Cauce de promesas y gratitud para la Virgen empieza a crecer

Evitar multitud del otro fin de semana motivó a muchos a adelantar caminata

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Desde hace 60 años, en días previos al 2 de agosto, Procopio Sanabria y su hija Vera atan una manguera azul por encima del portón de su casa y dejan abierta horas y horas la llave del agua para que los romeros rellenen sus botellas de plástico, se laven la cara o se mojen los pies.

“Mi papá empezó esto. Tengo casi 93 años y cada año pongo esa manguera”, relató el hombre, apoyado en un bastón de metal, mientras un río de fieles avanzaba ayer frente a su casa en San Rafael de Tres Ríos.

En tanto, Vera cuenta que sus abuelos regalaban antes el agua usando una palangana y vasos plásticos. Ahora, opina, es más sencillo usar manguera.

“Hoy la puse como a las 8 a. m. y si veo que pasa menos gente la cierro. Los días antes del 2 de agosto la cierro como a las 10 de la noche”, detalla.

Mucha gente. Entre Tres Ríos y Cartago, la devoción a la Negrita era el tema de este sábado entre cientos de romeros en ruta hacia la basílica de Nuestra Señora de los Ángeles.

La afluencia de gran cantidad de caminantes obligó a la Policía de Tránsito a cerrar en la mañana, durante cinco horas, el paso de vehículos a la altura de la antigua Galera, sobre la calle vieja hacia Tres Ríos.

Dicha medida se podría repetir este domingo.

Muchos romeros dijeron que adelantaron su caminata de fe para evitar el gentío de la otra semana y así asegurarse la entrada al templo.

Familias enteras (incluidos bebés en coche), parejas y viajeros solitarios engrosaban el cauce hacia el santuario, mezclando fe y gratitud por promesas cumplidas con nuevas peticiones para la Virgen.

“Hace años no vengo porque tengo la presión alta. Una vez me descompuse. Ahora estoy mejor y hoy me tomé las pastillas porque este año sí tenía que venir”, contó Melania Vargas.

Acomodando el bolso sobre el hombro izquierdo, con la voz entrecortada comentó que tiene un nieto de año y medio que no puede ver ni caminar.

“Fue una bacteria o algo así que se le metió en el hospital, pero yo sé que mi virgencita me lo va a curar”, expresó a la altura de El Fierro (Cartago); a unos siete kilómetros del templo.

A poca distancia de ella, Allan González, de 34 años, y su esposa, Kimberly Escalante, avanzaban entre una legión de devotos que llevan una década de caminar.

Viven en Fraijanes (Alajuela), pero ayer salieron de San José.

En camiseta y pantalón de mezclilla, sin gorra, anteojos o protector solar, González asegura que ha hecho 21 romerías.

Afirma que ha caminado para agradecer por la salud de sus dos hijas, por superar un problema que le hizo perder un testículo y porque, luego de mucha frustración y enojo, dejó de culpar a los doctores por la muerte de su hijo. Iba sonriendo y animado.