Egresada del Hospicio de Huérfanos de San José: ‘Me dejaron en el mejor lugar posible’

Karla cuenta su estancia en Vista de Mar; ella y otra compañera de aquella época confiesan estar preocupadas por el posible cierre del centro que las acogió

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“A los cuatro años mis padres me fueron a dejar al Hospicio de Huérfanos de San José. Los días pasaban, yo esperaba que regresaran por mí, pero nunca lo hicieron”

Este acontecimiento ocurrido hace 29 años, todavía sigue vivo en la memoria de Karla. Debe respirar profundamente antes de poder contarlo, mientras su voz parece quebrarse entre los recuerdos del primero de los 14 años que vivió ahí.

“Fue mi momento más difícil, no lo entendía”, recuerda la mujer que enseguida parece recuperar la tranquilidad de su voz para dar espacio a los buenos recuerdos, que parecieran ser mayoría. Asegura que gracias al hospicio nunca le faltó comida, estudio, vestimenta y tampoco cariño.

“Fue lo mejor que me pudo haber pasado, me dejaron en el mejor lugar posible”, dice. Ella se cuestionaba si sus padres le hubieran podido ofrecer esas condiciones.

Fue en Vista del Mar donde conoció a Mariela, nombre ficticio de otra egresada que solicitó mantener en reserva su identidad.

Ella tiene 35 años ahora y llegó al Hospicio luego de que el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) le retirara a su madre sus dos hijos; ella y su hermano menor.

Mariela recuerda que a sus 10 años se preguntaba constantem ente la razón por la cual tenía que crecer alejada de su mamá, porque ella al menos tenía, a diferencia de muchos de sus compañeros.

“Cuando llegué me pregunté ‘¿Dios mío que estoy haciendo aquí?’, pero cuando uno crece Dios le responde: ‘te puse aquí para cuidarte'”, dijo la mujer.

Un día, cansada de preguntarse lo mismo, decidió entrar a escondidas a la oficina de la psicóloga del centro. Ahí leyó todo su expediente, fue entonces cuando encontró todas sus respuestas.

Su madre sufría esquizofrenia. Ella y su hermano eran pequeños de calle que apenas llegaban a su casa a bañarse y a dormir. Además, en una familia “de muchos tíos y primos”, la pequeña Mariela sufrió violaciones sexuales.

Esas fueron algunas de las razones por las cuales ella y su hermanito terminaron en Vista de Mar, en donde al igual que Karla sus recuerdos son más positivos que negativos.

Hubo agresiones

Ambas mujeres aceptan que durante niñas fueron víctimas de agresiones, sin embargo también coinciden que la administración del centro actuaba rápido y despedía a las trabajadoras que propiciaban este tipo de acciones.

“Había cuidadoras que no tenían el mismo amor para tratarnos. A mí me tocaron unas muy buenas, a su manera. Pero había otras que sí lo agredían a uno, nos pegaban con una faja o nos jalaban las orejas”, recuerda Karla.

‘Mariela’ asegura haber sido una de las niñas más rebeldes de entonces, por ello recuerda que sufría más agresiones. Según acepta la mujer, ella y un grupo de compañeritos “le hicieron la vida imposible” a una cuidadora, que tras el asedio de los menores terminó renunciando.

La psicóloga del centro identificó el comportamiento de este grupo de menores “rebeldes”, por lo que recomendó a la administración del Hospicio, contratar a una cuidadora bastante estricta.

Los fajazos, los jalones de oreja y otras estrictas y hasta agresoras acciones empezaron a ser cosa de todos los días. Recuerda que las niñas reportaban estas crueles acciones ante las monjas que administraban el centro, pero al ser niñas identificadas como rebeldes, las autoridades no les hacían caso.

“Fue hasta un día que las monjas entraron a nuestra casita y se dio cuenta que las frutas que nos regalaban los donantes estaban podridas. Era la cuidadora la que nos prohibía comerlas. Desde entonces nos empezaron a creer y entonces después la despidieron”, recuerda la mujer.

Preocupadas

Karla y Mariela compartieron durante casi cinco años su estadía en el Hospicio de Huérfanos de San José. Hoy ambas tienen su familia y aseguran vivir una vida difícil, pero plena.

“Las cosas son muy diferentes ahora, porque los tiempos cambian y las reglas son diferentes. Ahora hay cámaras en todos los aposentos. La niñez de cualquier persona puede ser muy bonita allí”, dijo Karla, quien además trabajó como cuidadora durante dos años en el mismo hospicio que la vio crecer.

“Ha sido muy doloroso saber que el hogar está siendo cerrado. Es un lugar donde lo acogen a uno, tal vez en el momento, como uno es niño no lo valora, pero cuando uno crece se da cuenta que Dios lo puso a uno para cuidarlo”, dijo ‘Mariela’.

“Sería algo muy lamentable, porque la estructura física que tiene es muy cómoda. Hay espacio, casas, aulas, todo. Ese centro es muy bonito y amplio, tiene todo lo que necesita”, concluyó Karla.