Aprender a dar una disculpa nos puede transformar la vida

Reconocer una equivocación no es fácil, pero habla bien de quien es capaz de hacerlo

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Una disculpa sincera puede cambiar dos vidas: la de quien la da y la de quien la recibe.

Por eso, aprender a excusarse o decir “lo siento” en el momento y de la forma apropiada, es un arte que todos deberíamos aprender a perfeccionar.

Psicólogos y consejeros coinciden en que el primer paso para tener una mejor calidad de vida consiste en identificar cuándo nuestro ego nos está dando un mal consejo.

Según los expertos, las personas hacemos mil cosas diariamente, por lo que es posible –y hasta esperable– que cometamos errores. Algunos son involuntarios; otros, no.

Lo cierto es que no reconocer esos yerros y ser incapaces de tomar acciones ante las consecuencias que tienen en las otras personas, no nos hace infranqueables ni fuertes, como erróneamente se piensa, sino más bien vulnerables, inaccesibles y repulsivos ante los demás.

En el artículo “Psychology of Apology” (“La psicología de la disculpa”), publicado en la revista Psychology Today, se indican tres beneficios puntuales de una buena disculpa.

Primero, obliga a quien ofende a realizar una especie de autoevaluación y autoconocimiento de sí mismo. ¿Por qué hice algo así? ¿Qué provocó esta reacción o actitud?

Según el psicólogo y preparador físico Orlando Muñoz, la importancia de disculparse se deriva, la mayoría de veces, de su antecesor inmediato, que es el aceptar que se cometió un error (por desconocimiento, por altanería o por terquedad, entre otros). “También se cometen errores de manera inconsciente o, como diría Chespirito, “sin querer queriendo”.

Y es que, para poder disculparse de forma efectiva, la persona debe ganarle la batalla al orgullo, ya que ofrecer disculpas empieza con la autoevaluación y la autocrítica.

El segundo beneficio de pedir perdón es que, además, se entrena la humildad para reconocer públicamente nuestra falla, algo particularmente difícil.

“Esa aceptación de la equivocación es el instrumento necesario para seguir avanzando, para seguir evolucionando”, dijo el especialista.

Al realizarlo, se produce el tercer beneficio, quizá uno de los más importantes, y es que se humaniza al ofensor, pues se reconoce como imperfecto.

“El perdón estrecha lazos entre las personas, pues nos obliga a ser empáticos con el sentir de los demás. También nos permite liderar con el ejemplo. Esto es particularmente importante en el caso de los padres de familia”, destacó la psicóloga familiar Emilia Solís.

Disculparse también es liberador y hasta es un buen negocio. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Nottingham (Reino Unido), resulta hasta dos veces más rentable pedir perdón que callar o que compensar económicamente, sin una disculpa.

Consejos para hacerlo. Algunas sugerencias básicas al ofrecer disculpas son no dar excusas, ser conscientes para reconocer el impacto que tuvo el error y expresar el compromiso de actuar para enmendarlo.

Los pretextos no se valen. Hay que reconocer que uno se ha equivocado y decirlo con todas las letras. Por otro lado, al medir el impacto que ha tenido nuestra reacción inadecuada en una relación, es importante comprometerse y expresar con convicción y veracidad: “No ocurrirá de nuevo”.

Finalmente, la verdadera disculpa está en la acción y no en las palabras.

Eso significa que el comportamiento tras una reconciliación debe ser coherente.

“Las personas tienden a mostrar un comportamiento indulgente con sus ofensores si reciben una restitución, pero son significativamente más propensos a sentir y decir que han perdonado a alguien cuando este les pide una disculpa que ellos perciben como sincera”, destaca una investigación de la Universidad de Baylor (EE. UU.), publicada en el Diario de la Psicología Positiva.

Para David de Cremer, de la Universidad Erasmus (Holanda o Países Bajos), una disculpa es el primer paso en el proceso de reconciliación. “Empero, para satisfacer a la parte ofendida, es necesario demostrar que se hará algo más que solo hablar”.

“La gente suele pensar que la evolución ha hecho que la gente sea cada vez más mala, violenta o egoísta, pero los seres humanos necesitan socios, parejas y pares para vivir. La selección natural también nos dotó de herramientas para ayudar a restaurar las relaciones importantes después que han sido dañadas por el conflicto”, concluyó un estudio de Michael McCullough, profesor de Psicología en la Universidad de Miami, EE. UU.