Álvaro Cedeño: Cambio de guardia

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ese celular que tenemos tan a mano, es un recordatorio de que estamos en otra época. Y de que posiblemente las destrezas humanas que fueron muy importantes ayer, no lo serán mañana, porque las máquinas nos liberarán de algunas tareas, lo cual quiere decir que tendremos que buscarnos otras, donde nuestros talentos distintivos encuentren mejor aplicación.

Ayer fueron muy importantes los talentos gerenciales. Hoy de lo que oigo hablar más es de talentos emprendedores. La revolución industrial necesitó de máquinas ingeniosas. Hoy se requieren redes mixtas fecundas. Mixtas en cuanto a ser formadas por máquinas y seres humanos. Henry Ford es el símbolo de aquella época por haber revolucionado la eficiencia. La eficiencia era el santo y seña. Hoy el santo y seña es el sentido. Queremos productos que hagan más pleno al consumidor, que lo potencien, que lo asistan en el mundo futuro. Por eso el símbolo de esta época es Steve Jobs.

Las innovaciones bienvenidas en estos días, no son las mejoras cosméticas. El diseño entendido como hacer cosas bonitas pasó de moda. Hoy las innovaciones más cotizadas podrían provenir, no de las cosas si no de las anticosas. Ejemplo: en vez de innovar haciendo los viajes más rápidos, es preferible innovar haciendo los viajes innecesarios. Son innovaciones disruptivas. Pienso en dos actividades que requieren innovación disruptiva: la educación superior y la política.

¿De dónde vendrán nuestros líderes políticos? Hace 40 años hubiéramos dicho que de las juventudes de los partidos. Hoy no creo que alguien pudiera convencernos de que la escuela partidaria sea otra cosa que un esfuerzo por reproducir la vieja forma de hacer política: el codazo, la visión partidista antes que el interés del país, el afán electorero y la tendencia a reproducir el pasado en vez de querer conquistar el futuro. Hay excepciones. Honrosas. Admirables. Pero la norma es la descrita.

Innovación disruptiva es necesaria si queremos un futuro digno de nuestro pasado: establecer caminos no partidistas, para que jóvenes líderes, con semilla de estadistas, vayan accediendo a funciones políticas. ¿Tiene sugerencias el Tribunal Supremo de Elecciones ? Porque supongo que han pensado en esto. ¿O no?