Ronald Evans, el sobrino de Fello Meza que salió malo para el fútbol, pero bueno para analizar virus

Se declara un ‘pésimo jugador’, aunque su genética diría lo contrario; además de médico y apasionado de la salud pública, escribe relatos históricos y de ficción

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Si por sus genes fuera, Ronald Evans Meza habría sido futbolista. Y de los grandes. El médico epidemiólogo, que se hizo famoso con la llegada de la covid-19 por sus análisis de la evolución de la enfermedad, ha tenido al fútbol en la sangre por generaciones, tanto del lado paterno como del materno.

Su madre, Flora Meza Ivancovich, era hermana de Rafael “Fello” Meza Ivancovich, futbolista goleador en varios campeonatos nacionales, tanto así que el estadio de Cartago lleva su nombre.

Edgar Evans Gutiérrez, su papá, fue entrenador del Club Sport Cartaginés durante un campeonato, mientras que uno de sus tíos, Walter Evans, no solo jugó con el Cartaginés y lo vio campeonizar en 1936, sino que además fue seleccionado nacional.

“Yo debí haber salido no médico, sino futbolista. ¡Futbolista! ¡Era sobrino por los dos lados! Se suponía que debía estar en mis genes, pero yo era muy malo. Me gustaba mucho el fútbol, pero muy rápido me di cuenta de que era muy malito, mejor me dedicaba a estudiar”, rememoró entre risas.

“Se burlaban de mí en la escuela y en el colegio. Me decían ‘¡Mirá, qué malo, y sos sobrino de Fello Meza! ¡Retirate, vos no servís para esto, retirate!”, recordó.

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Eso sí, es un aficionado fiel, con su camiseta, bufanda y otros implementos alusivos a su equipo. Y celebró a lo grande el campeonato de Cartago en julio de 2022, luego de 81 años sin títulos de primera división.

“Tantas burlas, tantas bromas de la gente durante tantos años. Te decían ‘Cartaguito’, por lástima. Ese día fue una fiesta indescriptible. Me fui con mi familia desde Curridabat (donde vive hoy) hasta Cartago..., pero no logramos llegar, el tránsito nos hizo devolvernos por Tres Ríos”, lamentó.

¿Cómo llegaron la Medicina y la epidemiología a su vida?

Luego de saber que el fútbol definitivamente no era lo suyo, se puso a explorar qué haría por el resto de su vida al salir del Colegio San Luis Gonzaga.

La Medicina no fue en sí misma una corazonada, sino una suma de varios acontecimientos. Aseguró que si él estuviera finalizando el colegio hoy tal vez no habría tomado el mismo camino.

“Yo era un lector empedernido. Dentro de mis ambiciones, yo quería ser escritor. Por ahí encontré los papeles de una novela que escribí cuando estaba en sexto grado. Era una novela de detectives”, detalló.

“A veces pienso, que ahora que uno tiene tanta opción de carreras aquí en Costa Rica, tal vez hubiera escogido Literatura Inglesa o Historia. Tal vez hubiera sido escritor”.

Pero la escritura no la desechó del todo. Aunque no le dedica tiempo completo, sí hace relatos de personajes históricos importantes de la salud y de la ciencia. Ya lleva 50 relatos o “minibiografías” publicados en la Wall Street Journal Magazine.

También es el autor principal de los reportes Una pandemia en perspectiva, que se hicieron durante los primeros dos años y medio de la pandemia, y Salud en perspectiva, que hoy aborda diferentes enfermedades y condiciones de Salud.

¿Entonces de dónde salió la Medicina? Evans relató que, al finalizar el colegio, tenía varios compañeros y amigos que comenzaban a salir rumbo a México, Argentina o España para estudiar Medicina, pues en Costa Rica todavía no era posible. A este se le unió que había leído novelas de médicos y le comenzó a llamar la atención.

Pero el “empujón final” se lo dio uno de sus mejores amigos cuando le anunció que se iba a estudiar a México, otra carrera, pero ahí fue donde el país norteamericano volvió a resonar y a recordarle que ya tenía otros conocidos haciendo maletas para estudiar Medicina en tierras aztecas.

“Éramos bastante costarricenses los que estábamos, solo de Cartago éramos como seis que nos fuimos el mismo año”, puntualizó.

Así pasó de Cartago, que en ese entonces tenía unos pocos miles de habitantes, México, una ciudad que ya sumaba más de cinco millones.

“Era 1955. Yo tenía 17 años. Me paraba en la avenida Insurgentes y no lo creía. ¡Yo era un muchacho que venía prácticamente de una aldea!”, dijo entre risas.

Del ‘purititito centro’ de Cartago

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Ronald George de la Santísima Trinidad Evans Meza, según consta en su fe de bautismo, nació el 29 de junio de 1937 y cumplirá 86 años este 2023. Se dice que mucho puede saberse de una persona por su nombre, así que le pedimos que lo explicara.

“Yo le preguntaba a mi mamá por qué me pusieron Ronald, porque ahora es un nombre común, pero en la época en la que yo nací no era común. Resulta que una prima de ella se empeñó en que yo tuviera ese nombre”, recordó.

¿Y esto por qué? El actor favorito de aquella prima era Ronald Colman, un británico que hizo su fama en Estados Unidos. Por insistencia de esa prima, el hijo mayor de los cinco que tuvo doña Flora llevó por nombre Ronald.

George surgió porque era el segundo nombre de su abuelo, quien migró de Canadá a Cartago a inicios del siglo XX. Él ya era amigo de una familia muy famosa en Cartago, de apellido Pirie, y trabajó en la farmacia que tenían. Ahí conoció a su abuela y tuvo tres hijos.

“De la Santísima Trinidad, porque así lo pidió mi abuela, no había más que decir”, aseveró.

Cuando se le pregunta la parte de Cartago, no vacila en decir que es del “purititito centro”; vivió en dos barrios: Los Ángeles, muy cerca de la basílica, y La Soledad, igual de cerca de los Tribunales de Justicia.

Un ‘niño del 48′

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La época que le tocó de niño coincidió con la Guerra del 48, un episodio que vivió a sus 10 años y considera muy rudo.

“Recuerdo perfectamente, está grabado en mi mente. Los acontecimientos que hubo antes de iniciarse la guerra, los problemas en las calles, la agresividad que había entre la gente, los asesinatos que hubo y cómo una sociedad costarricense tan pequeña, tan hermosa, tan unida se dividió en dos partes”, recordó.

Sus padres tomaron la decisión de enviarlo a Limón, donde vivían sus tíos, porque creían que ahí iba a estar más protegido. En Cartago, según contó, había mucha inseguridad y poca estabilidad para un niño. Él y su hermana se fueron para allá.

“¡Lo que es la vida! Donde hubo el primer acontecimiento, la primera toma de una ciudad importante fue en Limón. Me acuerdo de los balazos que hubo cuando llegó la Legión Caribe a Limón. Me acuerdo porque había gente que llegaba ahí porque, en la casa de mis tíos, había teléfono y lo usaban para llamar a San José”, destacó.

“Fue una toma ‘paracaidista’ porque llegaron en avión y de ahí salieron paracaidistas”, contó.

De Cartago a México y de México a Venezuela

Luego de seis años de estudio en México, regresó a Costa Rica por poco tiempo, principalmente para hacer los trámites de incorporación como médico y poder ejercer.

Poco después, tomó un avión hacia Venezuela. Con la Guerra del 48, su papá se había quedado sin trabajo y eran pocas las oportunidades que él tenía en el sector de la construcción o de carreteras, donde laboraba. Desde allí enviaba dinero para mantener a su familia y revistas para sus hijos.

“En esa época se calcula que unos 15.000 costarricenses se fueron a Venezuela. Era un boom económico y había trabajo para todo el mundo”, señaló.

Entonces, Evans ya tenía una novia venezolana, se casó y vivió allá. A los cinco años, regresó por un período breve a Costa Rica para hacer su servicio social y regresó al país suramericano.

En Venezuela, trabajó más de 35 años, tuvo dos hijos. Enviudó. Conoció a su segunda esposa, se casó y tuvo a su hija menor.

Las primeras experiencias, en un puesto de salud similar a un Ebáis, fue en condiciones que calificó como duras en una zona rural. Era una montaña del estado Trujillo, cerca de los Andes. Allí estuvo más de un año.

Cuando llegó, no había luz eléctrica, sino una planta de diésel que trabajaba durante el día y el pueblo quedaba a oscuras en la noche. No había teléfono y, para entrar y salir, se requería un vehículo doble tracción.

Al tiempo llegó el viceministro de salud y lo envió a Caracas al Ministerio. Allá también estudió una maestría en Salud Pública en la Universidad Central de Venezuela, donde posteriormente dio clases. Esa universidad lo envió a Londres a estudiar una maestría en Epidemiología.

Con los años, fue escalando puestos y se convirtió en jefe de la División de Enfermedades Crónicas y, después, director del Instituto Nacional de Nutrición. En la Universidad, también fue escalando puestos, comenzó como instructor y terminó como director de la cátedra de Medicina preventiva y, luego, director de salud pública.

También estuvo un año en Perú, como asesor de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Regreso a Costa Rica para ‘mantenerse activo’

En 2007, Venezuela era un país muy diferente del que recibió a su papá poco después de 1948. Regresó a Costa Rica con su familia. Su hijo mayor sí se quedó; allá tenía trabajo como abogado.

A su regreso, lo recibió el Instituto Costarricense de Investigación y Enseñanza en Nutrición y Salud (Inciensa) y, más tarde, lo llamó la Universidad Hispanoamericana, donde lleva 12 años.

“Tengo un equipo maravilloso. Nos ha permitido trabajar en esto de covid y en otras investigaciones. Sigo estudiando mucho, muchísimo todos los días”, comentó.

También da clases de Historia de la Medicina.

Cuando no está estudiando, dando clases o escribiendo, pasa tiempo con su esposa, sus tres hijos, sus cinco nietos y últimamente con su bisnieto; pero sigue estudiando cuando tiene tiempo, porque lo mantiene activo.

“Me gusta leer y estudiar varias cosas a la vez. No soy monotemático. Sí hay que leer de Medicina, sí hay que leer noticias y estar informado, pero también leo novelas y hasta leo de farándula, porque hay que estar al día de todo. Es parte de una gimnasia mental”, concluyó.