Fin de semana tico se mueve al ritmo de ver, comprar o desear

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Entre tiendas, precios y descuentos, más familias costarricenses dedican sábados y domingos a recorrer los pasillos de los centros comerciales como una forma de pasar el tiempo juntos.

Se abren la puertas del mall y empieza un desfile de personajes que caminan frente a las ventanas de un mundillo que ofrece de todo para todos los gustos, olores, colores y sabores.

Es una burbuja dispuesta a vender productos a cambio de felicidad, para alcanzar el logro de subir una grada más de la empinada escalera del estatus social.

De acuerdo con la encuesta de Unimer para La Nación sobre la calidad de vida de los costarricenses, más personas visitan los fines de semana los centros comerciales con respecto al 2002, año de la última encuesta sobre este tema.

Contrario a esto, cada vez menos ticos dedican sus sábados y domingos para ir a misa o al culto (solo un 13%), quedarse en casa (37%) o visitar a otros familiares y amigos (18%).

En el hobby de pasar frente a los ventanales, la gracia es mantener los ojos atentos a los rótulos que destacan la palabra “descuento”.

Detrás de cada promoción, unos compran y salen contentos; otros chocan contra el precio y esperan la quincena, y muchos otros pasan la tarjeta de crédito y acumulan deudas que los ahogan a fin de mes.

La encuesta revela que un 71% de los 1.200 encuestados define el alcance de sus sueños en función de metas materiales; mientras que para el 55% la falta de recursos económicos es la razón de su infortunio.

“Vivimos en una sociedad que define el éxito en función de lo material, dejando de lado lo que la gente disfruta hacer”, explicó la psicóloga Amaryllis Quirós.

Anónimos. En ese sube y baja de escaleras eléctricas, la familia está pendiente de todo y de nada al mismo tiempo. Lo que importa es comprar, enviar mensajes y sacarse fotos para el Facebook frente al carro del año que nunca comprarán.

En el tránsito por los pasillos, más de una mirada burlona critica el colorete de la muchacha que no tenía espejo, la moda extravagante de algún otro por allá, y alguna que otra parejilla dispareja que camina sonriente y de la mano.

Llegan al centro de comidas rápidas y es hora de hacer fila frente a las numerosas ventanillas de pollo frito, pizza , hamburguesas y papas en combos, en medio de promociones que crecen al ritmo en que sube el calor y el ruido donde todo el mundo habla a la vez, pero a nadie le importa.

Pasa el tiempo y los minutos se pierden entre la tarde. El niño va agarrado de la mano y aunque quiere correr, jugar y brincar, en la tienda no lo dejan tocar, ensuciar ni quebrar nada.

Pasó el fin de semana y mañana hay una silla de oficina que lo espera para trabajar.

Empieza el lunes y con él viene el ajetreo para cumplir horarios: en escuelas, universidades o centros de trabajo, un día más en carrera.