El cuerpo resiente cada vez que saltamos el desayuno

No desayunar incrementa en 21% las probabilidades de desarrollar males, como diabetes tipo 2

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Aunque nos lo han dicho incontables veces y todos sabemos que es la comida más importante del día, el desayuno es uno de los hábitos menos honrados en la vida cotidiana moderna.

Excusas sobran: no me desperté a tiempo; en la oficina como algo; que me da asco tan temprano; que nos agarra tarde o de camino paso por algo...

Muchas son las justificaciones para que miles de personas alrededor del mundo salgan de sus casas con el estómago vacío o, cuando mucho, con un cafe o té.

La mayoría de ellos tampoco hacen merienda, lo que significa que su primera comida es cercana al almuerzo.

Aunque pueda parecer un comportamiento benigno pues de todas maneras luego se puede comer, saltarse esa primera alimentación del día es una de las conductas más nocivas para el organismo humano, según alertó un nuevo análisis realizado por científicos de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard en Estados Unidos.

La investigación halló que no desayunar sube en un 21% las posibilidades de desarrollar diabetes tipo 2, una afección crónica que se desencadena cuando el organismo pierde su capacidad de producir suficiente insulina o de utilizarla con eficacia.

Cuando eso sucede, la persona con diabetes no absorbe la glucosa adecuadamente, de modo que ésta queda circulando en la sangre (hiperglucemia), dañando los tejidos con el paso del tiempo.

Según el reporte, publicado en The American Journal of Clinical Nutrition, el desayuno es un combustible necesario después del largo periodo de ayuno que transcurre mientras dormimos. No hacerlo significa desestabilizar todo el organismo.

Lo que ocurre es que, al no desayunar de forma periódica, el cuerpo se acostumbra a utilizar sus reservas de glucosa para obtener la energía que necesita y entonces, es normal que quienes no desayunan, sientan un enorme deseo picar comida poco sana al final de la tarde, especialmente dulces, para compensar.

Otras evidencias. No es la primera vez que la ciencia llama la atención sobre la importancia de desayunar. Un estudio de febrero del 2014, divulgado por la revista Public Health Nutrition , indicó que los jóvenes que no desayunan o lo hacen poco, tienen 68% más de riesgo de desarrollar el llamado síndrome metabólico.

Esta es una condición que se caracteriza por sobrepeso, obesidad abdominal, presión alta, niveles elevados de colesterol, azúcar y triglicéridos en la sangre, así como resistencia a la insulina. Esta condición es además un factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares.

También el año pasado, en agosto, un análisis de la Universidad de Misuri, aseguró que un buen desayuno (rico en proteínas) puede mejorar el control del apetito y contribuir a la reducción de la ingesta nocturna de alimentos ricos en grasa o azúcar.

Un año antes, un estudio de la Universidad de Tel Aviv, Israel, publicado en la revista Obesity, había coincidido en señalar que ingerir un desayuno abundante es buen negocio para la salud.

Ese reporte aseguraba que esa primera comida del día, de ser generosa en calorías, ayuda a adelgazar, al tiempo que previene males como la diabetes y los problemas cardiovasculares.

En julio del 2013, otro trabajo de la Universidad de Harvard concluyó que el 27% de quienes se saltaban el desayuno tenían más posibilidades de sufrir un infarto o morir de un mal cardíaco. Los científicos detectaron que el mal augurio es indistinto para adultos o adolescentes: a todos les hace daño no desayunar.

Así, la lista de efectos nocivos de saltarse la primera comida del día es larga: obesidad, déficit de micronutrientes y bajo desempeño académico, laboral y físico, además de dolor de cabeza, debilidad, visión borrosa y mareos.

Otras consecuencias enlistadas son gastritis (irritación de las paredes del estómago), pérdida de masa muscular y anemia (por carencia de de hierro).

Es verdad que muchas personas se quejan de que el desayuno les sienta mal, pero “esto se debe más a los malos hábitos (no tener la costumbre de comer a esa hora o no comer lo adecuado) que a una respuesta natural del organismo”, aseguró el endocrinólogo Iván Darío Escobar a El Tiempo de Colombia.