Álvaro Cedeño: Votar sin fantasías

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En un año, el 4 de febrero del año próximo, tendremos elecciones. Durante meses, los candidatos estarán intentando demostrar, convencer, seducir, manipular, sobre sus virtudes morales y sobre su eficacia para liderar al país.

Por primera vez, vamos a una elección con la experiencia de que el populismo no es solo una plaga tropical como la sigatoka, sino que puede prender también entre países con gran solidez histórica y socio económica como Inglaterra y los Estados Unidos.

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Volveremos a las urnas después de que hace cuatro años en nuestro país –como dice un amigo- triunfó por primera vez un movimiento de indignados.

Vamos a la campaña y a la elección, con un gran convencimiento de que no es igual verla venir que hablar con ella, lo cual nos da derecho a ser muy escépticos con el mensaje de los candidatos.

Están muy diagnosticadas las deficiencias estructurales de nuestro sistema político: la integración y funcionamiento de la asamblea legislativa y el entrabamiento de la administración pública. Ambos diagnósticos, no han servido para que se tomen las medidas necesarias por incuria de los políticos.

Contamos con dos sólidas recomendaciones sobre cuya reflexión y trámite, los políticos están en deuda: Las recomendaciones de los notables, elaboradas en el 2012 y la propuesta del grupo del cual forma parte Abril Gordienko sobre cambios en la asamblea legislativa.

¿Cómo vacunar esta elección contra el populismo y contra la indignación? ¿Cómo evitar elegir a quien gastó más plata en demostrar lo indemostrable? ¿Cómo evitar que las habladas del candidato se traduzcan en expectativas de que resuelva problemas? ¿Cómo evitar la indignación-desesperanza que lleva a un debilitamiento de la democracia? ¿Cómo no entregar la primogenitura de la ética, a cambio de las lentejas de la eficiencia?

Vivamos la campaña electoral con realismo. No cifremos las esperanzas en ningún candidato ni partido. Establezcamos una comunicación con amigos, con cercanos, con lejanos, para explorar qué es lo que como ciudadanos podemos hacer para atenuar o resolver problemas nacionales. Es saludable romper el paradigma de que ahí viene el caudillo salvador. No vendrá y traicionará nuestra esperanza. Indaguemos sobre la posibilidad de reducir la dependencia con respecto a la gestión pública mediante acciones comunitarias privadas. ¿No se van resolviendo privadamente muchos problemas de educación, de salud y de seguridad de nuestras viviendas? Esto no sustituirá a una gestión pública eficaz, pero sí contribuirá a atenuar los daños de una gestión anquilosada y a preparar el camino de soluciones más duraderas.