Expatriados nicaragüenses recibieron ayuda de un amigo insospechado: la Iglesia Luterana Costarricense

Albergue recibió durante el 2019 a más de 500 personas, en su mayoría nicaragüenses, que buscaban refugio en el país

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Temiendo persecuciones y amenazas de muerte, miles de nicaragüenses dejaron su país a partir de abril del 2018, cuando estalló el conflicto político con el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

La crisis dejó 325 muertos y cientos de presos. Muchos huyeron a Costa Rica, adonde llegaron sin dinero ni techo y, en medio de las carencias, recibieron el apoyo en una organización religiosa que suele evitar el protagonismo en los medios.

La Iglesia Luterana Costarricense empezó a conocer de casos de expatriados que solicitaban refugio y que no tenían donde dormir.

Así, desde enero del 2019, esta Iglesia habilitó el Albergue Luterano en sus instalaciones en Paso Ancho, al sur de San José, en donde podía atender en forma simultánea a un máximo de 30 personas entre familias y personas que vienen solas.

“Un papá y una mamá con dos niñas y un niño estuvieron en el albergue en el 2019; llegaron sin nada y estuvieron aquí tres meses en total".

"Luego pudieron irse una casa alquilada; el papá ahora tiene un trabajo y los niños se matricularon en la escuela de la localidad. Somos un espacio para que puedan integrarse a la sociedad costarricense”, explicó Gilberto Quesada, pastor de la Iglesia Luterana y presidente de su junta directiva en el país.

“Somos una iglesia que insiste en no ser proselitista. Ofrecemos ayuda o canalizamos ayuda que nunca es a cambio de la feligresía. La intención no es crecer en miembros por estos programas”, añadió.

Ayuda

Según Luis Flores, coordinador del Albergue Luterano y miembro de la iglesia, durante el 2019 se atendieron unos 175 casos, que sumaban a más de 500 personas atendidas.

“Recibimos familias numerosas, madres solteras, parejas y personas solas; un 70% eran provenientes de Nicaragua y el otro 30% representa población indígena del país, personas de Cuba, El Salvador, venezolanos, colombianos, hondureños y hasta tuvimos una familia de Angola”, señaló.

A quienes reciben en el albergue se les pide seguir normas de convivencia a cambio de alimento, vestimenta, un techo, asesoría legal para transporte y apoyo psicológico.

No obstante, el pastor cree que les hacen falta herramientas para ayudar a los migrantes a conseguir ofertas laborales.

Según contó Gilberto Quesada, las personas que llegan al albergue son remitidas por otras instituciones interesadas en atender a las poblaciones migrantes, como la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR), organizaciones jesuitas e, incluso, los mismos feligreses de la Iglesia.

“La mayoría de las personas que ocupan el albergue están tramitando alguna otra ayuda solidaria de alguna institución más grande que nosotros, como ACNUR. Por ejemplo, el lunes 6 de abril, una pareja de adultos mayores salió del albergue después de mes y medio y yo la recibí en Puriscal en su nueva casa que van a alquilar, gracias a una ayuda económica de ACNUR”, explicó Quesada.

“Este albergue es el primer espacio, la plataforma mientras se hacen los trámites para conseguir otras ayudas”, agregó.

Migración y el coronavirus

El único impedimento para seguir albergando a la población migrante, hasta el momento, vino con la emergencia sanitaria que vive el país por el nuevo coronavirus, que les obligó a detener la recepción de personas.

“Manteníamos el albergue a cupo lleno con 30 personas, pero todo cambió con el tema de la pandemia. Se decidió no recibir más personas por el momento; aunque haya personas que se estén mudando, preferimos evitar el hacinamiento”, enfatizó Quirós.

La Iglesia Luterana ha estado presente en Costa Rica por 32 años y, según su actual presidente, tiene una “vocación social” que les impulsa a atender minorías como las comunidades indígenas, personas en condición de pobreza, personas con VIH, entre otras.

“Nuestra ayuda no las canalizamos hacia la feligresía exclusivamente: es para quien la necesite. Trabajamos con indígenas, trabajamos con pentecostales o católicos romanos; no hay filtros que digan que solo atendemos a gente que sea de la iglesia luterana y eso nos gusta, porque la necesidad no debería tener un color religioso”, declaró Quirós.