El dilema brasileño: ¿Líder climático o potencia petrolera?

En su primer año de gobierno, Luiz Inácio Lula da Silva logró reducir la deforestación en la Amazonía en un 50%; pero en 2023 Brasil registró un récord en la producción de petróleo

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Sao Paulo. Mientras el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, se jacta de liderar la lucha medioambiental con un drástico recorte de la deforestación en la Amazonía, la extracción de petróleo del gigante latinoamericano, noveno productor mundial, no deja de aumentar.

Ambientalistas lamentan esta paradoja, al margen de lo acordado por la comunidad internacional en la COP28 de diciembre: un llamado a abandonar progresivamente los combustibles fósiles, principales emisores de gases de efecto invernadero.

Durante esa cita en Dubái, Brasil anunció su ingreso en la Organización de los Países Exportadores de Petróleo ampliada (OPEP+), formada por 23 naciones productoras de crudo. La red Climate Action Network International otorgó al país el premio irónico de “Fósil del día” por “confundir producción de petróleo con liderazgo climático”.

“Brasil no puede ser líder climático y petro-Estado: son condiciones incompatibles”, criticó Suely Araújo, coordinadora de políticas públicas del Observatorio del Clima.

Récords petroleros

Lula prometió acabar con la deforestación ilegal en Brasil para 2030 al volver al poder, hace 13 meses.

En su primer año de mandato, la destrucción de árboles se redujo 50% en la Amazonía, la mayor selva tropical del planeta y considerada clave en la lucha contra el calentamiento por su capacidad de absorber CO2.

Brasil ofreció además albergar la conferencia climática COP30 de 2025, que tendrá simbólicamente lugar en la ciudad amazónica de Belém.

Pero al mismo tiempo, el primer productor latinoamericano de petróleo pisó el acelerador y marcó varios récords mensuales el año pasado.

El último, en noviembre, cuando produjo 3,678 millones de barriles diarios (mbd), y espera alcanzar 5,4 mbd en 2029, según el ministerio de Minas y Energía.

Esa cifra podría convertir a Brasil en el cuarto productor mundial en cinco años, de acuerdo con la expectativa del gobierno.

“El mundo debería estar agradecido a Brasil por ser un proveedor confiable” de petróleo, dijo esta semana durante una visita al país latinoamericano el director de la Agencia Internacional de la Energía, Fatih Birol.

Brasil inyecta al mercado cerca de 3% de la oferta mundial de crudo, según Birol.

El país cuenta con unas reservas probadas de 14.856 millones de barriles y un total de 26.922 millones de barriles incluyendo las posibles y probables, según el último boletín anual de la Agencia Nacional de Petróleo.

Lula defiende además la exploración petrolera de la paraestatal Petrobras cerca de la desembocadura del río Amazonas, un polémico proyecto al que se opone su propia ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, por su impacto medioambiental.

Transición energética

El peso de la industria petrolera en la primera economía latinoamericana es incuestionable, al representar “alrededor de 13% del Producto Interno Bruto (PIB)”, detalla el economista Igor Barenboim, exsecretario adjunto de Política Económica del ministerio de Economía (2015-2016).

“Particularmente los recursos de la exportación”, cerca de un tercio de la producción petrolera, “son clave para impulsar el crecimiento”, afirma.

Las ventas de petróleo y derivados sumaron $42.500 millones en 2023.

El petróleo garantiza recursos para el Estado, para financiar, por ejemplo, políticas sociales, atenuando el impacto en las metas fiscales.

El gobierno se comprometió a alcanzar un déficit cero este 2024.

Lula, que en sus primeros dos mandatos (2003-2010) financió programas en beneficio de las clases populares apoyado en el “boom” de las materias primas, defiende que los recursos del petróleo son necesarios para financiar la transición energética.

Prepararse para abandonar los combustibles fósiles significa “aprovechar el dinero” que los países “ganan con el petróleo y hacer inversiones, para que un gran continente como América Latina pueda producir los combustibles renovables”, dijo en diciembre al defender el ingreso en la OPEP+.

Un ‘error’ mirar el pasado

Ambientalistas creen que apostar por el petróleo debe ser cosa del pasado. “Es un error querer generar ingresos a partir de las exportaciones de petróleo, mirando el pasado y desconsiderando la gravedad de la crisis climática”, afirma Araújo.

Enrico Marone, portavoz de Océanos de Greenpeace Brasil, critica proyectos de nuevas explotaciones: “Los campos petroleros en funcionamiento aportarán recursos suficientes para apoyar la transición energética”.

La matriz energética de Brasil proviene en un 47,4% de energías renovables, más del triple de la media global del 15%, según la Empresa de Investigación Energética, vinculada al Ministerio de Minas y Energía.