75 años de la abolición del Ejército: Excombatiente de 1948, ‘Costa Rica es mejor así, sin guerra’

Andrés Díaz decía en 2020: “La guerra es matarse, heridas. Sufre usted, sufre su familia, sufren sus tíos, su sobrinos, sus nietos. Todos sufrimos en un país así. Para mí, en una guerra no hay vida, y no es bonito ver caer a su familia y a sus amigos en una guerra”.

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Por primera vez en la historia, Costa Rica celebró, el 1.° de diciembre de 2020, el Día de la Abolición del Ejército. Son 75 años sin fuerzas armadas en este 2023.

“Costa Rica es mejor así, sin guerra. La guerra es matarse, heridas. Sufre usted, sufre su familia, sufren sus tíos, su sobrinos, sus nietos. Todos sufrimos en un país así. Para mí, en una guerra no hay vida, y no es bonito ver caer a su familia y a sus amigos en una guerra”.

Dicha reflexión toma forma de verdad absoluta en la voz de Andrés Díaz Díaz, de 88 años, un excombatiente de la guerra de 1948 que habló con La Nación en 2020.

Tenía apenas 16 años cuando atendió el llamado a la guerra desatada por la anulación de las elecciones de 1948, entre Otilio Ulate y Rafael Ángel Calderón Guardia.

José Figueres Ferrer, aliado de Ulate —quien había sido declarado ganador— lideró la contienda, la cual duró cinco semanas y dejó más de 500 muertos.

El 1.° de diciembre de 1948, en el cuartel Bellavista –hoy el Museo Nacional– ‘don Pepe’ realizó el acto simbólico de abolición del ejército, dando un mazazo en una de las paredes del simbólico edificio.

En el 2019, los diputados aprobaron una ley para declarar esta fecha como feriado de pago no obligatorio. Eliminaron del calendario la festividad del 12 de octubre, que conmemoraba el encuentro de culturas.

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Memorias de oro

Fue muchos años después de la guerra cuando Álvaro Fallas Gamboa, quien fungió como mandadero en aquel entonces, se enteró del peso que tuvo su aporte para la democracia costarricense.

“Yo no combatí porque yo fui el mandadero, y una vez me hicieron una entrevista unos comandantes y me dicen: ‘No, usted no fue mandadero, usted trabajó en el servicio de inteligencia’”, cuenta el hombre, quien en 2020, cuando se le entrevistó, tenía 89 años.

Fueron momentos tensos, recuerda. En aquel momento no imaginaba que dichas experiencias se convertirían en curiosas anécdotas con el paso de los años.

“Quemaron 10.000 sacos de café para exportar. Quemaron todo el beneficio, y quemaron un teatro que tenía don Jorge Zeledón, con toda la pata, como los teatros de San José, de dos pisos. Eso lo quemaron. Solo cenizas quedaron. Y seis casas de peones. ¡Aquel olor a café y nosotros ese día no habíamos tomado café en todo el día. ¡Viera qué olor a café!”, cuenta.

La historia también sigue viva en la memoria de Aurelia Cordero, en 2020 con 92 años.

Orgullosa, ella relata las peripecias por las que tuvo que pasar para auxiliar a los combatientes.

“Yo me iba nerviosa y de todo, porque me pasara algo, pero gracias al Señor no me pasó nada. Y cumplía. Yo madrugaba, con los zapatillos en la mano. Allá había un pozo de agua por donde había que pasar, porque era un puro barreal aquello. No había carreteras.

“Yo llevaba un pañito. Me limpiaba los pies, me los lavaba, los metía en la poza y dejaba el pañito escondido, para regresar, y así”, rememora.

Pasajes similares se pasean por la mente de Carlos ‘Caliche’ Ramírez, quien comentó cómo, tras el llamado de Pepe Figueres, se formó el ejército de voluntarios para ir a las armas.

“Esos voluntarios eran parte de los empleados de la Asamblea Legislativa, incluyendo los diputados, empleados del INS, de salubridad, de Obras Públicas, empleados de varias cuestiones. En total, nos logramos reunir 176 personas”, afirma.

Para entonces, él trabajaba para Obras Públicas, pues su papá lo mandaba a trabajar durante las vacaciones.

“Yo era ayudante de ayudante de mecánico en Obras Públicas”, expresa sonriente.

En tanto, Rogelio Cascante Villalobos, en 2020 de 89 años, afirmó con convicción que volvería a hacer todo de nuevo.

“No me arrepiento. Si hubiera que volver a hacer las cosas que hicimos, las volvemos a hacer, con tal de que Costa Rica siga con la democracia que tenemos.

“A nosotros, sea como sea, nos costó 15 muertos y un montón de heridos, pero le pusimos la cereza al pastel de la democracia.

“Ya de ahí para acá, nunca volvió nadie a intentar invadir Costa Rica, ni jugar con la paz de Costa Rica”, afirmó.

Este artículo se publicó en La Nación, originalmente, en La Nación, el 1.º de diciembre del 2020.