Carlos Arredondo: el torero corneado por la guerra

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El 25 de agosto del 2004, Carlos Luis de los Ángeles Arredondo Piedra incendió con gasolina una camioneta de donde habían bajado tres soldados estadounidenses para anunciarle que su hijo Alexánder, de 20 años, había muerto en la guerra de Irak.

Enloqueció. No lo creyó. Lo llamó al teléfono. Nada. Cuando encendió la antorcha que usó contra el vehículo, se prendió fuego a sí mismo, pues se había echado, por accidente, gasolina en la ropa.

Se quemó la mitad del cuerpo, pero otras heridas aún arden. Su sufrimiento, lejos de apagarse, se extendió como si también le hubiera caído combustible.

En cierta forma, la guerra iraquí también se llevó a su otro hijo, Bryan, que el 19 de diciembre del 2011 se suicidó. Tenía 25 años.

“Él nunca superó la muerte de su hermano mayor”, expresó ayer Alexánder, hermano de Carlos. De hecho, un reportaje de The New York Times del 2007 relató cómo Arredondo decidió tratar de sanar su dolor portando un ataúd por todo EE. UU. con los principales elementos que le gustaban a su hijo, entre ellos una bola de futbol.

Quien ayudó anteayer a levantar cuerpos heridos y abrió paso a los paramédicos, luego de las explosiones en Boston, está en tratamiento médico por los traumas a raíz de la muerte de sus hijos y, desde la partida del segundo, solo concilia el sueño con ayuda de pastillas, reveló su hermano.

Ayer, narrando a este diario su experiencia en Boston, su voz disparaba a toda velocidad un relato con salpicaduras de espanglish.

“Nosotros teníamos entradas a las graderías justo frente donde ocurrió la explosión. Fue una vibración bien fuerte, luego vi la bola de fuego y después una cantidad de humo” explicó ayer.

Sed de aventura. Nació el 25 de agosto de 1960 y, en plena adolescencia, se escapó a Estados Unidos buscando aventuras sin pedirle permiso a su madre. Es el mayor de tres hermanos, oriundos de barrio México, San José.

“Me salté la cerca y corrí a donde fue la primera explosión. En eso escuché la otra, como un cañonazo. Cuando llegué, me salté la cerca. Quería ayudar, a uno lo mueve la parte de ser humano, de colaborar”, continuó el costarricense, de 52 años.

Es pensionado de guerra y militante del grupo Veteranos para la Paz. La portada en línea de ese grupo exhibía ayer una fotografía en la que conducía a un joven que perdió las piernas.

La imagen –reproducida en todo el mundo por medios como CNN, The Washington Post , BBC y The Guardian , entre otros– lo ha dibujado como el héroe en la tragedia.

“Cuando salto la cerca, caigo sobre un charco de sangre. Al puro frente mío había un muchacho que ya no tenía las piernas, estaban a un lado. Ese era el charco de sangre donde caí”, continuó.

Arredondo le dijo al muchacho que se calmara, que ya venía la ayuda. Luego lo puso en la silla de ruedas y, a gritos, le iba abriendo paso.

“Empezamos a avanzar, pero se aflojó un torniquete de camino y tuve que ponerle la mano para sostenerle la herida, porque la tela se enredó en una rueda de la silla”, afirmó al otro lado del teléfono.

“A él a ratos se le bajan las baterías, llora mucho. Hay momentos como que se desconecta. Quizás se pone a recordar cosas que le hacen daño relacionadas a los hijos; obviamente le hizo falta más tiempo con ellos”, confesó su hermano.

“Yo gritaba ‘ ambulancia , ambulancia’ y empujaba gente. Al joven no había que subirlo a una mesa a tomarle datos: había que mandarlo de una vez al hospital”, concluyó Carlos antes de cortar la llamada. La Policía estaba por llegar a tomarle declaraciones.

La acción de Arredondo ya la conocieron Jeff y Csilla Bauman, los padres de Jeff Bauman , el hombre a quien el costarricense ayudó. “El hombre con sombrero de vaquero salvó la vida de Jeff”, dijo ayer la madre a The New York Times. “ Tengo que hablar  con este hombre”.

En el 2004, fue la última corrida de Carlos Arredondo en el redondel de Zapote como ferviente torero improvisado.

“Siempre se venía a las corridas. Por su ropa y forma de hablar lo apodaron ’gringo’ ”, recordó Álvaro Zamora Castillo, experto en el ambiente taurino local.