alto Comisionado para los Refugiados. La organización indicó que en su estancia en Europa, la nicaragüense se reunirá con personas con gran influencia a nivel diplomático y empresarial, lo que le permitirá dar mayor proyección a su trabajo.

“Vicenta se describe a sí misma como una rebelde. Recuerda, desde muy pequeña, confrontar a su estricta madre, especialmente cuando se trataba de su voluntad de ayudar a las personas. Recuerda que tenía alrededor de 12 años cuando desafió las órdenes de su madre de evitar que un vecino que padecía una enfermedad pulmonar contagiosa le robara comida y medicinas. Ese mismo espíritu ha guiado sus acciones a lo largo de su vida de servicio en el país que hizo su hogar”, resaltó Acnur.

Durante más de 50 años, doña Vicenta se ha capacitado para enfrentar la complicada burocracia que existe en el país para solicitar asilo, pero también ha brindado albergue y protección a muchas víctimas de violencia de género. Según contó a La Nación, lo principal es enseñarle a sus compañeras cuáles son los deberes que tienen que cumplir para residir aquí y los derechos que pueden defender, pero también escucharlas con atención para entender sus necesidades.

“Al inicio, cuando llegué, me sentí un poco mal porque este es un lugar muy alejado, pero poco a poco me fui integrando a la comunidad y me di cuenta de que podía colaborar en muchas cosas. Empecé un concepto de tardes de café donde todas, ya sean ticas o refugiadas, pueden llegar a integrarse, aprender y conocer sus derechos y defenderse. Para que tengan más comunicación, puedan hablar, desarrollarse. Así empezamos a unirnos y a trabajar entre todas”, relató la adulta mayor.

En su juventud, dijo, asistió más de 200 partos de vecinas que no tenían recursos para trasladarse hasta el hospital y así se dio a conocer en los barrios de Upala... hasta la Cruz Roja y la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) la buscaron para capacitarla para que se ocupara de esa labor en zonas alejadas de este cantón fronterizo, donde el acceso era tan complejo que incluso dificultaba el ingreso de cuerpos de socorro.

‘Debíamos buscar la independencia’

Con su trabajo, se ganó un lugar como defensora de los derechos de la mujer y atendió decenas de casos de víctimas de violencia doméstica que llegaron a su casa a buscar apoyo, sustento e independencia.

Todas esas situaciones la motivaron a iniciar en su finca de cuatro hectáreas un emprendimiento que creció hasta convertirse en una plantación y procesadora de cacao, la cual hoy emplea a 10 mujeres migrantes en un esfuerzo cooperativo llamado Amecup.

“Yo tenía la iniciativa desde hace mucho tiempo, pero nadie me apoyaba. Fue cuando llegó una señora agredida que me di cuenta de que no tenía nada para darle, entonces comencé a contactar a otras mujeres y les dije que necesitábamos hacer algo, porque si no tenemos recursos para apoyar a las personas, no podemos hacer mucho. Yo fui franca en que teníamos que aprender algo porque si no íbamos a seguir dependiendo de otras personas, y más bien debíamos buscar la independencia.

“Me dijeron ‘sí, hagámoslo’, entonces buscamos una capacitación de permacultura y de ahí inició el proyecto del cacao, en 2016. Ya tenemos a varias compañeras trabajando que van aprendiendo a tener sus propios beneficios. Y eso es lo que yo busco, apoyo para que muchas más tengan trabajo. Que haya una fuente de empleo en la comunidad, porque se necesita muchísimo. Tal vez no tengamos tanto, pero es por una buena causa, por eso pasamos solicitando ayuda para crecer”, contó.