Rezos del Niño se adaptan a las nuevas generaciones para sobrevivir

La noción de compartir en familia y en comunidad mantiene vivo este ritual

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"Al finalizar el rezo del Niño, alguno propone que se quemen doce cohetes para expulsar los males del diablo, a la vez que se pone fin al duodenario". Así reza la página 103 del libro La Navidad en Costa Rica, del autor Luis Ferrero.

Si bien son contados los hogares donde todavía se contrata música, se revienta pólvora y se arma el baile después de rezarle al Niño –como acontecía desde la época de la Colonia, cuando los españoles trajeron esta tradición al país– el mencionado ritual renace ante una sociedad cambiante, y con ello perpetúa el arraigo de la fe en las nuevas generaciones.

Ya no se trata de festolines en que se invitaba a todo el pueblo, se cantaba al ritmo de guitarra y panderetas, y hasta se brindaba con trago. Ahora la celebración sigue siendo significativa pero es más discreta, adaptada al estilo de vida actual y matizada por los avances tecnológicos.

¿A qué se debe este fenómeno? La ilusión de reunirse en familia y con los vecinos como muestra de gratitud a Jesús por los favores concedidos, todavía cala profundo en una población mayoritariamente católica que, aunque con una distinta estructura mental, mantiene la esencia de sus preceptos religiosos.

A esto se añade el carácter festivo, que más allá de lo ceremonial y lo religioso, reúne a todos en torno a comidas tradicionales como el bizcocho y el pan casero, acompañados de café o agua dulce.

"La población costarricense sigue siendo sumamente creyente, aunque las generaciones cambien. El rezo del Niño sigue muy arraigado; incluso lo hacen en casas donde los miembros no son practicantes. Pero así se da, que cuando termina diciembre quitan todo lo de Navidad menos el portal, hasta que se le rece al Niño", comenta Luis Carlos Bonilla, asistente pastoral en el departamento de Liturgia de la Curia Metropolitana.

Según Bonilla, más allá de la costumbre casera, instituciones estatales, empresas y las iglesias todavía se esmeran por mantener viva esta costumbre.

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Rito que muta con el tiempo

Fernando González, director del Centro Cultural e Histórico José Figueres Ferrer, en San Ramón de Alajuela, afirmó que el rezo del Niño es una manifestación cultural que evoluciona, como lo hace cualquier sistema de prácticas y creencias que cambia en razón de los tiempos.

"Ha cambiado por distintas razones, por ejemplo, que ahora hay más religiones. Además, por las transformaciones culturales y socioeconómicas, ya no se les dedica tanto tiempo al pasito y al rezo en las casas; y, bueno, que se trata de una actividad que demanda gastos y no siempre se tienen los recursos", explicó el especialista.

Otra de las causas de adaptación de este típico evento son las nuevas condiciones urbanísticas y la pérdida del sentido de comunidad.

"Incluso por temas de seguridad, a veces resulta impracticable, porque ya no se puede hacer una fiesta de puertas abiertas como se hacía antes, con todos los vecinos. Lo que sí es un hecho es que la gente practicante y creyente sigue haciendo el pasito y el rezo con devoción", manifestó Fernández.

Paola Salazar, antropóloga social del Centro de Patrimonio del Ministerio de Cultura, consideró que lejos de alejarse de esta práctica cultural, la población se acerca a ella echando mano de distintas facilidades que proporciona la época actual, como los avances tecnológicos.

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De hecho, comenta, que ahora es usual que las familias recen el rosario guiándose con una computadora, una tableta o un teléfono celular. Lo mismo ocurre con los cánticos, muchas veces entonados con el apoyo de reproductores de música, amplificadores y demás aparatos.

Altar criollo

¿A qué responde tanto fervor? El pasito es la razón de todo, pues el rosario le rinde tributo a esta representación. En Costa Rica no solo simboliza el nacimiento del hijo de Dios en un humilde pesebre; también honra al hogar y al trabajo.

"El portal tiene arraigo en temas populares porque implica una bendición del hogar. Por eso se dice que debe ser regalado y que depara vivienda. Tiene un carácter sacro, es decir, que se basa en imágenes sagradas. Y es justo eso, que el rezo se realiza con el objetivo de rendirle homenaje a ese pequeño altar que significa el portal", explicó González.

Por lo general, las familias le rezan al Niño antes del 2 de febrero, fecha en que se cumplen los 40 días posteriores al nacimiento de Jesús. Ese período es el mismo que alude a la "cuarentena" de las mujeres después de dar a luz.

En nuestro país, ese día es dedicado a la Virgen de la Candelaria, mientras que en el Vaticano (Roma, Italia), el Papa realiza la tradicional bendición de los portales, acto que es replicado en muchas parroquias alrededor del mundo.

Y esa suerte de poseer casa y trabajo, que aún motiva a los creyentes, no es más que un retrato de la cultura popular.

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El libro La Navidad Costarricense, del autor Elías Zeledón, en su página 115, cuenta cómo en la Costa Rica del siglo XX, en el portal había espacio para todo, más allá de las tradicionales figuras de la Sagrada Familia.

El musgo o lana era indispensable, pero además, se sumaban al pasito un desfile de personajes y objetos de desproporcionados tamaños y formas. Entre ellos, espejos que asemejaban lagos, patos, caballos, vacas, perros, cerdos y hasta aviones. En fin, artículos que daban "la idea de especies monstruosas", dicta el documento.

"El pasito era una verdadera crónica de los sucesos más importantes del pueblo. Si había llegado un circo o si se había dado un crimen, ahí mismo lo representaban. Era una mezcla involuntaria de lo sacro con lo profano", agregó Fernández.

Otros elementos característicos de los rezos del Niño, como los villancicos, las oraciones y el infaltable rezador, siguen asidos de una colectividad contemporánea en la que pareciera haberse inspirado Zeledón en 1993, cuando escribió su libro: "Solo conociendo nuestras raíces podremos crear generaciones fuertes, amantes de su tierra y de lo que su tradición representa", exhorta en la página 115 del documento.