Hogares para ancianos tropiezan con falta de recursos y deudas

Cuido de cada adulto mayor ronda los ¢300.000 por mes si están sanos

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El son de un bolero con el tic-tac de un reloj marcan el paso desgastado de los hogares de adultos mayores, que caminan entre carencias económicas y deudas.

Paredes, pisos y techos reflejan el paso de los años de aquel último hogar de muchos, en el que comparten canosas anécdotas y tardes de bingos y canciones.

Muchos tocan la puerta sin dinero, sin ropa e, incluso, sin familia. A partir de ahí, empiezan los apuros de una canción que lleva en sus estrofas letras amargas de abandono, pobreza y necesidades de una población vulnerable.

Entre bordones y sillas de ruedas, los comensales llegan a la mesa a desayunar, merendar, almorzar, tomar café, pastillas y cenar.

A la alimentación se suman en la factura la compra de pañales, atención médica, sacerdotes y pago de planillas millonarias.

Servir esa mesa todos los días y atender las necesidades básicas no cuesta menos de ¢300.000 mensuales por adulto mayor.

En una visita realizada por La Nación a tres de los hogares más grandes del país: Santiago Crespo (Alajuela), Carlos María Ulloa (San José) y Alfredo y Delia González Flores (Heredia), sus administradores narran el ingenio para sobrevivir ante la falta de dinero y los atrasos de los fondos que, por ley, les debe girar el Estado.

En deuda. Ejemplo de ello es que, en los últimos tres meses, la falta de acuerdos entre el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam) y la Dirección de Asignaciones Familiares (Desaf) ha dejado a los 153 hogares de ancianos sin ¢300 millones.

La razón es burocrática: papeles van, papeles vienen, y la presidenta ejecutiva de Conapam, Emiliana Rivera, considera que los atrasos son “una cuestión normal e histórica”.

“No es la primera vez que se atrasan estos recursos. Eso no es nuevo; estos atrasos son históricos”, justificó Rivera, quien espera que “ojalá” el dinero se pueda depositar antes de Semana Santa.

Los recursos provenientes de la Desaf se utilizan para pagar los costos de alimentación, vestido y calzado básico, así como artículos de cuidado e higiene personal.

“Sin embargo, un adulto mayor que se encuentre enfermo va a necesitar atención adicional a lo básico y representará un mayor costo”, expresó Marlene Méndez, administradora del Hogar Alfredo y Delia González Flores.

Ante los tropiezos económicos, los administradores organizan rifas, ventas de cachivaches, bailes, y se reciben donaciones para hacer frente al pago de recibos, impuestos y atención de emergencias.

“De la mano con el crecimiento de un hogar, vienen las dificultades financieras. Nuestros costos son de alrededor de ¢63 millones mensuales”, dijo Rodolfo Zúñiga, administrador del Santiago Crespo, en Alajuela, que atiende a 193 adultos.

Las deudas suben y casi la mitad de quienes llegan a los hogares aportan una pensión del Régimen No Contributivo (RNC) de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), de unos ¢74.000 mensuales, con déficit de ¢226.000 por mes.

“Aquí se ha ido haciendo todo, pero a poquitos. La gente cree que nos sobra el dinero, pero es todo lo contrario. Una población tan grande, es difícil”, dijo Sonia Valerín, encargada del Carlos María Ulloa.

El sol alumbra el jardín y ahí está sentado el abuelo, viendo pasar el tiempo, pensando en sus nietos, recordando amores y esperando la hora en que llegará la cena. Detrás de la puerta, el administrador corre para pagar las deudas.