´Columna Vida en la empresa: Capitalizar competencias

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En el pasado, una persona competente era una persona eficiente. Hoy, el concepto de competencias en los procesos de selección de personas para el trabajo, recibe más atención que el listado de actividades académicas. Alguien puede ser graduado en un buen curso de ventas, pero el empleador quiere saber cómo hace para detectar clientes, cómo descubre sus necesidades, cómo se enfrenta al proceso de conocer el producto, cómo crea y enriquece el vínculo con el cliente y cómo crea valor para el cliente y formula un mensaje al respecto.

Un buen mecánico automotriz cabeza de una mipyme es competente si conoce el funcionamiento de los automóviles que atiende. Pero no basta con eso. Para evaluar su competencia hay que saber cómo se da a conocer, cómo produce deleite para el cliente, cómo detecta y negocia con sus proveedores de repuestos, cómo maneja su tiempo, cómo lidera a sus colaboradores, cómo asegura la calidad de su trabajo y cómo maneja los recursos líquidos.

A ambos – vendedor, mecánico – habría que evaluarles la ética con la cual conducen sus relaciones comerciales.

La competencia, no depende solo de los conocimientos sino que también viene determinada por las destrezas y las actitudes. Algunas de las destrezas pueden ser innatas. Y las actitudes son, algunas innatas o heredadas del núcleo familiar o de la educación básica.

Si bien en algunas empresas se está cambiando el énfasis desde la educación formal hacia las competencias, el desarrollo de éstas entre el personal existente, sigue sin atenderse. Muchos de los programas de capacitación consisten en comprar servicios para que los participantes adquieran conocimientos, y se deja por fuera lo relacionado con destrezas y actitudes.

El desarrollo de la empresas, y el del país, requieren de la utilización de competencias significativas. Por tanto como parte de la medición de su desarrollo, las empresas deben evaluar las destrezas y actitudes de su personal clave, tanto las que están utilizando ahora, como las que aún no se utilizan porque sus puestos no se lo demandan. Ambas constituyen capital humano a menudo invisible para el colaborador y para la empresa.