Casa se volvió muy estrecha para esta silla de ruedas

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Uno de los apuros más evidentes que encara la familia Rodríguez Zeledón es el de tener más espacio en la casa para que la silla de ruedas de Daniel pueda movilizarse con más libertad.

Daniel es el hijo mayor. Tiene 12 años y una variedad de distrofia muscular llamada Duchenne, que lo dejó sin movimiento en sus piernas desde los 9 años.

Su hermano pequeño, Joel, de cinco años, también tiene el gen que causa esta enfermedad pero aún no ha manifestado con fuerza los síntomas típicos de la distrofia: agotamiento, dolor físico y trastornos motores.

Esta familia vive en La Aurora de Alajuelita. Ivette Zeledón, la mamá, cuenta que intentaron solicitar un bono de vivienda para ampliar la casa que lograron comprar.

Les rechazaron la solicitud porque el ingreso mensual que, entre ella y su esposo, William Rodríguez, logran reunir, sobrepasó en ¢82.000 el límite establecido en los requisitos.

Lo que no tomaron en cuenta quienes evaluaron la solicitud del bono, son las necesidades que le genera a este grupo familiar el enfrentar una enfermedad por partida doble.

Zeledón y Rodríguez comprenden que, debido a las características de este mal, sus dos hijos ya no estarán con ellos en un futuro no muy lejano. Esto explica por qué trabajan tanto para darles lo que necesiten.

Y, de nuevo, la falta de espacio es una de las mayores dificultades para los cuatro. Deben cargar a Daniel en sus brazos para bañarlo o acostarlo. La silla de ruedas –que lograron comprar en ¢2,8 millones–, solo tiene espacio para ser maniobrada en la sala, patio y garaje.

Cada una de las cosas, grandes o pequeñas, que han logrado para sus hijos, ha implicado un esfuerzo sobrehumano.

Aunque Daniel, quien cursa sexto grado en la Escuela Abraham Lincoln, de Alajuelita, sabe lo que le espera debido a su padecimiento, su rostro afable no lo refleja. Él sigue más interesado en vivir el día a día, ser de los mejores promedios de su curso y continuar como portero en el equipo escolar.