Jornada electoral con la carne en el asador

Comerciantes improvisados aprovecharon la fecha para hacer negocio

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Hay carpas de todos los colores: rojiamarilla, verdiblanca, rojiazul o verdirroja, pero bajo el paraguas de Franklin Gamboa sobresale el color naranja. Vende mandarinas, papayas y granadillas, aunque el producto estrella ha sido la pipa, que, por cierto, ya se le acabó.

Es mediodía y este comerciante les saca el jugo a las frutas y también a la jornada electoral. Su puesto es uno de los levantados en las cercanías de la Escuela República Dominicana, en San Francisco de Dos Ríos, San José, donde votaban 11.207 personas.

A la vuelta, la familia Rodríguez Quirós está echando carbón para asar carne y venderla en gallitos junto con la repostería que prepararon para ofrecer cerca de uno de los poyos del parque. El parque se va llenando.

Se hace una presa y un barullo en la entrada al centro de votación; un grupo juvenil de boy scouts pela los ojos para asistir a los votantes. Ariana Flores, de 14 años, dice que algunos adultos no esperan que ellos terminen de ofrecerles ayuda, cuando salen “despavoridos”, haciendo muecas furibundas.

Son las 12:24 p. m. y llegaron los almuerzos de la Unidad. “Es cantonés y un bonete de pan... o parece cantonés, pero no sé qué es”, expresa Andrea Solís, con el recipiente de estereofón en la mano. A los pocos metros, un voluntario del PUSC le grita a alguien del PAC : “¡Vaporrr, Vaporrr..., venga pa’ quererlo!”. Se abrazan como vecinos que desde hace mucho no se ven. De hecho, hace mucho no se ven.

Otros amigos –dos bigotudos de diferentes partidos– se palmotean las espaldas frente al toldo del Frente Amplio, donde suena una salsa cruda desde un par de parlantes acomodados a ambos lados de la cafetera. “Se me fue la mujer, se me fue la mujer...”, se escucha a un volumen que se desvanece con el alboroto de pitoretas. Hay carros de todos los tonos con banderas multicolores. Cada chofer pone su propio ritmo al ruido de los pitos.

Es una fiesta electoral, pero Roberto Rivas vive una propia. La tarde apenas empieza y ya se le agotan las paletas que lleva en el carrito. A la hora de elegir helado, a la gente no le importa tanto el color.