Precarios y condominios de lujo se apiñan en terrenos de la GAM

Unos alquilan un rancho a ¢30.000 y otros viven en casas de ¢200 millones

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Una calle de adoquines abre paso al residencial mientras, al fondo, una colina pinta el paisaje con numerosos precarios.

Dicho contraste se llama crecimiento urbano, el cual en los últimos 12 años ha dibujado realidades opuestas en sitios de la capital muy cercanos entre sí.

Mientras unos josefinos habitan en lujosos condominios con piscina, a poca distancia otros viven en pequeños ranchos, construidos con latas y tablas.

Ambos escenarios se encuentran en la Gran Área Metropolitana (GAM) y en la última década han registrado un incremento, según el decimoctavo informe del Estado de la Nación.

A partir de los datos del Censo 2011, el estudio apunta que las residencias en condominios y los edificios en apartamentos han crecido en un 1,6% y 3,6%, respectivamente.

“Vamos para una ciudad densa y compacta, que significa vivienda en altura y en condominio, combinados con área pública”, reconoció la ministra de Vivienda, Irene Campos.

Algunos de estos apartamentos, ubicados en su mayoría en Santa Ana y Escazú, ofrecen vista 360°, lujosos acabados, gimnasios y jardines. Su costo ronda desde ¢60 millones hasta ¢200 millones, según un sondeo de La Nación .

Desde los balcones de esas viviendas, se puede apreciar que los precarios de la GAM también siguen creciendo con la llegada de más personas pobres en busca de oportunidades.

En el Censo 2011, las viviendas de este tipo sumaron 16.019 unidades, y cantones como Curridabat, Goicoechea y Cartago registran un aumento promedio de 165 casas precarias, cada uno.

¿Cómo viven? Entre alamedas de pobreza, se levantó hace 11 años el precario Valle del Sol, un terreno que alberga a 150 familias en Tirrases de Curridabat.

Tienen servicio de agua y luz, que pagan de forma comunal y hay quienes contratan televisión por cable, por ¢13.000 mensuales.

Con los años y el sudor del trabajo, algunos pasaron de un estrecho cuarto de latas a humildes casas de estructura más estable. “Hemos ido progresando con horas de esfuerzo, y metiéndole poquito a poco a nuestra casa”, dijo Luis Antonio Vargas, padre de seis niños.

En el precario, la regla de oro para los más jóvenes es la educación.

“Si queremos una vida mejor, tenemos que procurar que nuestros hijos estudien. Esa es la única forma para salir adelante cuando uno es pobre”, sostuvo Lorena Morales, fundadora de Valle del Sol.

Alquilan cuartos. En este tipo de asentamientos, también hay quienes cobran entre ¢30.000 y ¢ 60.000, mensuales, por un cuarto.

Según el Censo 2011, las populares “cuarterías” dan refugio a 10.568 inquilinos en el país.

“La normativa choca con la realidad; hay que generar normas que estén relacionada con lo que se vive ahí”, dijo Eloísa Ulibarri, directora ejecutiva de la Fundación Promotora de Vivienda (Fuprovi).

En las noches, los pobladores de Valle del Sol cubren las hendijas del techo de sus ranchos con bolsas plásticas, para evitar que la lluvia o el frío de la madrugada alcancen a tocar el suelo de sus viviendas.

Por las orillas de las casas, hay ratas que se pasean por las aguas negras, a falta de alcantarillas.

“No buscamos que nos regalen nada, pero hemos recibido poco apoyo de las instituciones”, alegó la vecina Shirley Valverde.