Enviado del Papa: ‘Iglesia vive esperanza tras años de miedo’

Piero Marini delegado de El vaticano

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Esta semana, la Iglesia católica de  Costa Rica celebra el  IV Congreso Eucarístico, cuyo fin es fortalecer, con fe y   reflexión,  la misión de los sacerdotes de llevar el mensaje a los fieles. La actividad concluirá mañana a las 10 a. m., con una misa en el Estadio  Fello Meza, de Cartago,  la cual  presidirá el delegado del Vaticano para Congresos Eucarísticos.

Su casa es el Vaticano y sus palabras narran la vida de un hombre que ha caminado por los pasillos de la Capilla Sixtina, en Roma, al lado de los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y al recién electo, Francisco.

Monseñor Piero Marini tiene 70 años. Está de visita en Costa Rica con motivo del IV Congreso Eucarístico y afirma que el nuevo Papa ha traído cambios de esperanza para la Iglesia católica.

El arzobispo Marini está a favor del Estado laico, apoya la unión civil entre homosexuales y rechaza que Twitter sea una buena opción de comunicación entre el Papa y los fieles.

Para usted, ¿qué ha significado el cambio de Papa?

Se respira un aire fresco, es una ventana a la primavera y a la esperanza. Hasta ahora habíamos respirado aguas de pantano, que huelen mal. Estábamos en una iglesia con miedo de todo y problemática con la situación de los VatiLeaks (filtración de documentos de la ciudad del Vaticano) y la pedofilia. Con Francisco se hablan solo cosas positivas; él pone lo positivo por delante y habla de mantener la esperanza.

¿Podría describir el ambiente que se vive ahora en el Vaticano?

En estos primeros días de pontificado se respira un aire diferente de libertad, una iglesia más cercana a los pobres y menos problemática. A él (Francisco), no le gusta vivir entre las grandes pinturas y el oro.

Con esos gestos humildes, ¿hace un llamado hacia los votos de pobreza de los sacerdotes?

El llamado es que nos preguntemos ¿quiénes son los pobres hoy? Son los que no saben si mañana van a poder comer. Los sacerdotes debemos dar un ejemplo de vida moderada, simple.

¿Implica que el sacerdote salga más del templo y comparta con los más necesitados?

Sin duda alguna. Por eso, el nuevo Papa ha hecho un llamado a que debemos tener el olor de las ovejas; es decir, vivir la vida y la fe con la comunidad.

En sus 18 años como maestro de ceremonias de la liturgia de Juan Pablo II, ¿qué aprendió al lado de un hombre tan admirado?

Aprendí de su sencillez. Era una persona muy simple, espontánea, con grandes ideas de compartir con la gente, de quedarse con los fieles después de la misa charlando. Él había trabajado en una minería y, pues, conocía la realidad y las necesidades de la gente.

¿Alguna conversación, frase o recuerdo que usted guarde con especial cariño de Juan Pablo II?

Me recuerdo que estábamos en unas jornadas de la Juventud en Filipinas, cuando Juan Pablo II, celebró mi primer cumpleaños a los 52 años. Yo nunca antes había soplado las candelas de una tarta, y él reunió a varia gente para que me celebraran. Era muy amable, de buen humor y espontáneo.

¿Cómo hacer para que los jóvenes se integren más a la Iglesia?

Es uno de los problemas más importantes y un reto para la Iglesia católica. Tenemos una ruptura en el paso de testimonio de la fe de una generación a otra. Hay que recuperar ese mensaje y es necesario la comunicación en familia; que los hijos obedezcan a los padres.

El papa Benedicto XVI utilizó Twitter como medio de comunicación, ¿cree que fue efectivo?

De mi parte yo no hubiera utilizado el Twitter, pero al Papa se lo aconsejaron. La Iglesia no tiene que ser una anticuada, pero es necesario tener un poco de cuidado.

En Costa Rica se ha abierto la discusión sobre el Estado laico, ¿que opinión le merece este tipo de decisiones?

Esto ya es una realidad en Europa. Está bien el Estado laico, lo malo es si se convierte en Estado laicista; es decir, que esté contra la Iglesia católica. Ambos no deben verse como enemigos entre sí. En esas discusiones, es necesario, por ejemplo, reconocer la unión de personas del mismo sexo, porque hay muchas parejas que sufren porque no se reconocen sus derechos civiles; lo que no se puede reconocer es que esa pareja sea un matrimonio.