Problemas retorcidos

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Cuando los entornos eran más o menos estables y no como en el presente donde más bien son turbulentos, a los gobiernos se les evaluaba por algunas obras de corto plazo. Eran los tiempos en que tenía gran resonancia en medios informativos la inauguración de un acueducto o la construcción de un tramo de carretera. Las placas en las obras eran memorial de éxito.

Hay problemas que por su complejidad, se denominan problemas retorcidos ( wicked problems ). En nuestra realidad costarricense podríamos señalar los problemas de cambio climático, infraestructura, tránsito, educación, pobreza y brecha social, seguridad social y de ciudadanía. Llamamos provisionalmente con el último de estos términos a la revisión, formación, adhesión y contribución del habitante a las instituciones que propician una convivencia productiva y feliz.

Dadas las circunstancias actuales de estrecha interrelación con el mundo, y a la intensidad y velocidad de los cambios, deberíamos evaluar a los gobiernos por su contribución a la solución de esos problemas.

Lo que va a marcar favorablemente nuestro futuro como nación no es otro muelle en Limón ni un aeropuerto en Orotina. Los aportes son de otra naturaleza.

Todavía cobramos dividendos de grandes decisiones del pasado, como la educación gratuita y obligatoria; el esmero con el cual operó la Escuela Normal; la cultura médica que imprimieron las primeras generaciones de médicos; la seriedad con que se reconstituyó la universidad; la legislación laboral y social de los cuarenta; la forma como en su tiempo se abordó y resolvió el problema energético; un Servicio Civil que en su momento constituyó un cambio radical en la manera de operar la administración pública; y más recientemente, los retornos de las reformas al sistema financiero y de la apertura al comercio exterior.

No se puede exigir a los gobiernos que resuelvan algún problema retorcido, pero el que no ponga en marcha un sólido proceso de solución de alguno de ellos, nos habrá quedado debiendo. Gobernar es comandar un transatlántico sometido a inercias que obligan a ser previsores, no hacer piruetas sobre una motocicleta para ir sorteando la presa del momento.