En las fiestas en honor a la Virgen de los Ángeles, la Iglesia católica prohibirá todo tipo de publicidad dentro de la basílica de Cartago.
Este año, durante los primeros días de agosto, las vallas comerciales se habían instalado dentro del templo con el fin de separar el paso de los devotos que ingresaban de rodillas, con los que caminaban hacia el altar.
Sin embargo, los anuncios generaron la crítica de algunos sectores y monseñor Francisco Ulloa aclaró ayer que se prohibirán.
El obispo aseguró que la Basílica tiene sus propias vallas, con mensajes alusivos a la fe mariana, pero pocos días antes de la romería algunas fueron sustraídas.
“Agradecemos el apoyo, por la premura en la que estábamos, pero concuerdo en que no es indicado ponerlas dentro del templo”, explicó el obispo en la tradicional actividad de ‘La Pasada’, este domingo.
Esa tradición data de 1782 y consiste en una procesión en donde la imagen de la Virgen de los Ángeles pasa de la catedral de Nuestra Señora del Carmen a la basílica.
El nuncio apostólico Pierre Nguyen Van Tot, reveló el nombramiento del sacerdote Eduardo Ramírez, como administrador de la diócesis de Limón, mientras el Papa nombra un nuevo obispo.
Mensaje. Monseñor Ulloa también hizo un llamado a la oración contra la guerra y aseguró que la desigualdad social combinada con la violencia son los factores que ponen en riesgo la paz en Costa Rica.
“No podemos tener paz suficiente si no hay una repartición equitativa de la riqueza. Ese es un tema que los candidatos a la Presidencia deben trabajar”, dijo Ulloa.
En la capacidad de soluciones que puede aportar la Iglesia católica, el obispo dijo que cuentan con una pastoral social que busca apoyar a los más necesitados, pero sus recursos son limitados.
“Debemos de procurar la equidad social. La Iglesia católica apoya todos los proyectos que el Gobierno se ha propuesto para combatir la desigualdad. La Iglesia y el Gobierno deben apoyarse para atender la pobreza”, dijo monseñor Ulloa.
La actividad de ‘La Pasada’ nació en 1782, tras la molestia del obispo Florencio Tristán por las fiestas con licor a las que se sumaban sacerdotes y que duraban un mes frente a la actual basílica.