Tortugas baula nacidas en Guanacaste toman ‘autopista rápida’ para ir a altamar

Investigadores: crías pasarían sus primeros 20 años creciendo en domo

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Las tortugas baula que nacen en Playa Grande, Guanacaste, pasan escasos segundos en la costa. Impulsadas por las ráfagas de viento que bajan de las montañas, las crías de baula avanzan hacia las olas inmediatamente después de dejar el cascarón, y toman una especie de “autopista” bajo el mar.

Las corrientes de agua que circulan en esa “autopista” las conducirán al domo: zona marina rica en alimentos donde ellas crecerán los siguientes 20 años de su vida.

Es un mecanismo de sobrevivencia, pues los depredadores abundan en la playa. De quienes logren llegar al mar, solo una entre mil logrará convertirse en adulta.

Esta es la hipótesis de George Shillinger , investigador de la Universidad de Stanford, quien estudia la ruta migratoria de las tortugas baula ( Dermochelys coriacea ) que anidan y nacen en playa Grande, Guanacaste.

De hecho, los vientos provenientes del Atlántico Norte –que pasan por el Lago de Nicaragua y la cordillera volcánica de Guanacaste– coinciden con los períodos de alta anidación de esta tortuga (diciembre a febrero) así como con los períodos de nacimiento y dispersión de crías (enero a abril).

“Estos remolinos potencialmente sirven como ‘autopistas’ para las crías, proporcionando un medio de transporte rápido hacia la alta mar, lejos de la depredación, así como un refugio productivo en el que las tortugas recién nacidas pueden desarrollarse”, dice un informe de Mar Viva que cita a George Shillinger.

Tras su pista. Playa Grande es uno de los proyectos piloto del Programa de Marcaje de Especies Pelágicas del Censo de Vida Marina . Es considerada una playa índice por ser una de las principales áreas de anidación de la baula.

Gracias a dos décadas de investigación realizada allí, los científicos conocen la ruta que siguen las hembras después de desovar. A partir de ese rastreo, se notó que las tortugas se desplazaban cerca del domo.

Se trata de un área, ubicada a 300 kilómetros del golfo de Papagayo, donde la combinación de vientos y corrientes marinas propicia el afloramiento de aguas frías que son ricas en nutrientes.

Esto convierte al domo en un inmenso oasis en medio del océano para especies como la baula y las ballenas azules.

Según Shillinger, el domo da la posibilidad a las tortugas adultas de moverse a aguas más frías cuando sufren calor (estrés térmico).

“Como reptiles que son, las tortugas regulan su temperatura corporal haciendo ajustes de comportamiento”, explicó el investigador.

Shillinger también sospecha que esa gradiente térmica podría tener un efecto en el movimiento de las crías que nacen en la playa.

“Cuando uno ve los números de playa Grande y los compara con otros de playas índice, se nota cómo esta playa da mayores oportunidades a las crías de llegar lo más lejos de la costa”, dijo.

---

Los años perdidos. La hipótesis es que hay una conexión entre la playa de anidación y el domo que podría explicar la “adolescencia” de las tortugas baula.

“Esto basado en lo que sabemos del domo: un área muy productiva que provee de refugio, algo que las crías andan buscando”, manifestó el científico.

Shillinger infiere que las crías, tras abandonar la playa, permanecen sus primeros 20 años en el domo, alimentándose y creciendo.

“Esa fase se conoce como ‘los años perdidos’, y va desde que la cría abandona la playa hasta que vuelve como adulta a anidar. Esos son entre 20 y 25 años”, dijo George Shillinger.

Tratar de conocer más sobre esta etapa de vida es la siguiente meta de investigación.

Shillinger pretende poner marcas acústicas en los neonatos, así como receptores en la playa que detecten cuando una tortuga está cerca. También, se trataría de seguir la pista a las tortuguitas desde un bote equipado con receptores.

“Eso nos daría una pista de por dónde abandonan la playa, a qué velocidad y cuanto tiempo están allí”, comentó.

En una etapa posterior, se les pondrían transmisores satelitales para conocer su recorrido ya en el mar.

Para Shillinger, en la medida en que se conozca más sobre la baula, se contará con información científica que permita tomar mejores medidas de manejo y diseñar una zonificación de usos que sea sostenible por parte del ser humano.