La virtud de conocer nuestros gustos para modelar nuestra profesión

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Una competencia, entendida como la capacidad de operar de una cierta manera sobre el entorno, depende de los gustos o inclinaciones de la persona. Ellos condicionan los conocimientos que adquirimos, especialmente los que adquirimos sin una obligación formal. Lo mismo que las destrezas que vamos cultivando y las actitudes con las cuales formateamos nuestro comportamiento.

Los buenos jefes, padres, maestros o coaches , por ejemplo, debería tener una clara percepción de cuáles son los gustos e inclinaciones de las personas bajo su influencia, para no ir contracorriente.

Se pueden desarrollar capacidades de venta en alguien introvertido, pero sería como clavar un clavo de cabeza.

Y, en el plano individual, todos deberíamos indagar reflexivamente sobre los gustos e inclinaciones que más nos movilizan. La pregunta crítica sería: ¿haciendo qué, no me doy cuenta de cómo pasa el tiempo, de tanto que disfruto? Esos hallazgos nos servirían de guía para confeccionar nuestra propia estrategia de desarrollo; para tomar decisiones sobre cuáles retos laborales o profesionales aceptar; o para elegir hobbies .

Al hacer esta indagación, deberíamos flexibilizar nuestro juicio. No se trata de saltar linealmente del gusto detectado, a una consecuencia laboral. Se trata más bien, de tejer relaciones entre ese gusto y la acción disfrutable en general.

Por ejemplo, el gusto por la música no tiene como único destino producir un ejecutante o un director de orquesta. Esa persona podría disfrutar y tener éxito en la importación de equipos de sonido; emprendiendo en un jazz-café; diseñando una aplicación para facilitar el acceso a fuentes musicales en el teléfono celular; o escribiendo un blog sobre música.

En el siglo pasado, un repertorio limitado de profesiones establecidas, constituía la opción de los jóvenes a la hora de seguir estudios universitarios. Hoy, ante las múltiples combinaciones interdisciplinarias, sería posible encontrar caminos de desarrollo profesional mucho más adaptados al conjunto singular de características del interesado. Eso haría posible que la ocupación habitual estuviera muy cerca de ser el hobby anhelado, lo cual, le daría una contextura singular y positiva al trabajo cotidiano.

Nuestro cerebro es tan personal como nuestra huella digital. Esa huella digital, es la que tenemos que utilizar para abrirnos puertas hacia la eficacia y el regocijo.