Juntos en la enfermedad: parejas costarricenses comparten factores de riesgo para males crónicos

Análisis de bases de datos revela que si una persona es diagnosticada con hipertensión, diabetes o colesterol alto, su pareja tiene altas probabilidades de padecer lo mismo

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Si un adulto mayor costarricense tiene hipertensión, diabetes, niveles altos de colesterol o sobrepeso, es muy probable que su pareja también los tenga.

Esta es la conclusión de un reporte realizado por un matemático de la Universidad Nacional (UNA) y una farmacéutica del Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología.

Esta condición se ha visto en otros países. ¿A qué se debe?

En términos generales, son personas que en su gran mayoría han compartido por décadas, tienen la misma alimentación (o una muy similar), los estilos de vida son muy parecidos y es posible que si uno fuma el otro lo haga (o sea fumador pasivo). Por eso, aunque otros factores genéticos y ambientales determinan la predisposición a estas enfermedades, el estilo de vida es determinante.

“En Costa Rica este es un tema muy poco estudiado y Luis Rosero Bixby (demógrafo), quien fue mi profesor, me sugirió explorar ese tema con la base de datos del estudio CRELES, que él coordinó”, manifestó Eduardo Aguilar Fernández, uno de los investigadores.

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El estudio CRELES es el acrónimo para definir a la investigación llamada Costa Rica: Estudio de Longevidad y Envejecimiento Saludable, que fue desarrollada por el Centro Centroamericano de Población de la Universidad de Costa Rica (CCP-UCR).

Esta investigación ha tenido varios frutos anteriormente, por ejemplo, fue la que determinó que la península de Nicoya es una “zona azul” donde la longevidad es mayor.

Los resultados de este nuevo reporte sobre la salud en pareja fueron publicados en los Cuadernos de Investigación de la Universidad Estatal a Distancia (UNED).

Paso a paso

El estudio CRELES entrevistó a 1.345 parejas convivientes de todo el país, independientemente de su año de nacimiento. Al comenzar el estudio, el promedio de edad de los hombres era de 61,9 años y de la mujer de 56,3. El estudio les dio seguimiento durante cinco años.

A todos se les pesó y midió, además de tomarles muestras de sangre. Se les tomaron datos de presión arterial, azúcar en sangre, índice de masa corporal (relación entre peso y estatura), colesterol, niveles de grasa, entre otros aspectos.

Estos indicadores son muy importantes, porque son factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares mayores, como un infarto o accidente cerebrovascular (popularmente conocido como “derrame cerebral”).

Luego de excluir a las personas cuyo cónyuge por alguna razón no había sido entrevistado o las parejas sin datos completos, se analizó la información de 1.084 parejas.

Ellos evaluaron primero las condiciones de todas las mujeres y, por cada factor de riesgo que aparecía, analizaron a su esposo para ver si tenían similitudes.

Posteriormente, hicieron el mismo proceso al revés: se revisaron las condiciones de todos los hombres, y, por cada factor de riesgo, analizaron a su esposa para ver la coincidencias.

Se vio que los datos no eran consistentes, sino que reafirmaban que este tipo de coincidencias eran muy frecuentes. Las mayores similitudes se dieron en el índice de masa corporal, lo que indica si una persona (o pareja, en este caso) tiene un peso normal, sobrepeso u obesidad.

“Los factores metabólicos que influyen en enfermedad cardiovascular considerados en el estudio mostraron correlaciones relativamente pequeñas, pero significativas, entre los cónyuges. Las correlaciones se mantienen luego de ajustar por edad y otras variables confusoras”, cita el documento.

Lo que falta por saber

El estudio CRELES midió longevidad, por ello no se tienen datos importantes como, por ejemplo, la cantidad de tiempo que estas parejas llevan juntas o la calidad de vida de la relación.

“Es algo que debemos explorar en futuras investigaciones, ver cómo influye también no solo el tiempo que las personas lleven juntas, sino también la calidad de esa relación, si es sana, lo unida que está la pareja y el impacto que tenga en la calidad de vida de esas personas”, concluyó el investigador.

“Los estresores psicosociales están relacionados con un mayor riesgo de infarto agudo de miocardio, es decir, la angustia experimentada en la vida de pareja puede afectar el riesgo cardiovascular de los integrantes de la pareja”, destaca el documento.

Para Aguilar, esto también podría ser útil en un futuro. Por ejemplo, podría ser que a una persona se le diagnostique con una enfermedad crónica y su pareja la tenga sin saberlo, porque no ha desarrollado síntomas, por lo que analizar a la pareja también podría ser de mucha utilidad.