Nos quedaron debiendo con los Panama Papers

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Los titulares anunciaban una noticia importante, relacionada con el ocultamiento de propiedades de empresas, activos, ganancias y evasión tributaria de jefes de Estado y de gobierno, líderes de la política mundial, personas políticamente expuestas y personalidades de las finanzas, negocios, deportes y arte.

En varios países, efectivamente, el asunto tuvo repercusiones, pero no fue el caso de Costa Rica. En nuestro medio, luego de la efervescencia inicial, nada o casi nada de lo publicado tenía una importancia real desde un punto de vista legal o tributario.

La información se obtuvo de modo irregular y posiblemente ilícito. Ello tiene importantes consecuencias para los procesos que pudieran iniciarse tanto a nivel administrativo como judicial. No se conoce la identidad de la fuente que obtuvo la información y tampoco la documentación está disponible en forma completa como para que las autoridades pudiesen tener un panorama claro de los hechos.

Lo que se publicó en medios escritos y radiofónicos, en su mayoría, no constituye irregularidad alguna, ni siquiera se pueden calificar de infracciones administrativas y muchos menos penales. La creación de empresas en el extranjero puede tener muchas finalidades totalmente legales y no difiere mucho de la creación de sociedades dentro del territorio nacional. La correcta utilización de una estructura societaria o el abuso de la personalidad jurídica son fenómenos que pueden darse por igual en sociedades nacionales y extranjeras.

En el caso de los Papeles de Panamá, los encargados de revelar y publicitar la información nos han quedado debiendo. Con lo que se ha informado hasta el momento, el tema ha quedado en poca cosa, aunque se afectó injustamente el buen nombre de varias personas y empresas. El abordaje de los datos carece de un análisis jurídico serio, porque la noticia ha sido dar nombres y describir actividades en forma general, pero no se han concretado hechos verdaderamente irregulares, desde una óptica penal o tributaria, contra esas personas cuyo nombre fue afectado.

Escribo esta columna no solamente como crítica a los reportajes livianos y sensacionalistas, sino también como una invitación a que se revelen, si existen, los casos que realmente ameritan la atención de la prensa, de la ciudadanía y de las autoridades competentes.