Educar a un hijo en colegio privado cuesta de ¢2 millones a ¢8 millones al año

Datos de sondeo realizado por ‘La Nación’ incluyen matrícula y mensualidad. Consejo de Promoción de la Competitividad afirma que inversión representa hasta 35% de los ingresos de estos hogares

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Los ¢5,5 millones que Angie Calderón y su esposo pagan por año para que su hija Maripaz estudie en un colegio privado, representaron más horas de trabajo. Sin embargo, tomaron la decisión para darle a la adolescente mejores herramientas.

“La suma es grande y el esfuerzo como madre también, pero mi hija maneja muy bien el inglés y realizará bachillerato internacional. En una escuela pública, pues es complicado que eso se logre, a pesar de que la educación sea buena”, expresó la madre.

Esta enfermera relató que su hija estuvo en instituciones públicas los primeros años de estudio, pero hubo factores que la impulsaron a buscar una “mejor educación” para ella.

“En el público los profesores faltaban, se perdían clases y en los años donde más se aprende, eso no es aceptable. Así que decidí, junto con mi esposo, trabajar un poco más de horas para buscar otras opciones educativas”, expresó.

Al final, optaron por inscribirla en el West College, en Escazú, que representa una inversión de ¢5.590.000 en matrícula y mensualidad.

Esfuerzos como este lo realizan las familias de más de 93.000 estudiantes que acuden a primarias y secundarias privadas, de acuerdo con datos correspondientes a 2022; los de 2023 están en proceso de recolección por el Ministerio de Educación Pública (MEP) que lleva a cabo el censo escolar mediante su plataforma SABER.

Esos hogares desembolsan por cada hijo matriculado en escuela o colegio privado entre ¢2 millones y ¢8 millones por año, según un sondeo realizado por La Nación con diferentes instituciones educativas para conocer precios de matrícula y mensualidades; sin contar alimentación, uniformes, materiales y transporte.

Andrés Fernández, economista del Consejo de Promoción de la Competitividad de Costa Rica, explicó que al tomar en consideración la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (Enigh) de 2018, se puede concluir que los hogares en Costa Rica que tienen al menos a un miembro de su familia en la educación privada, destinan entre un 20% y un 35% de los ingresos a rubros vinculados con la educación.

De estas cifras, el 85% lo aportan los hogares ubicados en el V quintil, que según la encuesta, a 2022 tenían un ingreso mensual promedio de ¢2.515.509.

Análisis del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) señalan que los precios de la educación privada (desde preescolar hasta universitaria) tuvieron un incremento periódico, en forma escalonada, entre 2006 y 2020, año en que la pandemia los frenó. Ya en el 2021 volvieron a aumentar pero de manera muy tímida.

Para este año, el índice de precios al consumidor (IPC), indica, por ejemplo, que el costo de la “educación secundaria” experimentó una variación interanual de 4,31% con respecto a agosto del 2022.

En la actualidad, sin embargo, no hay estudios a fondo sobre el gasto en educación privada, los últimos datan de 2013 y 2016. Entretanto, la Asociación de Centros Educativos Privados (ACEP) se limitó a informar de que cada institución “realiza su promoción de acuerdo a sus objetivos” por lo que no tienen injerencia en costos.

El Estado de la Educación, por su parte, afirma que los hogares hacen un gasto “importante” en educación, en general, sin hacer diferencia entre pública y privada. Estiman que, en promedio, los hogares costarricenses dedican un 8% de sus ingresos a este propósito “cuya agregación equivale al 2,3% del producto nacional, lo que muestra la importancia del esfuerzo privado complementario al gasto público”.

Muchos precios

En Costa Rica, con datos a 2022, hay 562 centros educativos privados que recibieron a los 93.387 estudiantes de todos los niveles, según la Dirección de Educación Privada del MEP. La cifra de alumnos que atienden representan poco más del 7% de los 1,2 millones de alumnos del país.

Todos esos centros están acreditados ante el MEP y cada uno ofrece diferentes ventajas para los estudiantes, que incluyen desde la enseñanza de dos o tres idiomas hasta programas internacionales; la mayor parte se concentran en la Gran Área Metropolitana (GAM).

Precisamente, para Melissa Arroyo, la posibilidad de que su hija de 8 años acceda a una buena enseñanza del inglés fue un elemento fundamental para optar por inscribirla en un centro privado.

La niña cursa segundo grado en el centro San Felipe Neri, de Cartago, en el cual paga ¢1.365.000, por matrícula y mensualidad. La suma, aseguró la madre, es un “gran esfuerzo que se realiza como familia” de clase media.

Según dijo, por ser ingeniera conoce la necesidad de que las personas tengan un segundo idioma para encontrar un buen empleo.

“La historia inició conmigo, porque a mí me costó mucho aprender inglés y antes era más fácil conseguir un trabajo donde el inglés no era un requisito, ahora no es así. Por lo menos en temas de Ingeniería, sí o sí, se necesita saber inglés y eso a mí me ha costado mucho, entonces no quiero que a mi hija le pase lo mismo”, manifestó.

Antes de tomar esa decisión, analizó las escuelas públicas y las privadas y notó que los estudiantes de centros privados tienen “buenas bases en ese idioma y muchos se gradúan cuando ya lo manejan bien”.

Ella no oculta que para su hogar es una gran erogación, pues implica otros gastos.

“Aparte de que hay que pagar matrícula y mensualidad, siempre le exigen a uno una cantidad de materiales por año que hay que mandar; si tienen clubes o demás programas extracurriculares también hay que pagarlos y hay que contar además con el transporte, uniformes y meriendas”, detalló.

El abanico de costos y programas es grande. Por ejemplo, el Lincoln School, que se encuentra en la provincia de Heredia ofrece servicios educativos desde prekínder hasta duodécimo y sus precios varían dependiendo del año que se curse.

El encargado de un estudiante de los primeros niveles educativos debe pagar, anualmente, ¢4.563.060; mientras que, para un alumno de último año de secundaria, hay que desembolsar ¢8.185.800.

Si el adulto decide realizar los pagos de forma mensual, el precio va desde los ¢380.253 hasta los ¢682.150.

Otro ejemplo en esta provincia es el Golden Valley School, el cual también tiene una sede en Alajuela. El centro ofrece los niveles de Early Childhood Montessori (a partir del año de edad), Primary, Middle School y High School. La matrícula para todos es de ¢255.000 y la mensualidad va desde los ¢310.500 hasta los ¢434.000.

En Los Angeles School, ubicado en Sabana Norte, el costo de matrícula está valorado en ¢275.000; mientras que, la mensualidad también cambia según el grado que se curse. Para primaria el precio es de ¢265.000 y para secundaria se deben desembolsar ¢10.000 más.

En Curridabat se encuentra el Saint Gregory School, ahí la matrícula para primaria y secundaria es de ¢325.000 y la mensualidad va desde ¢348.000 hasta los ¢452.400.

En esa misma zona está el Yorkín School, donde los precios , igualmente, varían por nivel educativo, tanto en matrícula como en mensualidad. Por el primer rubro, los padres deben pagar desde ¢305.000 hasta ¢340.000 y, mes a mes, tienen que desembolsar desde ¢367.000 hasta ¢435.000.

Para los estudiantes del Anglo American School, en Cartago, la matrícula se encuentra en ¢237.000 y la mensualidad en ¢468.000, mientras que el Colegio Saint Francis, en Alajuela y Moravia, tiene un costo en su matrícula de ¢375.900 y en la mensualidad de ¢533.900.

A pesar de los costos y esfuerzos, con la pandemia hubo un fenómeno que llamó la atención de los propios colegios privados. Mientras en el primer año de la crisis sanitaria muchos padres tuvieron que sacar a sus hijos para trasladarlos a centros públicos, al año siguiente, más bien, se trasladaron 9.445 alumnos a los privados, al tiempo que se abrieron listas de espera.

La preocupación de las familias surgió por el rezago en la enseñanza pública como efecto de la llamada educación a distancia que aplicó el MEP, que estuvo llena de debilidades, como lo reconoció un estudio posterior de la propia entidad. La situación se sumó al rezago por las huelgas de docentes del 2018 y 2019.