Maestra casi pierde pierna al derrapar en moto cuando iba hacia la escuela

Lluvia y camino de lastre se aliaron para que la docente terminara bajo el camión de un vecino; docente pasó seis meses entre salones de hospital, alejada de su familia

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“Esto me ocurrió el 26 de julio del 2022. Yo iba rumbo a mi escuela, en La Esperanza de Cóbano (Puntarenas). Son casi tres horas de trayecto. Tengo que salir de mi casa a las 4 a. m. en moto para llegar diez minutos antes de las 7 a. m. En ese trayecto me pasó el accidente. Me alcanzó la lluvia, un aguacero muy fuerte, y me derrapó la moto”.

La historia de este accidente en moto de la docente Gabriela Barquero Rodríguez, incluye varias operaciones y seis meses de terapias. La Nación habló con esta vecina de Pueblo Nuevo de Paquera, a finales de enero, mientras cumplía uno de sus prolongados internamientos en el albergue del Instituto Nacional de Seguros (INS). Estaba a pocos días de cumplir 45 años.

“Ha sido muy duro estar aquí. Un proceso muy difícil. No es tan fácil estar en San José, y mi hija allá, en Paquera. Soy madre soltera de una joven de 16 años. Ya está en quinto año y no es una niña, pero para mí lo va a ser siempre”, expresó Barquero.

Gabriela es una de las dos maestras de la escuela de La Esperanza de Cóbano, atiende los cinco grupos. La otra educadora es la directora, quien además da primer grado; entre ambas están a cargo de 42 estudiantes.

Como consecuencia del accidente, su pierna izquierda sufrió fracturas de tibia y peroné por las que tuvo que pasar al quirófano. En el proceso, se infectó con una bacteria que estuvo a punto de causarle la amputación de la pierna.

También su mano derecha resultó afectada en el accidente. Ambas lesiones (pierna y mano) solo le permitieron pasar con su familia 24 y 25 de diciembre del 2022. El resto del tiempo, desde ese 26 de julio del 2022, transcurrió entre los salones del Hospital del Trauma y del albergue del INS.

A finales de enero, cuando hablamos con ella, Gabriela Barquero soñaba con regresar a las aulas el 6 de febrero, aunque fuera arrastrando la pierna afectada, con la que ya había empezado a dar sus primeros pasos.

Dos nacimientos

La docente de Paquera relata que ella, como motociclista, nunca maneja rápido. “Por eso, duro mucho en llegar a la escuela. No voy nunca a más de 60 (kilómetros por hora), porque me da miedo caerme”.

El día del accidente llovía demasiado. Como dice la gente del campo, se vino el mundo en agua y fue bajo ese aguacero que Gabriela tomó su moto y condujo por una carretera de lastre.

Todo sucedió en la llamada Vuelta de los Mangos, que tiene forma de ‘S’. Gabriela llevaba más de una hora conduciendo bajo el aguacero y planeaba parar a escampar un rato en la entrada a Pochote. “Ahí me quedo, pensaba. Y no quedé ni a 100 metros de la parada cuando me ya me había pasado eso”, narró. “Eso” fue el accidente.

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“Yo sentí que la moto derrapó. Al querer enderezarla lo que hice fue acelerarla y choqué contra el carro de don Andrés y se lo desbaraté. Yo quedé debajo”, recordó mientras recibía hidroterapia en uno de los tanques de los salones de rehabilitación del INS.

Don Andrés, contó luego, es uno de sus vecinos. Él venía en sentido contrario cuando sucedió el percance. “Cuando escuché venir la ambulancia, sentí unos nervios terribles. De ahora en adelante, mi cumpleaños será el 26 de julio, porque ese día Dios me dio una oportunidad de renacer, de ser mejor de lo que era antes”, expresó conmovida.

Apenas a finales de enero pasado, Gabriela logró volver a caminar. Hasta entonces, no se despegaba de la silla de ruedas. La terapia para dar sus primeros pasos no fue ni física ni emocionalmente fácil, reconoció. René, su fisioterapeuta, la obligaba a caminar, algo que al principio a ella no le cayó muy bien.

A la vuelta de los días y ya caminando, no halla en dónde poner a René. “Cuando yo logré caminar, yo deseaba abrazar a René y manifestarle mi agradecimiento. Porque si él no me hubiera hablado fuerte, no lo logro. Uno tiene un pensamiento del ‘pobrecito yo’, que no debe existir nunca, ni en esto ni en nada”, aconsejó.

Riesgo de amputación

“Lo más triste para mí fue la bacteria”, contó Gabriela Barquero. La contrajo durante su internamiento en el Hospital del Trauma.

“Me hablaron de que tal vez tendrían que amputar. Cuando el doctor me dijo esto, recuerdo que llamé a mi hermana Adriana, le pedí que orara por mí, porque el doctor me dijo que si no servía el tratamiento la tenían que amputar”, rememoró.

Su fe en el Espíritu Santo y las oraciones de su familia, amigos y alumnos hicieron el milagro. Muchos milagros en realidad. Uno de los más importantes, dice, es tomar toda esta larga y dolorosa experiencia de un cuerpo lesionado y del alejamiento de la familia, como una gran enseñanza que le cambió la forma de ver la vida para siempre.

Esto es lo que le permite soñar. Y en enero su sueño era regresar a su escuela sin el bordón que usó en los primeros días después de volver a caminar. “Espero volver a jugar bola con ellos”, manifestó.

Perdió la cuenta de las platinas y tornillos que le metieron los cirujanos para corregir la fractura en su pierna. Según la posición en la que se ponga, dijo, le suena ¡pra!

“Cuando llegué a mi casa, el primer día, yo deseaba tener las manos como elásticas para abrazarlos a todos. ¡Incluyendo mis dos gatos y mi perro! He aprendido que la vida se acaba y se apaga en un instante y a mí Dios me dio una oportunidad”.

Esta entrevista fue realizada como parte del especial publicado por La Nación “La muerte viaja en moto”.