‘Desde mi cama, en el Ceaco, veía pasar bolsas con muertos al contenedor y me preguntaba cuándo sería yo el siguiente’

A Jorge Jiménez se le grabó esa imagen, mientras luchaba por su vida; la atención recibida durante dos semanas en ese hospital, le permitió volver junto a su familia, en San Vito

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Desde una de las 88 camas del Ceaco, Jorge Jiménez Guillén, de 55 años, tenía vista al contenedor donde guardaban los cadáveres de quienes no resistían a la covid-19. Es una de las imágenes que guardará en la memoria de su paso por el Centro de Atención Especializada para Pacientes de Covid-19 (Ceaco), donde estuvo internado entre el 30 de julio y el 13 de agosto de este año.

“Había unos ventanales que daban al contenedor de los fallecidos. Yo veía donde subían las bolsitas, y uno contagiado de lo mismo. Es impactante”, reconoce desde su casa en San Vito de Coto Brus, en Puntarenas, donde se recupera de las secuelas que le dejó esta enfermedad. Su familia también se contagió. Su esposa estuvo hospitalizada, pero en Pérez Zeledón, casi al mismo tiempo.

Este agrónomo de profesión también recuerda la sensación de apretones de mano, de palmadas en la espalda y las palabras de aliento que nunca dejaron de salir del personal de salud que lo tuvo bajo su cuidado durante el internamiento, el mismo que ahora no lo ha perdido de vista en su proceso de recuperación.

“Mientras estuve en el hospital, tuve dos ataques de ansiedad, muy fuertes. Había gente que llegaba y me sobaba la cabeza; me decían que estuviera tranquilo. Gracias a Dios, no llegué a que me intubaran, pero no me pude apear de la cama en diez días.

“Perdí mucho peso. Queda uno muy débil. El día en que me quitaron todo, llegó una muchacha de terapia y me preguntó si podía caminar. Serían unos dos o tres pasos hacia la ventana y no los pude dar”, recuerda sobre los primeros momentos.

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La terapia física que ha recibido desde entonces, primero presencialmente y luego mediante sesiones virtuales, lo tiene de vuelta en su trabajo en fincas, y con la vida restablecida, poco a poco.

Jiménez está entre quienes creen que un hospital como el Ceaco no debería desaparecer y lamentan su cierre técnico, que se inició el 22 de noviembre, día en que ya no se permitió el ingreso de más pacientes. El Ceaco devolverá las instalaciones que el Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare) prestó, en marzo del 2020, para crear el primer hospital totalmente enfocado en la atención de la covid-19.

“Unidades como esas no deberían quitarse, más allá de la covid. Hay gente muy capacitada y profesional. Se debería hacer un esfuerzo y mantener. Ojalá no se pierda ese recurso humano que se concentró ahí. Ahí llegó gente de todo el país. Que lo vuelvan a dispersar diría que es un error, pero uno no es el que toma esas decisiones. En mi caso, gracias a Dios me contagié, y existió el Ceaco para recuperarme”, exhortó.

Jiménez fue uno de los 2.840 pacientes que pasaron por el Ceaco en 20 meses de trabajo ininterrumpido. Sus rezos y los de su familia, así como el cuidado del personal, evitó que pasara a engrosar la lista de víctimas mortales, que ahí llegó a 645 personas.