Tica en México: 'Pensé que me iba a morir, que se nos venía el edificio encima'

Vivian Feoli Sauter, quien recibió en su casa a la tica, tampoco olvidará este 19 de setiembre.

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"Hubo un momento bajando el edificio que pensé realmente que me iba a morir, que se nos iba a caer encima el edificio". Así describe la costarricense Amy Ross Arguedas cómo vivió el terremoto con magnitud de 7,1 que la encontró a ella y su novio en el sétimo piso de un inmueble en Ciudad de México.

Ross, periodista oriunda de San José, contó que ella y su novio, el músico costarricense Daniel Patiño, vivieron juntos una de las experiencias más aterradoras de sus vidas.

Ambos viven en el piso siete de un edificio localizado en la Colonia Roma, una de las zonas más afectadas por el terremoto en la capital mexicana.

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"Estaba por tomar una llamada en videoconferencia para una asunto de mi tesis universitaria y mi novio estaba bañándose. En eso se empezó a mover todo. Él agarró el paño para salir corriendo de inmediato, completamente enjabonado y descalzo. No hubo chance de nada, era demasiado fuerte", detalló Ross vía telefónica, la mañana de este miércoles.

Ambos empezaron a bajar por las gradas de emergencia cuando se apagaron las luces y todo quedó oscuro. Una vecina iba bajando frente ellos a toda prisa, cuando empezaron a caerles a los lados unas varillas de obras de mantenimiento de la estructura.

"Fue peligroso. Como al tercer piso, la muchacha que iba frente a mí se congeló porque estaban cayendo muchas cosas. Se detuvo de golpe y nosotros empezamos a gritarle que siguiera o de otro modo no podíamos bajar. Nos agarramos de las barandas porque las paredes nos golpeaban por completo. Nos caímos por el movimiento tan fuerte", explicó.

Cuando ella se cayó en las gradas, su novio tropezó, cayéndole encima. Como iba mojado se resbaló, pero Ross logró agarrarlo y prevenir una caída más severa por las gradas.

"Cuando salimos a la calle había una gran nube de polvo alrededor y nada se veía. Ahí dejó de temblar pero empezó a llegarnos un olor fortísimo a gas y nos empezaron a mover de un lado para otro. Ahí ya andaba también descalza porque perdí mis sandalias mientras bajábamos. Nos pusimos a buscar un teléfono para comunicarnos porque salimos sin nada", afirmó.

Un vecino les prestó una bata para él y un desconocido le regaló a la pareja un cartón donde permanecer de pie porque se les estaban quemando los pies sobre la acera.

"Pasada un hora y media, subimos a toda carrera al sétimo piso otra vez por ropa, celulares y dinero para comprar agua. Hasta planeamos bien qué iba a tomar cada uno para salir rápido de ahí", comentó.

A lo largo de varias cuadras había edificios caídos, explicó. La pareja decidió entonces moverse de la zona por seguridad, una vez que notaron a muchas personas alistando maletas. Así caminaron en grupos por la vía pública para alejarse de ese sector.

Llegaron al atardecer a la zona de Polanco, a unos 5 kilómetros, donde unos amigos costarricenses les ofrecieron posada. Conforme iban hacia allí, vieron la entrada de columnas con cientos de personas del Ejército, Policía y otros cuerpos de rescate hacia el área donde viven, ahora transformada en zona de desastre con edificios colapsados y personas aún en ellos.

Hacia las 10 p. m. del martes consiguieron comer pizza y dormir un poco en la casa de sus anfitriones. Esta mañana de miércoles Ross y Patiño debatían qué hacer: si quedarse en su edificio o irse a otro lugar.

'El ruido era de destrucción'

Vivian Feoli Sauter, quien los recibió en su casa junto a su esposo Adrián Gámez, tampoco olvidará este 19 de setiembre.

"Estaba en el ascensor del edificio donde vivimos cuando ocurrió. El elevador empezó a moverse como una hamaca. Creí que se había descompuesto y se iba a caer. Pensé que me moriría ahí. Me agarré esperando lo peor", explicó Feoli, quien vive hace año y medio en México con su esposo (también tico) Adrián Gámez, quien trabaja en ese país.

Al abrirse las puertas del ascensor, Feoli salió a la calle y fue entonces cuando descubrió las caras de terror.

"La parte suave me agarró en el elevador pero luego vino lo peor. Los edificios se balanceaban, el ruido era de destrucción. Ví polvo saliendo de los edificios que se golpeaban entre sí. Todos los carros se detuvieron y la gente salió. Hubo un momento cuando todos nos lanzamos al centro de la calle. Estábamos asombrados, mirando en todas las direcciones. Cuando todo se calmó, no sabíamos para dónde irnos", comentó la tica, oriunda de San José.

Ella deambuló por las calles confundida por casi una hora tratando de conseguir señal para su celular. Lo consiguió al regresar a su edificio, cuando autorizaron el ingreso.

"Estaba viendo cómo podía hablar con mi esposo. A él lo dejaron entrar al edificio (donde trabaja) a recoger cosas y lo mandaron a la casa. Llegó como a las 4 p. m. y salimos a buscar un lugar con electricidad para poder avisar a nuestros seres queridos que estábamos bien", narró.