En medio de la vocación hay tiempo para el futbol y el ocio

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No importa la asoleada del mediodía. El padre Rogelio Villalobos, de la iglesia de El Cairo de Siquirres, igual disfruta correr detrás de la bola con los empleados de las piñeras cercanas.

“Decidí ser sacerdote porque pensé que la vida era más que un título y más que dinero . Es un medio para ayudar a las personas y llevo 23 años en esta misión”, manifestó este padre deportista.

En su misión de entrega hacia los demás, los padres también dedican su tiempo libre a pasear por la montaña, oír música, hacer maromas en patineta con jóvenes, reservar una butaca en el teatro o guardar la sotana para ir a patear bola en alguna plaza.

“La Iglesia debe mostrarse cercana a la gente. Es madre y maestra. Es bonito tener amistad con los feligreses y compartir un almuerzo con familias, por ejemplo”, contó el padre Óscar Eduardo Brenes, de la parroquia de Tirrases. Él disfruta al compartir actividades de ocio con otros feligreses o con su mamá y sus sobrinos, en Heredia.

Entrega. La labor del sacerdote toca las puertas de hogares, hospitales y cárceles.

En esos sitios, el cura cumple la función de ser guía. “Trabajar en un hospital es mucho más que tratar con los enfermos. Es dar la noticia de un fallecimiento; es ver a muchos reconciliarse con Dios y eso es maravilloso”, dijo el padre Carlos Humberto Rojas, quien también puso su vocación al servicio del Hospital San Juan de Dios, en San José.

Escuchar y actuar marcan la guía del sacerdocio. El padre Óscar Eduardo Brenes siente una enorme satisfacción al confesar a los vecinos de Tirrases.

“La confesión no es un juicio. Nosotros también somos seres humanos y no estamos para regañar”, dijo el padre Brenes.

En su camino por los pueblos, otra situación que puede ocurrir es que una mujer les resulte atractiva. Sin embargo, su vocación demanda la fidelidad con Dios.

“A uno le puede parecer que una muchacha es muy bonita, pero mi vocación es ser sacerdote y renuevo cada día mi fidelidad con Dios”, narró el padre Carlos Rojas.

Sin horario ni oficina y fuera de la misa , los padres saben que su labor está en la calle.

Aunque pasan durante 10 años entre libros de Teología y Filosofía, los sacerdotes saben que lo suyo no es una profesión, sino más bien el deseo de servir a los demás de forma desinteresada.

Solo así se mantiene viva la tarea de ser pastor de la Iglesia sin lamentar los horarios –que llegan a superar las 12 horas– y el hecho de que no hay salario que pague esta vocación.

De acuerdo con el Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles, ubicado en Paso Ancho, San José, hay 128 jóvenes que están en proceso de formación como sacerdotes. A ellos los motiva un elemento en común: la vocación. Colaboró el corresponsal Alejandro Nerdrick.