Familias dijeron adiós al mar

Puntarenas y Caldera registraron gran concurrencia de visitantes

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Sobre la arena y resistiendo el calor del mediodía, decenas de coloridas tiendas de campaña adornaron este fin de semana las playas de Caldera y Puntarenas.

Grupos de hasta veinte personas llegaron en microbuses al Pacífico, con hieleras, salchichón y huevos duros para aprovechar el último fin de semana previo a la entrada a clases.

Bajo el sol, muchos patearon bola en una mejenga que solo dejó como resultado espaldas rojas y chorros de sudor y que le abrió el apetito de más de uno, que quedó atrapado por el olor a carne asada.

“La idea es compartir y pasar un rato agradable con la familia. Este paseo lo planeamos desde hace una semana y entre todos nos dividimos los gastos, que fueron como de ¢100.000”, relató Francisco Acuña, quien viajó con su esposa, hijos, nietos y cuñadas desde Sagrada Familia, San José, hasta la playa de Caldera por dos días.

Otros bañistas llevaron grabadoras y al ritmo de cumbia y uno que otro merengue, convirtieron la arena en pista de baile.

“Es muy bonito porque se convierte en un espacio muy familiar, hay gente que también trae hasta el perro y se goza bastante”, narró José Ángel Miranda, mientras alistaba la parrilla con carbón para preparar el almuerzo.

Bajas ventas. Quienes no disfrutaron mucho este fin de semana en la playa fueron los vendedores ambulantes, cuyas ventas de chicharrón no calentaron.

“Ya la gente viene preparada con su comida. Las ventas han estado durísimas y todavía ni he podido comprar los útiles de la escuela de mis chiquitos”, dijo Ruth Sandoval, vendedora en Caldera.

A las 4 p. m., las familias partieron de regreso a casa, sin mayores presas, con historias que contar y con las baterías cargadas para empezar el curso lectivo.