Barack Obama, el orador que toma ascensores

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Estrella inesperada en la dura política de Estados Unidos, Barack Obama se las ingenia para parecer un tipo común. Procura interrumpir su jornada para cenar con su esposa y sus hijas. Juega golf y básquet, bebe cerveza y pasea a su perro, Bo .

Subido en el ascensor del poder desde hace casi dos décadas, el primer presidente negro de Estados Unidos algún día buscará el reflejo de su gestión, para saber si mandó tal como había soñado.

Y es que siendo un joven delgado de 23 años, con traje y maletín en mano, se miró en un ascensor de un edificio neoyorquino. Para entonces, recién había obtenido su licenciatura en Derecho de la Universidad de Columbia. Venía de entrevistar a algún inversor japonés o a un corredor de bolsa alemán. Tenía su propio despacho y una cuenta bancaria.

Años después, ese mismo joven escribiría en sus memorias que aquel retrato de incipiente magnate que veía en el ascensor, le producía “punzadas de remordimiento”, porque le mostraba que su vida no transcurría como él había pensado.

La ruta varió en 1985, cuando leyó en The New York Times un anuncio de Gerald Kellman, un organizador comunitario que buscaba contratar a un negro para que trabajara en el South Side de Chicago, donde se cernía una verdadera batalla racial.

Tras estudiar su currículum y sorprenderse por la forma en que se expresaba, Kellman se interesó por aquel joven de apellidos extraños, que poco después partía a Chicago en un automóvil de $2.000 . Durante tres años, el novel abogado dirigió una organización religiosa que daba asistencia social en los barrios pobres negros de la ciudad.

De discursos y sorpresas. De oficinista desencantado a organizador comunitario, la voluntad política de Barack Hussein Obama II no dejó de crecer desde entonces.

Nacido en Hawái en 1961 –hijo de un emigrante de Kenia y una estadounidense blanca de Kansas, y criado en Indonesia– se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, donde obtuvo su doctorado con honores.

Regresó a Chicago para trabajar en una organización cuya única finalidad era conseguir que la mayoría de personas se registraran para votar en los comicios de 1992. El éxito en la misión motivó a que diarios comenzaran a presentarlo como una promesa política.

En 1996 fue elegido senador estatal de Illinois, donde se mantuvo hasta 2004. Su capacidad de adaptación y su retórica, de suaves modales pero convincente, le abrieron paso hasta llegar al Senado nacional en 2005, donde se convirtió en un mimado de los medios.

Su consumación vino en la convención demócrata del 2004 en Boston, donde apareció al lado de su esposa, Michelle, y sus dos hijas, Malia y Sasha. Un discurso vibrante, que recogía desde anécdotas de su abuelo hasta críticas contra George W. Bush y la guerra en Irak, lo colocó en la mira de todo el país.

“En ningún otro lugar del mundo hubiese sido posible mi historia”, dijo aquella noche de julio.

“Tienes un futuro brillante, muy brillante”, le dijo Bush en una visita a la Casa Blanca en 2005. “Pero yo llevo tiempo aquí y, déjame decirte, es una ciudad que puede llegar a ser muy dura”, le avisó.

Cuatro años después, tras imponerse a Hillary Clinton y John McCain, Obama tomó la silla de su antecesor y comenzó a testificar si aquel presagio era verdadero.

En la selva. “Hace unos días me llevé a los senadores republicanos a cenar. No fue fácil. Propuse un brindis y (la idea) no pasó del (debate en el) comité”, bromeó Obama el pasado sábado en la cena de gala con los corresponsales de la Casa Blanca.

La punzante sentencia es muestra de la dura batalla que ha enfrentado el presidente desde que la Cámara de Representantes es dominada por los republicanos, defensores a ultranza de recortar el gasto sin subir impuestos.

Obama consiguió una reforma del sistema sanitario que brindará protección a 30 millones de estadounidenses adicionales, promulgada en el 2010 y validada dos años más tarde por la Corte Suprema.

Si bien se convirtió en el primer presidente estadounidense en apoyar el matrimonio entre personas del mismo sexo,  sigue pendiente su prometida reforma migratoria en un país donde viven más de 11 millones de indocumentados.

Tampoco ha logrado la aprobación de una reforma para controlar las armas de asalto.

La cárcel de Guantánamo sigue abierta y la mayoría de sus presos están en huelga de hambre. Acabó con Osama bin-Laden, pero los ataques con drones en Pakistán se dispararon en su gobierno y han matado al menos a 800 civiles.