Trasplante de hígado que nunca llegó las convirtió en viudas

Dos mujeres relatan el sufrimiento que hoy viven junto a sus familias luego de que sus parejas murieran mientras estaban en lista de espera por un injerto hepático

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Don Luis falleció a inicios del 2021, cuatro años después de recibir la noticia de que necesitaba un trasplante de hígado para sobrevivir. Dejó esposa, dos hijas y dos nietos, y muchos pero muchos recuerdos entre amigos y familiares que hoy lo extrañan.

Según relató su viuda, un cáncer de hígado que comenzó con una hemorragia en 2017. Ella pidió mantener en reserva su nombre y el de sus hijas y nietos, ya que el dolor de lo vivido aún los agobia.

Esta es una de las dos historias de familias que perdieron a un miembro muy importante en sus vidas tras esperas prolongadas por un trasplante de hígado.

En sus relatos se mezclan elementos comunes: la falta de claridad en la información sobre su posición en la lista de candidatos a la cirugía y la escasez de donantes que les brindaran esperanzas de vida.

Jubilación a solas

La historia de Luis (nombre ficticio a petición de la familia) es narrada por su esposa, quien recientemente se jubiló como funcionaria pública, una oportunidad que no ha podido disfrutar porque siempre soñó hacerlo junto a su marido, pero él ya no está.

“Mi esposo comenzó con una hemorragia. Lo llevamos a un doctor particular que le descubrió un cáncer luego de muchos exámenes. Tenía varios tumores en el hígado.

“Fuimos referidos al hospital de Heredia, al área de trasplantes, y de allí nos enviaron al México, donde lo operaron. Fue en ese momento cuando escuchamos por primera vez que mi esposo era candidato a un trasplante de hígado. Nos derivaron a Trabajo Social para recibir todas las indicaciones y preparar la casa”, relata la señora.

Esto ocurrió en el 2017. Ahí comenzó la espera, aquella en la que toda la familia aguarda a que suene el teléfono con la ansiada llamada para la operación.

“Mientras tanto, él continuaba siendo atendido cada tres o seis meses por diferentes médicos. Después de la operación, no se encontraba en estado grave. Siguió trabajando, pero apareció el agotamiento y la debilidad. Además, tenía restricciones en su alimentación.

“A medida que las consultas pasaban y cambiábamos de médico en cada visita sin obtener explicaciones claras ni respuestas sobre cuándo sería operado, comenzamos a preocuparnos.

“Nos encontramos en una gran confusión y preguntábamos sobre el estado del trasplante. La única respuesta que recibíamos era que aún no era el momento. Luego llegó la pandemia y todos los pacientes comenzaron a ser atendidos mediante llamadas telefónicas”, recuerda.

Al finalizar el primer año de la pandemia, la relativa estabilidad de Luis llegó a su fin. Fue cuestión de 15 días. “Fue fulminante”, resume su viuda.

“Cuando mi esposo se enfermó, solo duró 15 días y falleció. Comenzó a sentir malestares en diciembre de 2020, describiéndolo como gastritis. Consulté a un médico y me comentó que mi esposo estaba entrando en una etapa crítica. Sugirió que la enfermedad podría haber progresado. En la semana siguiente, mi esposo falleció”, cuenta.

La casa quedó lista con todas las modificaciones necesarias para recibir a Luis con el trasplante que lamentablemente nunca se llegó a concretar.

“Estábamos entusiasmados con eso. ¡Viera cómo teníamos la casa! Pero luego los doctores nos dijeron que no era así, que teníamos que esperar a que apareciera un donador, y nunca apareció uno para él”, relata con tristeza.

Nunca apareció donante

A Jorge (nombre ficticio) lo trasladaron desde un hospital regional al México cuando los doctores concluyeron que un trasplante de hígado era para él cuestión de vida o muerte. Apenas sobrepasaba los 50 años.

Al rememorar los cinco meses que vivieron en 2019, su viuda no puede evitar expresar su descontento: el donante necesario para su esposo nunca apareció. No obstante, reconoce que en el hospital Jorge recibió los mejores cuidados y se hizo lo posible para evitar que su condición empeorara mientras esperaba el trasplante.

Sin embargo, eso nunca sucedió. Este comerciante de oficio, falleció dos meses después de ingresar al México, sin posibilidad de cirugía.

“Él tenía cirrosis provocada por el consumo de alcohol aunque había dejado de tomar hace muchísimos años. No le gustaba ir al doctor. Cuando se sintió mal, fue a la farmacia y se compró unas pastillas que, después de tomar durante un año, lo empezaron a poner amarillo (ictericia).

“En cuestión de pocos días, perdió como 50 kilos. También se le jodieron los riñones y empezó a retener mucho líquido. A él, que no le gustaban los médicos, terminó en una procesión de hospitales: aquí donde vivimos, en uno privado y en el México.

“Cuando lo trasladaron al México, nos tocó esperar y esperar y esperar, y nada que aparecía el donante. Le limpiaban la sangre con una máquina para que se le quitara lo amarillo de la piel y los ojos. También le pusieron diálisis para los riñones. Según nos contaron, él estaba en una lista con otras 182 personas en espera de trasplante de hígado”, recuerda.

El tiempo transcurrió y Jorge empeoró notablemente. Su viuda recuerda el día en que él le pidió ayuda para vomitar y, por primera vez, vio que expulsaba sangre por la boca.

“Llamé a la enfermera. Desesperada, gritaba al ver la gran cantidad de sangre. Él se quejaba de dolor. Durante una gastroscopia descubrieron várices esofágicas, las cuales se habían roto y no pudieron cauterizar. Fue una experiencia sumamente dolorosa y angustiante”, relata.

Ese episodio obligó a referir a Jorge a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde estuvo varios días.

“Pregunté por qué no le realizaban el trasplante y me dijeron que no había un hígado disponible para él. Mi esposo estaba completamente hinchado. No soportaba ni una gota de crema en sus piernas ni en sus manos. Le pedía a Dios un milagro. Fue entonces cuando otro médico me informó que sus horas estaban contadas”.

Murió a finales del 2019. La familia se había preparado para recibirlo en casa luego del trasplante, pero solo recibieron un cuerpo para el velorio.

“Nunca apareció un donante. ¡Eran 182 personas en lista! Le daban posibilidades si llegaba el hígado, pero esa oportunidad nunca llegó”.