¿Para qué sirven la trimetoprima y el sulfametoxazol?

Estos dos antibióticos suelen ser recetados en conjunto para atacar, principalmente, un tipo de infección específico. Conozca aquí sus características, beneficios y efectos secundarios

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La trimetoprima y el sulfametoxazol son dos antibióticos recomendados con frecuencia por los médicos para atacar ciertas infecciones bacterianas. Sin embargo, en los últimos días los usuarios han manifestado en redes sociales un creciente interés por conocer sus propiedades y beneficios.

Para entender por qué se usan y cómo funcionan, La Nación conversó con Larry Ramírez, vocero del Colegio de Farmacéuticos de Costa Rica, y revisó las páginas informativas de diferentes autoridades de salud.

De acuerdo con el Centro de Información en Biotecnología de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), estos dos medicamentos se recetan en conjunto para tratar principalmente infecciones del tracto urinario y se utilizan tanto en el sistema público como privado.

Dentro de los nombres comerciales de estas sustancias están Bactrim o Septra, productos que contienen ambos fármacos en su composición.

“Es un medicamento de prescripción. Se requiere una receta médica, eso es importante. Si sentimos que tenemos una infección urinaria siempre es mejor consultar con un médico para saber las causas y que luego de esto se le recete lo necesario y la infección pueda controlarse y eliminarse”, indicó Larry Ramírez.

Indicó que estos medicamentos fueron descubiertos en diferentes momentos. El sulfametoxazol es de una familia a la que se le conoce popularmente como “la familia de las sulfas”, porque todos comienzan con ese prefijo. Sin embargo, con los años la ciencia se percató de que usándolos en conjunto con la trimetoprima se potenciaba su efecto.

“Tienen un mecanismo de acción muy parecido. Actúan sobre el mismo proceso metabólico de la bacteria, pero en diferentes sitios, por eso se potencia el efecto si se dan juntos. Es un tratamiento bastante ‘viejito’ si lo vemos dentro de los que hay disponibles”, destacó.

Dentro de los posibles efectos secundarios de estos productos figuran la gastritis o vómitos o dolor de estómago. Por otro lado, hay personas que son alérgicas a la “familia de las sulfas”, y por eso un médico debe guiar el proceso para evitar reacciones alérgicas.

Los cuidados

Ramírez enfatizó en que los pacientes no solo deben tener claro que estos antibióticos solo deben consumirse bajo receta médica, sino que debe tomar el tratamiento al pie de la letra y no abandonarlo en caso de sentirse mejor. Una de las razones es que pueden ocurrir recaídas, pero este no es el mayor riesgo.

Si la persona no termina el tratamiento, las bacterias, que llevan años de lidiar con antibióticos, tienen, como parte de su evolución, formas de volverse más fuertes y resistir. Abandonar un tratamiento médico es más bien un entrenamiento para las bacterias.

Entonces, si la persona se enferma nuevamente, el medicamento ya no le servirá y requerirá de una droga mucho más fuerte –e incluso con más efectos secundarios– para sanar esa infección.

Ramírez afirmó que, de hecho, durante unos años la trimetoprima no pudo utilizarse con la frecuencia de antes porque había bacterias resistentes a él. “Se empezaron a usar otros antibióticos y en los últimos tiempos se ha vuelto a reutilizar porque las bacterias están teniendo nuevamente sensibilidad a la acción de este fármaco”, aseveró.

Las bacterias resistentes a los tratamientos son de las principales amenazas para la salud pública a nivel mundial. Si el mal uso de antibióticos, antiparasitarios o antifúngicos continúa por la senda actual, para el año 2050 el panorama será todavía peor: solo las muertes atribuidas a la resistencia de los fármacos alcanzarán los 10 millones al año.

“No queremos volver a la época en la que los antibióticos no existían y las personas se nos morían”, concluyó Ramírez.