Rodolfo Piza: el abogado empeñado en domar un caballo chúcaro

Dicharachero, amante de la lectura, escritor y tímido en recuperación, el candidato del PUSC busca la Presidencia convencido de que es un deber

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Aunque en su casa siempre hubo política y derecho en el menú de todas las comidas, a aquel adolescente larguirucho solo lo desvelaban el baloncesto, los dibujos y los libros. Una noche, cuando tenía 13 años, tuvo un sueño extraño: era presidente de la República cuando Costa Rica celebraba dos siglos de vida independiente. Cosa curiosa porque, en aquel momento, él anhelada ser arquitecto y nadie en casa lo contradecía.

El joven Rodolfo Emilio Francisco Manuel de Jesús Piza de Rocafort olvidó rápidamente aquella locura; sin embargo, el abogado y político de 59 años, más conocido como Rodolfo Piza Rocafort, no puede evitar recordarlo ahora que lucha por convencer a los costarricenses de que su candidatura con el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) es una buena opción en una cerrada y volátil contienda con otros 12 aspirantes a la Presidencia de la República.

Después de empezar a estudiar arquitectura en la universidad y dar un golpe de timón hacia el derecho –siguiendo los pasos de su padre, el destacado exdiputado y magistrado Rodolfo Piza Escalante (1930-2002)–, este hombre de 1,89 m, goloso confeso y fiebre de los dichos y los chistes construyó un camino en que ha sido abogado, profesor universitario, canciller, vicerrector, director de la Reforma del Estado, embajador alterno ante la Organización de las Naciones Unidas, presidente de la Caja Costarricense del Seguro Social, escritor de ocho libros de derecho y literatura, magistrado suplente de la Sala Constitucional y miembro de una junta de notables.

Siempre ha ondeado la bandera rojiazul del PUSC. Sin embargo, ante los escándalos que sacudieron a los líderes del partido y desacuerdos con la dirigencia, optó por alejarse durante nueve años (2004-2013). Una nueva generación le pidió volver a un PUSC que ya no era la fuerza arrolladora de otrora, sino una agrupación que luchaba por sobrevivir y sacar algunos diputados en la Asamblea Legislativa.

Su segunda esposa, Annie Loría, y sus hijos (Marina, Rodolfo y Alejandro, nacidos en el matrimonio con Eugenia María Goicoechea) le dijeron que era una locura; él lo pensó concienzudamente, asegura; metió cabeza y decidió regresar para luchar como precandidato.

“Si usted no es capaz de levantar un partido, de limpiarlo, cómo va a convencer al país de que puede levantarlo; no tendría ninguna credibilidad…”, repite como un mantra cada vez que recuerda su decisión del 2013.

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Tres caballos chúcaros

Este vecino de Escazú perdió la convención socialcristiana de ese 2013 contra el doctor Rodolfo Hernández, el del estetoscopio y el apoyo del calderonismo de cepa colorada (esto fue antes de que el médico y el expresidente Rafael Ángel Calderón hicieran casa y partido aparte: el Republicano Social Cristiano).

Perder le dolió, admite este abogado que obtuvo su doctorado en España, pero pronto se levantó para seguir sin resentimientos… [En su autoexamen hablado, Piza cuenta que “no conoce el rencor, pero es firme”; es el mismo Piza que, en el debate televisado de canal 7, el martes 30 de enero del este 2018, le recetó enjuague bucal a Antonio Álvarez Desanti por decir mentiras sobre él, según alegó].

Aceptó acompañar a Hernández en la fórmula presidencial que presentó el socialcristianismo para la elección del 2014. Pronto, él tendría un mal augurio que no supo identificar; en un tope en Guápiles, antes del inicio de la campaña electoral, Hernández y Piza se encontraron y esto es lo que recuerda el abogado: “El doctor me dijo que estaba muy cansado, que montara yo su caballo y acabara el tope”. Y así pasó.

Semanas después, a inicios de octubre, la situación se puso chúcara: el doctor Hernández renunció a la candidatura (entre muchos dimes y diretes) y a Piza le tocó asumirla –con apoyo de la Asamblea Nacional del partido– y encontrar en 48 horas a sus dos candidatos a vicepresidentes (Carlos Araya y Patricia Vega) a solo seis días del comienzo de la contienda electoral.

Con todo, Piza obtuvo un 6,02 % de los votos (123.653) en la elección que terminó ganando, en segunda ronda, Luis Guillermo Solís, del Partido Acción Ciudadana, y el PUSC llegó a los ocho diputados en la Asamblea Legislativa, dos más que en el periodo anterior. “No era tan ingenuo para saber que no iba a cambiar las cosas radicalmente… Pero no se limpia una casa quemándola”, explica.

Nunca fue el panorama más halagüeño, pero el hijo de Rodolfo Piza Escalante aprendió de su progenitor la perseverancia, a dar las batallas completas. Para muestra, esta anécdota en la que, de nuevo, hay un caballo chúcaro.

La familia estaba de paseo en Agua Buena de Coto Brus (Puntarenas) y le prestaron a Rodolfito, de 10 años, un cuadrúpedo arisco que pronto lo hizo espetar, casi llorando, “yo me bajo, yo me bajo”. Su padre intervino y no lo dejó renunciar. “Me dijo: ‘No, mire, yo voy a estar aquí a la par suya. Pero no se baja porque si usted se baja, se baja toda la vida… Uno carajillo ni entiende eso, pero fue muy importante”, rememora ahora el hijo con profundo respeto.

Su madre le enseñó a odiar las deudas y a manejar las finanzas con gran cuidado. En su familia “nunca ha sobrado, pero nunca ha faltado la comedera”; sin embargo, sí hubo épocas difíciles, detalla Piza, debido a las deudas que contrajo su padre –sin la venia conyugal– para financiar su campaña a la Asamblea Legislativa en 1974.

La “obsesión con las platas” del actual candidato obedece, también, a que tiene muy fresca la dura crisis económica costarricense de los años 80: “A mi generación nos marcó mucho”. Entonces, él estaba recién casado en primeras nupcias y no la pasó tan mal porque tenía un buen trabajo en el Instituto Interamericano de Derechos Humanos.

Unos años después, su situación cambió. Regresó de estudiar de España con su hija Marina pequeña, sin trabajo, algunas deudas y poco dinero saliendo del bufete. “Siempre pienso positivamente y es cuando le encuentro mucho valor a la frase ‘Dios sabe por qué hace las cosas’. Siempre he encontrado que cuando unas puertas se cierran, otras se abren”, explica este admirador de Cicerón y estudioso desde la universidad de los caracteres del buen gobernante. En aquella época halló en las clases el gran alivio a su situación; luego, fueron llegando otras oportunidades.

La tercera lección con un caballo involucrado le enseñó a tener más cuidado y es la más reciente. En abril del 2016 en un tope, lo botó un equino y el golpe no solo lo mandó al hospital, sino que estuvo a punto de dejarlo inmóvil ya que se rompió una vértebra.

Responsabilidad y timidez

Cara a cara, Rodolfo Piza es conversador –“a veces demasiado”, agrega riendo– y dicharachero. A él le gustan las metáforas. “Uso mucho la metáfora. La metáfora es un resumen de la parábola y el dicho es un resumen de la metáfora”, propone. Con dichos, metáforas e historias procura acercarse a su interlocutor y explica su aplicación concreta en la conversación para que el sentido no divague en el mar de posibles lecturas. Frente a la cámaras, el abogado deja su actitud distendida al hablar y se pone más rígido.

Es un hombre tímido, eso lo deja claro todo su círculo cercano, así como su enorme esfuerzo para combatirlo. “Ha mejorado muchísimo”, dice su hija Marina, quien lo califica como un papá muy presente, que sabe escuchar y que no olvida nada, así como un abuelo amoroso –“no tengo palabras para describir como es con mis dos hijas”–.

Y es que Piza volvió a postularse en el PUSC y quedar como candidato (ya sin el doctor ni Calderón) para esta campaña no porque sea su sueño, sino porque lo considera “una responsabilidad a la que no puede faltar”. “Es el cumplimiento del deber. Por la misma razón por la que Ulises va a la Guerra de Troya porque no le puede fallar a Grecia”, comenta.

En su familia, esta enseñanza ha permeado. “Tenemos ese deber con Costa Rica; a veces somos muy malagradecidos... Sin embargo, él tiene claro ese deber y eso me enorgullece de él”, dice Marina.

Sus detractores lo han calificado de demagogo, de débil o, por el contrario, de enojarse con facilidad. Este abogado asegura que solo promete lo que cree que podría lograr en un gobierno de hoy –e insiste en que Costa Rica puede soñar con un metro– y que es firme, pero balanceado. ¿Es muy bravo? “No, para nada es así”, lo defiende su hija de 32 años.

Cada vez que tiene tiempo, Piza se escapa a leer o a escribir. La escritura, que empezó como poemas juveniles influidos por la Generación del 27, le ha dejado ocho libros y un premio en ensayo (Aquileo J. Echeverría).

Como lector es más ecléctico y se deja atrapar por libros de derecho, historia y literatura (acaba de leer Sapiens y La columna de hierro).

Este fanático de Sabina y de las películas de El señor de los anillos y La guerra de las galaxias, considera que House of Cards (que trata sobre el poder, las intrigas y la Presidencia de Estados Unidos) es una buena serie, pero se trata de una caricatura. “Distorsionan un concepto que es básico: el objetivo no es sentarse en la silla (del presidente) ni mantenerse sentado, el objetivo es qué podemos hacer desde esa silla por la sociedad. El poder es un medio, nunca con un fin. Allí radica mi diferencia con Maquiavelo (“el fin justifica los medios”). (...) A mí me interesa ser presidente de este país, pero quiero ser un buen presidente, no me interesa sentarme en la silla”.

En su casa, ahora, la política es pan de cada minuto. A 46 años de aquel sueño alocado, los desvelos de este abogado altísimo (encuestas, acusaciones para su partido por el cementazo, ataques entre candidatos, estrategias y posibilidades) han cambiado radicalmente y sigue tratando de domar al caballo chúcaro.