La noche de himno, gases y piedras que puso fin al bloqueo en Liverpool de Limón

Los vecinos de la comunidad controlaban la protesta, aunque se preparon para el enfrentamiento con los antimotines, al final tuvieron que abandonar el campo de batalla

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Entonar el himno nacional era más una acción amenazante de los protestantes contra la Fuerza Pública que un acto de civismo en sí.

La barricada estaba lista. Llantas, piedras escombros y sí, hasta la banca de una iglesia.

Así intentaban refugiarse los vecinos de Liverpool, en el último bloqueo en la carretera hacia Limón ante el inminente uso de la fuerza para reabrir el paso.

Poco antes hicieron lo mismo en el cruce a Río Frío, donde estaba el primer bloqueo de la carretera; ese era controlado por traileros.

Eran 85 kilómetros de distancia y al menos 15 bloqueos con camioneros, vecinos, estudiantes y profesores revueltos. Estos últimos dos grupos decidieron ceder.

En Liverpool parecía que iba a ser peor que lo sucedido en el cruce a Río Frío, y lo fue.

Con cascos de motocicletas y algunas barreras, los manifestantes se preparaban para el encuentro con los policías antimotines.

El clima parecía enrarecido y los vecinos que no participaban del movimiento, estaban asustados.

Los traileros que tampoco tenían nada que ver con el problema también tomaron precauciones, pues al no poder dar la vuelta en tan angosta calle, decidieron dejar atrás los contenedores y se llevaron lejos sus cabezales de lo que pronto sería un campo de piedras y gases.

Si los contenedores tuvieran un cementerio, se parecería mucho a lo que se veía en la ruta 32, donde quedaron enfilados sin sus cabezales.

Minutos antes de la batalla, parecían ser más quienes se proponían mantener el pie el bloqueo, que las mismas autoridades que buscaban derribarlo.

Frente a ellos, los antimotines, detrás de la seguridad, los policías de tránsito que aguardaban por si debían mover algún camión o bajar placas, como sucedió en otros puntos.

En los primeros minutos de este martes, unos cinco cartuchos de gases lacrimógenos fueron lanzados contra el grupo que impedía el paso , del otro lado piedras, botellas y algún disparo.

Esa detonación la reportó el Ministerio de Seguridad, pues con el golpe de las piedras contra los escudos de los antimotines, el sonido pareció perderse.

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Eran grandes rocas, más grandes que el tamaño de la palma de la mano. Un golpe de una de ellas podría dañar gravemente a cualquiera.

Todo ocurría, por el mismo sitio por donde poco antes pasaron decenas de turistas extranjeros que intentaban llegar a Limón.

Entre ellos, unos alemanes deseosos de conocer el Caribe, era su primer día en Costa Rica. Unos uruguayos que tenían una agenda definida para poder visitar Cahuita, Manzanillo, Tortuguero y Puerto Viejo. Lo harían en dos días, después partirían a Panamá, con la posibilidad de que adelantaran su salida por la situación del país.

También había niños y adultos mayores a metros de distancia. Ellos poco entendían de lo que pasaba.

Una hora después del lanzamiento de piedras, gases y más, continuaba el enfrentamiento, aunque el repliegue de los manifestantes fue rápido. Ellos se metieron entre los callejones de Liverpool.

¡Hay niños! Gritaba una madre desde una de las casas. Allí parecía que había importante apoyo a la huelga, algunos increparon a los medios porque solo “acuden a Limón solo para hablar cosas malas” de la provincia.

“Ustedes los periodistas son todos iguales”, decía un joven que se tapó la cara ante la cámara.

Más adelante, puerto Limón mantenía su tranquilidad, no así Liverpool, que se perdió entre la bruma y los gases lacrimógenos.