21 millones de platos con comida se libran de acabar en basureros

Iniciativa beneficia a 15.000 personas que reciben dos comidas cada día

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Desde que funciona el Banco de Alimentos, hace año y medio, 21 millones de platos con comida se han librado de terminar en el basurero.

Si no fuera así, esas 2.200 toneladas de productos se hubieran desechado aunque estuvieran en buenas condiciones para consumo.

En vez de enviarlos al basurero, ese banco los recupera para entregarlos a 15.169 personas en riesgo social quienes reciben, en promedio, dos platos de comida al día.

“Se pretende ser un puente entre empresas que tienen producto para donar y quienes están en riesgo”, explicó Napoleón Burgos, director de esta organización sin fines de lucro.

Esta es una iniciativa de diez empresas privadas que, conscientes del impacto ambiental y social del desperdicio, decidieron aprovechar los productos que ya no se podían comercializar por tener etiquetas o empaques dañados.

En año y medio, se les han unido otras 14 empresas como colaboradoras y socios honorarios.

Aparte del impacto social, la iniciativa tiene uno ambiental. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), los países en vías de desarrollo –como Costa Rica– desperdician el 40% de los alimentos que se producen.

Desechar alimentos genera una presión en la naturaleza debido al consumo, porque cada vez se van a necesitar más materias primas para producir esa comida.

En otras palabras, no solo se lanza al basurero una hamburguesa; con ella se van los 2.400 litros de agua que se necesitaron para producirla.

“La Tierra se desgasta. Si lográramos reducir el desperdicio mundial a la mitad, eso sería suficiente para acabar con el hambre y garantizar suficientes recursos para sostener el crecimiento de la población al 2020”, manifestó Burgos.

Dos platos al día. El Banco de Alimentos recibe el producto directamente de las empresas.

Tras verificar su calidad, clasificarlo y empacarlo, lo entregan a 140 organizaciones entre comedores infantiles, hogares de ancianos, centros de rehabilitación y asociaciones de atención a madres adolescentes.

Estos grupos, a su vez, lo reparten entre las 15.169 personas que atienden todos los días.

Aunque se trabaja principalmente en la Gran Área Metropolitana (GAM), también se apoyan en organizaciones de Liberia, Santa Cruz, Guácimo y Talamanca.

A esa cifra hay que sumarle unas 40 organizaciones que reciben una ayuda parcial que depende de los picos en el inventario.

Ese es el caso de Asociación Voz de Libertad, la cual ayuda a 10 familias de privados de libertad.

“Durante tres meses, les damos a la persona un diario con comida, consejería y tratamos de encontrarle trabajo. Es algo provisional para ayudarle con la transición”, comentó Carlos Cunningham, representante de la asociación.

En una semana, Voz de Libertad recibió 120 kilos de arroz, 40 kilos de azúcar y 40 kilos de jabón en polvo de parte del Banco de Alimentos.

“Esta ayuda significa muchísimo. Solo el arroz nos aporta mucho y nos permite complementarlo con otras donaciones”, destacó Karla Molina, de Voz de Libertad.

¿Cómo asegurarles a las empresas que el producto va a llegar a quien realmente lo necesita? Este es el mayor reto que tiene el Banco de Alimentos.

Según Burgos, el proceso de selección es estricto y demanda un estudio previo. Luego, la organización escogida firma un contrato donde se compromete a no comercializar ningún producto y si lo hace es expulsada de inmediato. A la fecha, se han expulsado unas seis organizaciones.

“No hay advertencias, porque si lo hace una primera vez, lo hará una segunda, solo que esta segunda va a cuidarse más”, dijo Burgos.

Además, se hacen inspecciones y se controla el inventario. Para mejorarlo, pronto implementarán un etiquetado con código de barra.

Voluntad. En el Banco de Alimentos solo trabajan seis personas, así que se apoyan diariamente en 40 voluntarios de empresas quienes clasifican, verifican y empacan cerca de 50.000 kilos de productos alimenticios y abarrotes.

“Aparte de salir de la rutina, uno viene a colaborar”, dijo Errol Montero de la empresa Demasa.

Las organizaciones receptoras de la ayuda también envían a sus voluntarios. “Generalmente, son muchachos que están en la última fase de rehabilitación y esta experiencia les sirve de terapia laboral”, comentó Burgos.

La experiencia del voluntariado concientiza y sensibiliza sobre la problemática social y ambiental alrededor del desperdicio.

“Venir acá y darme cuenta de lo que antes se botaba, crea una conciencia que hace que uno vaya a la casa a poner lo aprendido en práctica”, manifestó Félix Arias, de la empresa Demasa.

Katherine Cascante llegó al Banco de Alimentos para cumplir con las 150 horas que son requisito para su Trabajo Comunal Universitario (TCU). Sin embargo, conocer las necesidades de las organizaciones sociales la impactaron.

“Trabajando aquí, uno ve cómo se desperdician las cosas y cuántas personas quisieran tener estos alimentos para quitarse el hambre. Ayer, iba de regreso a San José y vi a unos muchachos comiendo de la basura. Eso a uno lo sensibiliza y lo hace pensar que por dicha aquí se les ayuda”, reflexionó la joven.