Tica cosecha frutos en desierto de Abu Dabi y llama a otros a seguirla

Con 24 años, ingeniera del Tec y exgerente de Uber inicia el 2022 cursando una maestría en inteligencia artificial e invita a otros a cultivar sus sueños

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Ariana Bermúdez Venegas se despierta hace cinco meses a más de 14.000 kilómetros de su casa en Heredia en una metrópoli en el desierto donde el Sol dispara los termómetros a 45 grados centígrados. Vive en Ciudad Masdar en el Emirato Árabe de Abu Dabi; una urbe que funciona a base de luz solar donde cursa una maestría en inteligencia artificial.

A sus 24 años, partió de su hogar en San Pablo de Heredia con un diploma de Ingeniería en Computación del Instituto Tecnológico de Costa Rica (Tec) y era gerente de negocio en Uber.

Sin embargo, su anhelo de crecimiento personal y profesional la llevaron de buscar este 2022 una especialidad, nuevos rumbos y retarse. La suya es una aventura nacida en la pandemia que la empuja a quitarse camisas de fuerza mentales frente a los obstáculos y abrirse un horizonte más amplio.

Desde aquel sitio, ahora invita a otros a jóvenes a seguir sus pasos pues justo en enero su casa de enseñanza abre el proceso de admisión.

“Lo que hago acá no es imposible aunque a veces se siente así. Me gustaría ver más estudiantes ticos aquí porque tenemos muchas ideas de la cultura árabe bien distintas a la realidad. Hay que trabajar duro y preguntar y preguntar y perderle el miedo a buscar la oportunidad con persistencia. Si este año no se pudo, seguir el otro”, afirmó Bermúdez el 20 de diciembre pasado en una llamada por video desde su cuarto universitario.

Mientras conversa, se ve a sus espaldas un especie de altar patrio que llama su “miniCosta Rica” hecha con afiches de paisajes naturales, adornos típicos sobre las mesas y fotografías de su familia y sus dos grandes anclas: su papá, Roy Bermúdez, y su mamá, Gabriela Venegas.

Cuando iba a graduarse en el Tec, hizo la práctica profesional fuera del país con una beca de la Universidad de Toronto, en Canadá, del programa Líderes Emergentes en las Américas (ELAP) que le permitió trabajar en inteligencia artificial para un laboratorio llamado PARMA, en agosto del 2018. Allí elaboró un programa de aprendizaje automático que ayuda a los dentistas a discriminar con precisión cuándo descartar por desgaste unas placas que utilizan al hacer rayos x.

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Para el 2019, de vuelta a Costa Rica, trabajó con Uber en análisis de datos que es su gran pasión. El trabajo le encantó y terminó dirigiendo un equipo en Uber Eats cuando vino la pandemia. Fue en el encierro sanitario del 2020 que alzó la vista hacia otros horizontes que todavía no incluían Abu Dabi.

Aplicó a becas para especializarse para lo cual consultaba la página de la Cancillería.

Procuró ser tan selectiva como optimista de que lograría alguna hasta topar con los requisitos que sintió agobiantes. Fue así como echó mano de un lema suyo: “divide los requisitos y vencerás”. Le resultó más sencillo agrupar en listas los requisitos y tiempos para resolverlos como parte de una matriz de objetivos que iba tachando según los conseguía. Así se facilitó cada aplicación.

Momento de la verdad

Un amigo le sugirió aplicar para una beca en Emiratos Árabes que, para ella, era una región tan distante como desconocida. Sin embargo, se convenció aunque con algunos temores (”el lugar ponía muchas preguntas en mi mente”, aseguró). Hoy celebra el consejo del amigo, pues su beca le cubre la universidad, la estadía y le paga un salario.

“Para alguien que ya trabaje, es una gran oportunidad”, explicó la egresada del Colegio Santa María de Guadalupe en Santo Domingo de Heredia quien desde junio está en una maestría en aprendizaje automático (machine learning) en la Universidad de Inteligencia Artificial Mohamed bin Zayed.

“En computación nunca se deja de estudiar. Cuando me aceptaron, me empezaron las mariposas en el estómago y no podía dormir. Tenía dos años con Uber y muchos sentimientos encontrados porque no quería dejar mi trabajo. Hasta me puse a llorar”, reconoció.

Para cuando cerró esa puerta, se le empezaron a abrir umbrales insospechados con tintes tan llamativos como globales. Descubrió que en Emiratos Árabes el 80% de sus habitantes son expatriados de otras naciones y casi toda la población habla inglés (cada servicio y etiqueta de producto se describe en inglés y árabe del Golfo).

En su universidad, convive con otros 100 estudiantes de 40 nacionalidades en condiciones de mucho estudio y dedicación por el alto grado de exigencia durante su proceso de investigación y aprendizaje.

El equipamiento, dice, es de ensueño dado su nivel de sofisticación que, para ella, es más elevado que centros de investigación en Norteamérica y Europa. Su universidad imparte maestrías y doctorados en aprendizaje automático, visión artificial (proceso, análisis y comprensión automática de imágenes) y procesamiento de lenguajes naturales (interacción entre computadoras y lenguaje humano).

“Es muy demandante y hay noches largas de estudio, pero la vida no arranca tan temprano como en Costa Rica donde tengo la impresión que nos levantamos a las 5 a. m. para evitar presas. Aquí la gente se levanta a las 6:30 a. m.”, narró.

La diversidad de ciudadanías facilitó su adaptación y así también la oferta en los supermercados, según descubrió, al punto de que llevar una dieta tica, mexicana, italiana o europea es bien fácil.

“Los dulces árabes son muy buenos y tienen un delicioso té llamado karak. Aquí les encanta el café y ha sido de mis mejores formas de socializar pues he regalado café de Costa Rica y les fascina. Algunos hasta mandaron a traer más café nuestro por Internet”, contó Bermúdez entre risas.

Otros asuntos sí han requerido más esfuerzo de adaptación. Cuenta que, entre julio y agosto, los días llegan a ser tan calientes y húmedos como un mediodía en Palmar Sur de Osa dada la cercanía de las aguas del golfo Pérsico. “Es como una sauna”, describió.

En consecuencia, ha debido darse dos baños al día para refrescarse y empezó a vestirse con la tradicional abaya: una prenda típica a base de tejido ligero para cubrirse del Sol y mantener el cuerpo fresco.

Otra sorpresa es la división por género: el gimnasio, el transporte público, los dormitorios universitarios. Todo.

“Compañeras acá me dicen que supuestamente es para brindarle más seguridad a la mujer. Una acá puede salir a las 2 a. m. sin temor y en verdad que es seguro. Puedo irme de Abu Dabi a Dubái sin inquietud porque hay demasiada legislación que me protege”, indicó.

Los emiratíes, según su percepción, le parecen personas muy espirituales reacias a los vicios, el alcohol y las drogas y trato civilizado al extremo. Además, añadió, a quienes les importa mucho la familia y hospitalarios en el trato.

“Le digo a mi mamá que, cuando hablo con un emiratí, siento que me tratan como si fuera de la realeza por su lenguaje tan correcto. Siempre se comunican en inglés pero saludan en árabe con mensajes profundos y cariñosos de buena voluntad. Cuando te llaman, es como si te hablara una abuela o una tía que te quiere mucho y solo te desea el bien”, relató con ojos muy abiertos en la pantalla.

Otro aspecto que resaltó son los aromas. “Aquí les encantan los perfumes, en todo lado huele delicioso. En cualquier lugar o feria venden especias, fragancias, aceites e inciensos. Es una experiencia colorida, sensorial y positiva en el más amplio sentido posible”, describió.

A su familia la extraña mucho pero con WhatsApp pesan menos los 10 husos horarios de separación.

“Estos días tengo una pausa de lecciones y me levanto a las 10:30 a. m. para acostarme tarde y cubrir más horas diurnas en Costa Rica. Para sentirme que estoy en la casa, dejamos los teléfonos conectados en una llamada de video en vivo para ver a mis papás, mis perritos y la casa. Ayer me reí porque mi mamá se fue a la tienda Rosabal para yo viera todo. El otro día, mi abuelita me mostró unas orquídeas”, explicó.

Otros aspectos sí son más difíciles de conjugar pero sin ser imposibles. Como está en una ciudad en la arena, extraña la conexión con la naturaleza de Costa Rica. Sin embargo, ella y sus compañeros a veces organizan paseos nocturnos al desierto donde la ausencia de luces regala un festín visual de cielos estrellados.

En la pantalla, Bermúdez cierra un poco los ojos y reaparece debajo la sonrisa cuando describe que esas salidas han sido un bálsamo mental y de las actividades más disfrutadas allá; otro regalo impensado de esta apuesta que llegó a asustarla pero hoy le prové frutos sobre el mismo desierto.