Vida en la empresa: Cociente de adaptabilidad

Esa forma rutinaria de proceder es un comportamiento razonable, ¡Para qué gastar más energía si podemos lograr lo mismo con menos!

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Hace años le dábamos elevada importancia al cociente de inteligencia. Saber era lo único que se consideraba necesario para tener éxito.

Luego apareció Daniel Goleman con su concepto de inteligencia emocional: es necesario tener también autoconciencia y autorregulación emocionales, motivación, empatía y habilidades sociales.

Ahora Amin Toufani habla del cociente de adaptabilidad (CA), el cual entendemos como la capacidad que tiene una persona de funcionar adecuadamente en situaciones diferentes a las habituales.

En algunas aplicaciones que se ha hecho de tests para la medición de la adaptabilidad, se ha comprobado que la simple mención de lo que se trata de medir, hace que las personas mejoren su CA, lo cual indica que es bastante fácil operar sobre esas actitudes.

¿De qué depende el CA? Pensamos que entre otras causas, la forma como procedemos en la situación habitual, está afectada por la inercia de la zona de confort: ahí no hay turbulencias, los resultados son predecibles, conectamos el piloto automático y nos podemos echar una siesta.

Esa forma rutinaria de proceder es un comportamiento razonable, ¡Para qué gastar más energía si podemos lograr lo mismo con menos!.

Es el economista interior que todos los seres humanos llevamos dentro, el que nos conduce por esos caminos apacibles.

Pero hemos entrado en una zona de cambios frecuentes, profundos, acelerados, exponenciales, es decir, no de la forma 2,4,6,8 sino de la forma 2,4,16,256. Cambios que no son opcionales sino que impregnan todo nuestro entorno. ¿O es que acaso podemos sustraernos de la Internet o de los teléfonos celulares? Y dentro de poco, ¿Podremos vivir al margen de la robótica o de la inteligencia artificial?

¿Cómo se aumenta el CA? Dándonos cuenta en qué consiste, aceptando que es posible modificarlo, observando nuestras rutinas intelectuales, emocionales, físicas; clasificándolas según su resistencia (tal vez es más fácil cambiar el postre que cambiar la hora de levantarnos), indagando las raíces de las resistencias, valorando la exploración de formas nuevas de accionar.

Aceptando que algo puede salir mal cuando exploramos pero que fallamos en el 100% de lo que no intentamos, festejando cuando tenemos éxito, para habituarnos a explorar más, poniéndonos de acuerdo con otros que tengan el mismo propósito, llevando cuenta visible de cómo progresamos en nuestro empeño.