Ficción de una promesa para una vecina de Los Guido: ‘Yo tengo los papeles’

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“Yo tengo los papeles”, dice con convicción Dora Sanabria Arias. Se vuelve hacia su hijo, Mauricio, quien se peina en el quicio de la puerta del patio de su casa.

“Traeme los papeles para que los vea el muchacho”, agrega.

Está sentada. Vestido negro y pelo blanco. Sonríe curiosa. Se deja sacar fotos. Conversa. Bromea.

Se le pregunta de nuevo por el apellido: “Sanabria Arias”, dice. “La hermana de Óscar (Arias, el expresidente), pero sin plata”.

Sanabria llegó a Los Guido en 1986 con sus hijos y un esposo que la dejó. Llegó porque le dijeron que le iban a dar casa. Esa había sido la promesa.

“Hace 28 años llegué aquí y este lote era un lote marcado con estacas que me dio Eduardo Martínez. Me dijo que este pedazo de tierra era mío”, agrega.

Los dedos largos y secos señalan el aire. Dora Sanabria reconstruye el pasado.

“Aquí estaba don Eugenio Montoya midiendo y repartiendo los lotes. El día que llegué me dijeron que el lote estaba valorado en ¢60.000, pero que, de acuerdo con las posibilidades de la persona, no iba a costar nada”, recuerda.

Ella insiste en que tiene los papeles y hace una seña hacia adentro, como llamando con los ojos a su hijo, quien se tarda.

Es una casa pequeña. Un patio cercado con latas y concreto. La instalación eléctrica se deja ver por la falta de cielorraso. Es una casa pobre. No es un tugurio. Para ella vale todo, aunque no pagara nada.

“Para ser sincera, yo no lo he pagado, porque así me dijeron y nadie me lo cobró”, confiesa.

También rememora cómo el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU) entregó las ayudas del bono familiar a la gente de Los Guido.

Una ayuda parcial que no era la solución prometida en campaña por Óscar Arias y que se otorgó en los tiempos en que Fernando Zumbado era ministro de Vivienda.

Si bien antes de redactar esta nota se intentó hablar con Zumbado, no respondió las llamadas. Para Sanabria, lo que daban en un salón los personeros del Ministerio de Vivienda no pasaba de “cosillas”.

“Pocos de cemento, cable para la instalación de la corriente eléctrica y a muchos otros les dieron las baldosas para las paredes”.

Recuerda también lo duro de los primeros días, sin agua ni electricidad. Cuando la gente todavía se bañaba en las quebradas.

Por fin sale su hijo con las copias arrugadas y amarillentas de un plano en que se señala que el dueño del terreno es el INVU.