Cinco órganos pagan muy caro por los efectos de la obesidad

Esos kilos de más le pasan una factura muy alta a nuestro cuerpo, sobre todo a miembros como cerebro, corazón, hígado, páncreas y riñones

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La báscula revela que usted ha subido de peso otra vez y, por más que usted quisiera que no haya consecuencias, darle largas al asunto puede pasarle una factura muy alta a su cuerpo.

Los especialistas coinciden en que la obesidad causa importantes deterioros en el cerebro, el corazón, el hígado, el páncreas y los riñones.

Daño al cerebro. El tejido cerebral sufre inflamación en personas obesas, lo que puede desencadenar deterioro cognitivo.

Ese es el más reciente resultado de un estudio hecho por científicos del Laboratorio de Biofísica de Membranas y Células Troncales, de la Facultad de Medicina, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Según descubrieron, las grasas abdominales son de las más nocivas, pues “son verdaderas máquinas de sustancias llamadas dipocinas, que causan un trastorno metabólico general y contribuyen a la inflamación cerebral”, explicó el investigador David García Díaz al diario El Universal de México.

García advirtió de que una brillantez notoria en la piel sin que sea efecto de maquillaje o de cremas, podría constituir una primera alerta visible de que podría haber inflamación del tejido cerebral debido al sobrepeso.

El investigador responsabilizó a la dieta alta en grasas y carbohidratos de ocasionar el llamado síndrome metabólico, que se caracteriza por pacientes con grasa excesiva en el abdomen, presión arterial alta (hipertensión), niveles elevados de grasa en sangre (lípidos), incluido el colesterol y los triglicéridos, e hiperglucemia (nivel alto de azúcar en sangre).

Ponérsela difícil al corazón. El sobrepeso está muy asociado con malos hábitos y vidas sedentarias, lo que pone en mayor riesgo al corazón. A este órgano, el estrés y la falta de ejercicio le puede causar un infarto o una enfermedad cerebrovascular, conocida también como derrame. Todo esto es bien sabido.

De lo que muchos no tienen conocimiento, es de que los infartos ocurren, en su mayoría, por la presencia de un coágulo que bloquea una de las arterias responsables de llevar sangre y oxígeno al corazón. Si el coágulo obstruye este flujo sanguíneo, el corazón sufre por la ausencia de oxígeno y las células cardíacas mueren.

De acuerdo con los especialistas, la situación empeora entre quienes padecen obesidad o sobrepeso, pues ya tienen una placa compuesta por colesterol en las paredes de las arterias coronarias, lo que restringe el paso de la sangre por todo el cuerpo. Y, al llegar menos sangre al corazón, se empieza a morir “de a poquitos”.

Deterioro del páncreas. El páncreas es otro de los órganos más afectados por la obesidad y el sedentarismo. Malos hábitos de vida pueden desencadenar que allí más bien se produzca una resistencia a la insulina.

Esta es una hormona que el cuerpo elabora para ayudar a regular los procesos que se llevan a cabo dentro de él.

La produce el páncreas y su función es ayudar a que nuestro organismo se sirva de la glucosa para transformarla en la energía necesaria para vivir.

Cuando una persona desarrolla resistencia a la insulina, su cuerpo tiene problemas para responder a esta hormona. Así, poco a poco, los niveles de glucosa (azúcar) en la sangre de esa persona suben más de lo normal y con eso también se incrementan sus probabilidades de desarrollar diabetes tipo 2 y enfermedades del corazón. En resumen, la diabetes aparece cuando el páncreas comienza a fallar.

Hígado graso. La obesidad, además, puede dañar el hígado y provocar la enfermedad de hígado graso no alcohólico, la cual es cada vez más común entre la población en general.

Esta afección es una acumulación de grasa en el hígado.

Según médicos de la Fundación Cleveland Clinic, en Cleveland, Ohio (Estados Unidos), a pesar de que tener grasa en el hígado no sea lo normal, la grasa en sí misma posiblemente no daña al hígado.

El problema se presenta cuando esa grasa hace que este órgano se inflame.

En este caso, las personas podrían desarrollar lo que se llama esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), que puede ser una afección grave; de hecho, es capaz de conducir incluso a una cirrosis. En este escenario, el hígado sufre cuantiosos daños y sus células gradualmente son reemplazadas por tejido fibroso, lo que le quita al hígado la capacidad de funcionar bien.

Algunos expertos calculan que en Estados Unidos, alrededor del 66% de los adultos obesos y hasta el 20% de los menores de edad con esa condición, podrían tener hígado graso.

Riñones afectados. Un estudio del hospital Germans Trias, de Cataluña (España), divulgado en el 2008, aseguró que las personas con exceso de peso tienen más probabilidad de sufrir algún daño renal.

El deterioro en la función de estos órganos por lo regular tarda meses o años en suceder y puede ser tan lenta que los síntomas aparecen hasta que el funcionamiento del riñón es menor a una décima parte de lo normal.

Algunos síntomas son inapetencia, sed excesiva y náuseas, sensación de malestar general y fatiga, dolor de cabeza, resequedad de la piel, mal aliento, sangre en las heces, bajo interés en la actividad sexual o impotencia, y dificultad para dormir.