El espectro de la extrema derecha aparece en Europa

Los extremistas y los euroescépticos ganaron terreno en los comicios

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El amanecer del pasado lunes en Europa fue distinto: la extrema derecha dio un golpe en las elecciones parlamentarias del Viejo Continente y logró una presencia tan fuerte como inédita.

Los electores también manifestaron su disgusto con las políticas de la Unión Europea y le dieron el respaldo a las agrupaciones que cuestionan e impugnan a la institución comunitaria.

El impacto más rotundo se dio en Francia, donde el xenófobo Frente Nacional (FN), con Marine Le Pen, alcanzó el primer lugar.

La victoria del FN fue catalogada como un terremoto y debe entenderse como un abierto rechazo al gobierno socialista de François Hollande.

También provocó la renuncia de Jean-François Copé, presidente del UMP (derecha). Antes de irse, diagnosticó el resultado como la consecuencia de una profunda ira contra el impopular mandatario.

Recordemos que Francia, hace nueve años, rechazó la constitución europea.

En Gran Bretaña, el antieuropeísta Nigel Farage dinamitó el bipartidismo británico, vigente desde 1906, y cumplió su palabra de provocar un terremoto.

Además, en Alemania, el partido de los grupos neonazis obtuvo un escaño; en Austria, el Partido de la Libertad, consiguió un 19,50%; en Croacia o Dinamarca, las agrupaciones políticas de extrema derecha fueron las más votadas.

Razones. “La Unión (Europea) no puede ignorar estos resultados y seguir como antes. Necesitamos un cambio. Europa debe concentrarse en lo que importa, en el crecimiento y el empleo”.

Las palabras de David Cameron, primer ministro de Gran Bretaña, dibujaron los porqués del rechazo electoral.

El fantasma de la extrema derecha recorre Europa 69 años después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial.

La crisis económica y 26 millones de desempleados, que arroja una pesada sombra de incertidumbre sobre el futuro, explica el voto de castigo.

Asimismo, las políticas de austeridad colmaron la paciencia de la mayoría de la población que siente que ya estuvo bueno de sacrificios porque no se ve que den una mejora palpable a las condiciones de vida y porque acusan a las clases más pudientes de no aportar su cuota.

Ni hablar de los políticos de los partidos tradicionales, pues el dedo acusador de los votantes los señala como ignorantes las necesidades del pueblo.

Aunque, por ejemplo, en Gran Bretaña se impulsó un aumento en los salarios mínimos, se congelaron las tarifas de gas y electricidad y se puso en marcha un programa de vivienda popular, el descrédito de los políticos es tal que no frenó el “voto de castigo”.

Para decirlo rápido: nadie, o muy pocos creen en las promesas de la clase política.

Sanción. El castigo no solo se vio en el aumento del caudal de los partidos de extrema derecha; también se apreció en el ausentismo en las urnas: apenas concurrió el 43% a sufragar.

En España, los electores encontraron una forma adicional de expresar el disgusto: le disminuyeron el respaldo al Partido Popular (PP, en el poder) y al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y permitieron el surgimiento de Podemos.

Votar a una agrupación nacida del movimiento de los “indignados”, con el liderazgo de Pablo Iglesias, un politólogo de apenas 35 años, es, también, una consecuencia de ese hastío.

Aunque en este caso, el sufragio debe entenderse como un voto antisistema.

“La pregunta ahora para los partidos mayoritarios de centroderecha y centroizquierda es cómo van a responder a la sensación de insatisfacción hacia la ‘política de siempre’ que muchos votantes han expresado con claridad”, comentío Chris Morris, corresponsal de la BBC en Bruselas.

A pesar de todo, las agrupaciones no extremistas y proeuropeas aún son mayoría; sin embargo, el remezón provocado la semana pasada por la extrema derecha debe ser una seria llamada de atención.

Es poco probable que los grupos extremistas se unan en el hemiciclo europeo; pero escoger el camino por seguir (pausar la integración o seguir las reformas) será la clave para enfrentar el fantasma de color pardo que se pasea por Europa.