30 años acurrucado en unas cajas de cartón

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Con mucho orgullo, Edwin Porras muestra la cama que tiene asignada en el Hogar El Buen Samaritano, en Alajuela.

No puede evitar contrastarlo con el lugar en el que durmió durante 30 años: unas cajas de cartón que compartía con hasta 25 personas más.

Fue el vicio del alcohol el que lo llevó a quedarse solo, en ese terreno, junto a la Unidad de Admisión de San Sebastián. Sus papás ya habían muerto, sus dos hermanos se alejaron y su esposa también lo abandonó.

En la calle, la adicción empeoró cuando empezó a cargar una pacha de guaro y un tubo para quemar droga.

El cambio. Un día, mientras observaba a la gente que pasaba cerca, un detalle lo hizo percatarse de su grave situación.

“Yo vi un perro, parecía alajuelense porque tenía un corbatín rojo. Venía con una pareja y una chiquita preciosa, iban paseando. Yo no los vi tanto a ellos, sino al perro ¿Cómo iba a ser posible que ese animal estuviera mejor que yo, que estaba orinado, defecado, con una pacha de alcohol y el tubo de la piedra?”, recordó.

En ese momento decidió cambiar y pedir ayuda.

Su determinación se encontró en el momento justo con una persona amable que le dio comida, ropa, un baño y le hizo la barba.

Al día siguiente, se hallaba en el refugio en el que hoy, tres años después, aún vive.

“Yo no estoy aquí por mantenido ni por muerto de hambre, sino porque soy un enfermo, y no quiero volver a la calle”, explicó.

En este tiempo se ha incorporado a las labores de la casa: cocina, lava y limpia. Hace lo que haga falta para sentirse útil.

“Hoy, tengo el privilegio de ayudar a personas que son como yo. La única diferencia es que ya estoy limpio”, aseguró.