Nueva vida para Helena

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Los bosques húmedos de la tierra de las aguas, Tapantí, en Cartago, la recibieron como su invitada especial el sábado anterior. Allí y con un nuevo aire, Helena, la osita perezosa que fue apedreada hace unos días por unos niños de San Isidro de Coronado, se recupera en libertad de sus heridas.

Aunque perdió su ojo derecho y tiene algunas escoriaciones en sus uñas y hocico, no pierde el ánimo. Atrás quedaron las marcas de la soga en su cuello y la jaula de conejo en donde pasó muchos días encerrada mientras su carcelero buscaba quién se la comprara por ¢300 para abastecerse de droga.

Como ella hay muchos animalitos más en las abultadas cifras que manejan los grupos conservacionistas. Todos forman parte del mercado negro de fauna silvestre que cruza de extremo a extremo nuestro país.

Según Francisco Quesada, presidente de la Asociación Preservacionista de Flora y Fauna Silvestre (APREFLOFAS), ellos han recibido cientos de casos de mapaches, monos, loras, armadillos y aves cantoras.

Helena solo ha sido uno más, con la diferencia de que ella topó con suerte. Otros, encontraron la muerte a manos de sus captores, tal y como le sucedió a un pelícano atropellado intencionalmente por un jet ski, en playas de Doña Ana, y a un mono carablanca, al que encontraron en la cajuela de un carro, en San Carlos: estaba atado de manos y pies, con su cuello roto por el esfuerzo para liberarse.

"Le pedimos a la gente que evite situaciones como estas pues muchos son animales en peligro de extinción. Se necesita solo un poco más de conciencia de los costarricenses para denunciar en Vida Silvestre casos parecidos. Es por el bien de todos", concluyó Quesada.