Conozca el pueblo con el mayor abstencionismo de Costa Rica

En San Gerardo Norte de Irazú solo el 15% de los electores votó el 6 de febrero. En la alejada comunidad cartaginesa, el maestro de la escuela unidocente y los lugareños apuntan a tres motivos por los cuales casi nadie puede, ni quiere, emitir el sufragio

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El 6 de febrero, las elecciones transcurrieron en la Escuela Argentina Góngora de Robert, ubicada en San Gerardo Norte de Oreamuno, en Cartago, en total normalidad. Se pegó la lista de votantes, se alistaron las papeletas y abrió puntualmente, a las 6 a. m. Pero, sin que nadie lo supiera, al final de la jornada una particularidad diferenció a este centro de los otros 6.700 que trabajaron ese día en los 82 cantones.

La junta receptora de votos número 4.162, instalada en esta escuela unidocente, tuvo el porcentaje de abstencionismo más alto del país, sin contar las mesas habilitadas en cárceles ni hogares de ancianos. Aquí llegó solo un 14,8% de los electores inscritos, una cifra muy inferior al 60% registrado a nivel nacional.

De los 88 costarricenses mayores de 18 años que podían emitir el voto a la escuela, solo 13 lo hicieron. Al maestro Allan Chaves, la noticia no le sorprendió. Cuando las clases empezaron, a mediados de febrero, él les preguntó a sus 18 estudiantes si sus papás habían ido a votar. Todos respondieron que no. ¿Por qué en San Gerardo casi nadie vota?

La respuesta del docente, así como las de las dos lugareñas que La Nación encontró durante una visita a la comunidad, apuntan a tres motivos: la extrema dificultad de movilidad en la zona, con largas distancias por recorrer y un camino de tierra en pésimas condiciones; la ausencia de la mayoría de los electores, quienes se fueron a vivir a otros lugares con más posibilidades; y la indiferencia de los pocos vecinos que aún quedan, para quienes el cambio de Gobierno nunca implica diferencia.

“Más bien se olvidan de que aquí vive gente”, dijo Lucrecia Méndez, una de las pocas personas que sí fue a votar.

Una hora a caballo

El camino a San Gerardo Norte empieza cuando la carretera que lleva al Volcán Irazú se acaba. A la par del portón de ingreso al parque nacional, a mano derecha, una calle de tierra, con muchas piedras sueltas, accesible solo para vehículos de doble tracción y con vista al volcán Turrialba, baja por un trayecto de seis kilómetros que se recorre en aproximadamente 40 minutos.

La bienvenida la da una gruta con la imagen del santo patrono, ubicada junto a una lechería, donde los trabajadores no tienen tiempo de conversar porque ya es hora de ordeñar las vacas. Después se llega a la escuela, un pequeño inmueble de color celeste con verjas negras, en cuya pared el maestro Allan y la docente de preescolar colocaron un cartel alusivo a la campaña nacional de 1856-1857.

No hay iglesia, pulpería, ni más casas cerca. Todos los estudiantes vienen de lejos, por eso algunos utilizan botas de hule. Natalia llega cada día a caballo, desde la lechería en la que trabaja su familia, en Santa Teresa, a más de una hora del lugar. La acompaña su mamá, Karol Sánchez Rivera, quien se queda a su lado durante las clases. Ella está empadronada en ese mismo centro educativo, pero el 6 de febrero no fue a votar.

“Esta vez no pude venir. Por el horario, es que como mi esposo trabaja y eso, se nos hacía muy difícil”, explicó Sánchez.

La mamá de la niña de seis años, quien cursa el primer grado, contó que ella por lo general emite el sufragio. No es afín a ningún partido político, si no que se fija en los candidatos. Ella espera poder votar el próximo 3 de abril, dijo que si lo logra, votará por José María Figueres.

No votan ni aquí ni allá

En la Junta Receptora 4.162 hay 88 personas empadronadas. 34 son mujeres, el resto son hombres. El elector de mayor edad tiene 87 años y el más joven cumplió los 18 años en octubre. La edad promedio es de 40 años.

El apellido paterno de la mamá de Natalia, Sánchez, es el más común del pueblo, lo comparten 30 votantes. Sin embargo, el profesor Allan aseguró que el registro del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) dista mucho de la realidad. Según sus cálculos, en la zona pueden haber unas 20 personas en condiciones de votar, los demás son menores y extranjeros que laboran en las fincas lecheras.

Como encargado de la escuela unidocente, Chaves recibió en enero la lista de electores inscritos en la Escuela Argentina Góngora de Robert y la pegó en la pared, para que los papás de sus alumnos se buscaran a sí mismos y a sus familiares. Pero ellos mismos le dijeron que muchas de esas personas ya no viven en San Gerardo.

“Por motivo de trabajo se han ido a vivir a otras comunidades, y la gente que sí vive aquí y tiene que venir a votar, está muy lejos. Entonces no votan ni allá, ni acá”, explicó Chaves. Sánchez asintió, y afirmó que muchos de sus familiares se han ido a San José, a Cartago o a Tierra Blanca.

Aquí prácticamente no hay opciones de empleo. Algunas familias siembran zanahoria o papa, pero la mayoría se dedica a la producción de leche. Los menores por lo general sacan el sexto grado, a lo sumo, y luego se dedican a la ganadería o a labores domésticas, en el caso de las niñas.

El acceso es una de las principales dificultades de los pobladores. La mayoría no tiene vehículo propio, el servicio de bus es inexistente y el camino está en tan malas condiciones que los taxis les cobran ¢35.000 por llevarlos a la vía principal. Un viaje ida y vuelta equivale a una quincena de trabajo.

Ganó el PUSC

“Yo vine a votar, yo voto aquí. Pero es que ahorita está complicado, qué pereza, ya no se sabe por quién votar. Todo está difícil, con todo lo que sale en las noticias, que una cosa, que la otra, y ya no se sabe por quién votar”, contó Lucrecia Méndez, quien llegó a las 11 a. m. a la escuela a dejar un almuerzo.

Según contó, votó por Lineth Saborío, de la Unidad Social Cristiana (PUSC), porque una vez un señor de ese partido les dijo que si quedaba electo como alcalde, les arreglaba el camino. Sin embargo, no lo hizo convencida. “Ya uno no confía en nadie. Y después viene gente que promete, y promete, y promete, y nunca cumplen nada”, se quejó.

El PUSC fue el partido más favorecido en esta junta receptora, con un total de cuatro votos. Por José María Figueres, el liberacionista que disputará la segunda ronda, sufragaron dos personas. A Rodrigo Chaves, el otro candidato que aparecerá en la papeleta el próximo 3 de abril, no lo apoyó nadie. ¿Votará Lucrecia ese día? Ella dice que aún no sabe.

“Si vota uno, será votar por Figueres, porque dicen que el otro supuestamente no es muy convincente. Pero porque tiene que votar uno, porque no hay ningún candidato que ya sea… Vamos a estar en lo mismo. Ya no, qué va”, afirmó.

‘Cambia el Gobierno y para ellos sigue igual’

En un intento por motivar a los papás de sus alumnos para que fueran a votar, en enero, el maestro Allan les envió un papelito con el horario de la votación y una invitación a que llegaran el 6 de febrero. Pero, siendo realista, él sabe que para ellos las elecciones no son relevantes.

“También es que ellos no sienten el apoyo de nadie, no hay municipalidad, no hay diputados que les ayuden, como para que digan, ‘ay sí, yo voy a votar porque me beneficia’, no, para ellos no, porque cambia el Gobierno y para ellos sigue igual”, afirmó el docente.

En San Gerardo el ambiente electoral es inexistente: no hay vallas, no hay banderas y los candidatos no llegan a pedir el voto. Por eso, el maestro se esfuerza por inculcar el espíritu cívico en sus alumnos dentro del aula, aprovechando experiencias como la elección de la directiva, para la cual prepara papeletas y recintos secretos similares a los que utiliza el TSE.

“Sí saben que hay elecciones porque en la escuela se les da la información de cómo se hace, ponemos videos de cómo se participa, porque ellos no lo ven. La escuela es el canal que ellos tienen para aprender qué es votación, qué es cambio de gobierno y demás”, explicó Chaves.