Pobreza y corrupción ponen al mundo islámico en llamas

Estructuras heredadas de la colonia y corrupción prenden la guerra

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En diciembre del 2010, un joven se inmoló en Túnez, desesperado por la falta de medios para subsistir. Esa acción produjo tales protestas que, a principios de enero, renunciaba el presidente Zine el-Abidine Ben Alí .

Las [[BEGIN:INLINEREF LNCINF20140820_0002]]movilizaciones[[END:INLINEREF]] se extendieron a Egipto y en febrero se produjo lo que parecía imposible: Hosni Mubárak renunciaba después de 30 años en el poder.

Lo que Occidente vio como un esperanzador grito de libertad en el mundo árabe (se le llamó la primavera árabe) se extendió por todo el mundo musulmán convertido en un llanto de dolor, represión, violencia y muerte.

¿A qué obedece este incendio que va de Argelia hasta Somalia en África, cubre Oriente Medio y se extiende por algunas partes de Asia?

“El mundo islámico enfrenta una revolución, una guerra civil global en progreso”, explicó Paul Lovejoy, profesor de la Universidad de York, Canadá, y de la Cátedra de Investigación en Historia de la diáspora africana, uno de dos expertos contactados a través de Rina Cáceres, de la Cátedra de Estudios de África y el Caribe de la Universidad de Costa Rica.

En guerra. “Hay una guerra civil en muchos lugares donde elementos radicales retan las estructuras de poder existentes y donde muchas personas, particularmente hombres jóvenes, están dispuestos a sacrificar sus vidas en una revolución violenta”, dice Lovejoy.

Al-Qaeda, Boko Haram, Estado Islámico, Hamás, el Frente al-Nusra e innumerables grupos radicales que operan en la región, ofrecen a los jóvenes esa posibilidad de “cambiar el mundo”.

Las raíces del descontento de jóvenes musulmanes tiene varias caras. En primer lugar, hay malestar por el actual orden político mundial dominado por un Occidente que explota sus recursos, mantiene en el poder a dictadores y amenaza su cultura.

El impacto del colonialismo europeo y la forma como fue impuesto a pueblos radicalmente diferentes, es otra causa, según el punto de vista del senegalés Ibrahima Seck, profesor de la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría favoreció el nombramiento de gobiernos títere y regímenes dictatoriales en África y Oriente Medio.

Realidad expuesta. “Muchos vincularían la explosión actual con la brutal remoción de dictadores como Sadam Husein y Muamar Gadafi por los mismos poderes que les permitieron existir por muchas décadas. Esto dio paso a grupos radicales que habían estado merodeando desde hace mucho tiempo”, señaló Seck.

Una tercera causa para la violencia, pero quizáprimera en importancia, es la pobreza en que viven grandes sectores de la población mientras los inmensos recursos naturales de sus países son explotados en beneficio de unos pocos altos funcionarios.

Los conflictos más graves se están produciendo en países con población muy pobre pero con grandes riquezas naturales.

“Es como una olla de presión cerrada que ha estado hirviendo por demasiado tiempo y que termina con una explosión brutal”, ejemplifica Seck.

Lovejoy lo avala. Para él, la corrupción y la pobreza son el detonante de esta guerra civil. En algunos países hay democracia, pero no se ha acompañado de transparencia, justicia social, desarrollo y equidad.

El experto pone el ejemplo de Nigeria. “La sociedad nigeriana es corrupta desde la cúpula. Es el país petrolero más próspero de África, pero el dinero que queda en el país va a parar a las familias de los altos mandos. Ninguna compañía puede obtener un contrato en Nigeria, de la naturaleza que sea, si no es pagando propinas”.

“Es tan grave el problema que el ejército no podría derrotar a Boko Haram (el grupo islamista que en mayo secuestró a 200 niñas) , porque los oficiales toman las armas y se las venden a los yihadistas. La gente ve esto. La mayoría no respalda a Boko Haram pero tampoco apoya al gobierno ni la presencia militar extranjera. Esa mayoría quiere un cambio”.

Para Rina Cáceres, todos estos casos reflejan simplemente el fracaso del modelo de Estado.

Matar, morir e imponer la estricta ley islámica, la sharia, es la única salida que muchos jóvenes musulmanes ven para acabar con la corrupción, la pobreza y la influencia occidental en el estilo de vida, pero terminan realizando prácticas de extrema crueldad para llamar la atención sobre sus objetivos.

Por ejemplo, el Estado Islámico (EI) que ha conquistado territorio en el norte de Irak y Siria, ha asesinado a miles de habitantes y obligado a huir a un millón de personas.

Los yihadistas atacan a otros musulmanes a los que acusan de colaborar o vivir al modo occidental, o a cristianos a los que culpan de la corrupción, como en Nigeria o en la República Centroafricana, donde los cristianos gobiernan, de manera corrupta y, además, discriminan a la población musulmana.

Soluciones. Para Lovejoy, la salida está en frenar la corrupción y hacer un manejo del poder transparente. El problema es que ese tema no está en agenda de ningún gobierno.

Para Seck, los musulmanes deben revisar los principios del islam, responsabilizarse por su fe y comprometerse al universalismo y el bienestar de la humanidad.

“Si Occidente se compromete a los mismos principios, se habrá dado un gran salto para la construcción de un mundo de paz para todos”, dijo el experto senegalés.