Tres reos sembraron árboles en La Sabana

Este viernes fue la última jornada de reforestación del año

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Hace cuatro años, Wiston Sánchez no salía de la cárcel y lo primero que le sorprendió fue ver tantos carros.

Sánchez tiene año y medio de trabajar en el vivero del centro penitenciario La Reforma, el sitio donde nacen y crecen los arbolitos que sirven para reforestar el parque La Sabana.

“Es muy bonito aportar arbolitos a este pulmón capitalino. He venido a conocer especies que antes ni sabía qué eran. Yo veía un árbol y ni idea. En cambio, ahora sé que si uno siembra uno que da frutos o flores, puede atraer pájaros y mariposas”, comentó Sánchez.

Este viernes se realizó la última jornada de siembra, como parte del proyecto de rearborización que busca devolverle funciones ecológicas al parque. En esta ocasión, tres privados de libertad se sumaron al grupo de voluntarios y así lograron ver cómo concluye el proceso que se inició con una semilla en sus manos.

“Uno le agarra aprecio a los árboles, verlos crecer y saber todo el proceso que pasaron para venir aquí, pues uno espera que tengan una buena vida y aporten mucho”, dijo Sánchez.

Junto a él, Pablo Ávalos y Luis Pacheco, se afanaron con otros voluntarios del Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación (Icoder), la Asociación Gerontológica Costarricense (Ageco), Adobe Rent a Car, GB, Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos, Apartotel La Sabana, Costa Rica Travel - Aventuras Tierra Verde y Agencia Datsun.

Este año se plantaron 685 árboles de especies como almendro de río, hormigo y ceibo barrigón.

A la fecha, el proyecto de rearborización cuenta ya con 3.202 árboles plantados de 178 especies, los cuales fueron sembrados por 2.474 voluntarios.

Gracias a estos se reporta la visita de 67 especies de aves.

“La meta del proyecto es sembrar 200 tipos de árboles que atraigan 100 tipos de aves, así que estamos muy cerca de cumplirla y eso que aún nos quedan dos años de trabajo”, dijo Randall García del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio), organización que junto a Icoder y Scotiabank lideran este proyecto.

En estos cinco años de labores, la mortalidad de árboles ha sido mínima y eso, según García, es gracias a la conciencia de las personas que visitan el parque.

“Insistimos en la protección y cuidado que debemos tener todas las personas que visitamos La Sabana, no solo con los árboles sino con las mesas, los rótulos y basureros que están en los alrededores del parque”, comentó Freya González de Scotiabank.

Poco a poco, La Sabana se convierte en un museo vivo donde las personas pueden apreciar especies en vías de extinción como guapinol negro o cenízaro.

De hecho, Pacheco le contó a su familia del trabajo que hace para que vayan a ver los arbolitos. “Incluso, nosotros, cuando ya estemos en libertad, podemos venir a visitarlos porque estos palitos salieron de nuestras manos”, comentó Pacheco.

“Uno no sabe qué es la libertad hasta que está ahí adentro, entonces veo esto y me impulsa a seguir adelante para, algún día, recuperar eso que tanto anhelo”, manifestó Sánchez.

Sus palabras descansan en las raíces de ese arbolito que algún día alcanzará los 40 metros de altura, dará frutos y sombra mientras sus ramas se extienden como dedos tratando de alcanzar el cielo y solo entonces, ese arbolito entenderá lo que un día Sánchez, Pacheco y Ávalos sintieron cuando lo depositaron en la tierra.